Cómo saber si soy una esponja emocional y qué hacer al respecto
Tensión, preocupación, tristeza, frustración… A veces, llegamos a casa con pesos que no nos pertenecen. Nuestra mochila se llena de realidades ajenas que a menudo nos agotan psicológicamente. Esto es algo que viven a diario las personas muy empáticas y si también tú eres una de ellas, en alguna ocasión te habrás preguntado eso de cómo saber si soy una “esponja emocional”.
Lo más probable es que nos digamos a nosotros mismos que somos demasiado empáticos. Ser de ese tipo de personalidades que tienen una mayor facilidad para calzarse en las realidades ajenas e impregnarse a su vez de su universo emocional es algo frecuente. Ahora bien, en estos casos, a la propia empatía se le añade otro factor no menos complicado: la hipersensibilidad.
Es decir, hay quien a pesar de ser alguien altamente empático, suele manejar bien esa realidad. El desafío llega cuando se incluye ese rasgo en el que a uno le cuesta un poco más manejar las emociones e incluso se es más sensible a los estímulos del entorno. A veces, basta con entrar a una oficina donde trabajan un grupo de personas para quedar al instante adheridos a esa atmósfera de estrés.
Asimismo, hay otro hecho evidente no exento de cierto interés. Las personas que se conciben como esponjas emocionales siempre han manifestado esa hipersensibilidad emocional. Esta es una característica que se manifiesta en la infancia y que a menudo, les acarrea ir acumulando ciertas dosis de estrés y ansiedad con el paso del tiempo.
¿Cómo saber si soy una “esponja emocional”?
Para saber si soy una esponja emocional no basta solo con saber que las emociones del otro me afectan. Es ponerse en los zapatos ajenos con gran facilidad y quedar impregnado de los sentimientos ajenos hasta somatizar. Esa impregnación emocional se traduce a menudo en cansancio físico, cefaleas, insomnio…
Asimismo, estudios como los realizados en la Universidad de Indiana por el doctor Davis Mark nos señalan que la empatía entra dentro de un gran espectro. Es decir, hay personas con una competencia mucho menor en esta habilidad y hay quien, en cambio, muestra una sensibilidad muy elevada. Esto último, al combinarse con la hipersensibilidad, conforma las bases de lo que conocemos comúnmente como ser una esponja emocional.
¿Implica esto que quien encaje en este perfil está abocado quizá al sufrimiento? No. Lo cierto es que este conjunto de rasgos de personalidad trazan a alguien más susceptible a todo estímulo emocional. Algo así, es complicado de manejar y casi siempre pasa factura a nivel psicológico es cierto (mayor estrés, ansiedad, etc). No obstante, se puede manejar.
Para saber si soy una esponja emocional basta con atender las siguientes claves…
“Absorbes” con mayor intensidad la negatividad que flota a tu alrededor y la somatizas
Lo señalábamos al inicio, las personas más empáticas e hipersensibles procesan los estímulos de su entorno de manera más intensa. Además, se le añade otro hecho, llevan prácticamente toda su vida somatizando emociones, tanto propias como ajenas.
Esto hace, por ejemplo, que muchas personas sufran un agotamiento psicológico más severo en sus entornos laborales y esto derive a veces en trastornos de ansiedad. Es más, es común que en algún momento acaben padeciendo el síndrome del desgaste por empatía e incluso burnout laboral.
Por otro lado, el simple hecho de hablar con alguien que lo está pasando mal, también lo procesan de manera estresante. De ese modo, aunque conectan y sienten de manera estimulante la felicidad de los demás, son las emociones de valencia negativa las que pasan una mayor factura.
¿Cómo saber si soy una esponja emocional? Tienes unos rasgos de personalidad muy concretos
Hombres y mujeres, niños, adultos, ancianos… La combinación entre alta empatía e hipersensibilidad aparece a cualquier edad.
Por término medio, para saber si soy una esponja emocional, solo debo atender si cumplo con al menos el 60 % de los siguientes factores:
- Ser muy reactivo al entorno (cualquier cosa me afecta).
- Alta empatía.
- Tendencia a responsabilizarse/cuidar de los problemas ajenos. Necesitan ayudar, conferir alivio…
- Mostrar una elevada emotividad.
- Problemas para gestionar las emociones.
- Ser muy reflexivo.
- Tendencia a analizar al extremo cada situación vivida, por pequeña que sea (darle vueltas a esa conversación, a eso que se ha hecho por la mañana, a lo decido ayer…).
- Tendencia a la autoexigencia.
- Procesar cada hecho de manera muy personal. Hasta el punto de que si sucede algo en el entorno cercano, reflexionas en si eso que ha sucedido no tendrá algo que ver contigo.
- Ser muy sensibles a las críticas.
- Especial apreciación de las manifestaciones artísticas (arte, música…).
- Te afecta gran intensidad las noticias negativas.
¿Qué hacer si sufro el síndrome de la persona esponja?
¿Cómo saber si soy una esponja emocional? Y si lo soy… ¿qué debo hacer?… Es común que en la viaje de la vida de la personalidad que aúna alta empatía e hipersensibilidad abunden las decepciones, el dolor por cargar sufrimientos ajenos, el sentirse “quemados” laboralmente, así como el elevado estrés y la ansiedad.
Por tanto, si te identificas con estas características cabe la probabilidad de que tengas cierta vulnerabilidad en tu salud mental. Es prioritario por tanto que apliques en tu día a día unas estrategias muy básicas de supervivencia:
- Pasar de la empatía reactiva a la empatía autocompasiva. En la medida de lo posible, es necesario orientar una parte de esa energía que volcamos en los demás en nosotros mismos. Tratarnos con compasión es preguntarnos qué necesitamos y dárnoslo. Es también saber poner límites para protegernos, saber que no podemos llegar a todo el mundo y que eso está bien.
- Trabajar la ecpatía. Este concepto no es el opuesto a la empatía, sino su complementario. Consiste en desarrollar una estrategia de equilibrio para protegerse a uno mismo. Ecpatía es un recurso mental que nos permite involucrarnos con los demás desde un nivel más sano, sin impregnarnos de sus emociones.
- Gestión de las emociones diarias. Otra estrategia esencial es aprender a paliar el impacto de nuestras emociones en el día a día, tanto las de las propias como las ajenas. Saber identificar, entender y bajar la intensidad de esa emocionalidad es un modo de vivir mejor.
Para concluir solo cabe recordar un detalle. Siempre es adecuado consultar con los profesionales si nos sentimos sobrepasados. Condiciones como el desgaste por empatía, por ejemplo, suelen pasarnos seria factura. De ese modo, podremos aprender a canalizar y usar nuestras habilidades de una manera más positiva.
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