¿Cómo se convierte una conducta ocasional en una adicción?

¿Cómo se convierte una conducta ocasional en una adicción?
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Escrito por Laura Reguera

Última actualización: 13 agosto, 2019

Todos llevamos a cabo conductas que pueden desembocar en una adicción. Si consideráis que no es vuestro caso os pongo un ejemplo. Ahora mismo estáis usando Internet, una herramienta a la que mucha gente está “enganchada”, ¿verdad? Esto también puede pasar con el trabajo, por ejemplo.

Entonces, ¿qué hace que algo que hacemos de forma puntual se vuelva una adicción? Ese punto de inflexión es el que voy a tratar de reflejar en este artículo. Pero no solo en cuanto a internet, sino a las adicciones en general. Hay personas que fuman, beben o apuestan de manera ocasional sin ser adictos a esas conductas. Sin embargo, para otras personas es altamente perjudicial. ¿Qué factores entran en juego para que la persona se sitúe en un escenario u otro?

“Lo bueno de los años es que curan heridas, lo malo de los besos es que crean adicción”

-Joaquín Sabina-

¿Qué es una adicción?

Cuando hablamos de una adicción, lo primero que nos viene a la cabeza es el tabaco, el alcohol u otro tipo de sustancias potencialmente adictivas por cómo activan nuestro sistema de recompensa. De igual modo, pensamos en los drogodependientes más que en otro tipo de adictos. Pero, ¿sólo existe la adicción a sustancias psicoactivas? Nada más lejos de la realidad. También se dan conductas que pueden ser adictivas sin que haya una sustancia de por medio. Un ejemplo de ello son los juegos de azar, Internet, el sexo o las compras.

adicción a las compras

En sí mismas, no son (a priori) conductas peligrosas si se realizan bajo ciertas circunstancias. Entonces, ¿qué es una conducta normal placentera y qué es una adicción? ¿Se puede diferenciar una de otra? Por supuesto que sí. Una adicción es una conducta sobre la que hemos perdido el control. Es decir, no somos capaces de manejar cuándo empezamos a llevarla a cabo, si la mantenemos ni el nivel en el que ocurre.

Por otro lado, la conducta se convierte en una forma de terminar con el malestar que nos produce no estar realizándola. Así, pasa de ser anecdótica en nuestras vidas a tomar el control de las mismas.

Nos produce dependencia, tolerancia, síndrome de abstinencia y, sobre todo, perjudica nuestra vida de forma muy importante. El caso es que hay un deseo fuerte por llevar a cabo esa conducta y nos sentimos mal cuando es imposible hacerla o tenemos que dejarlo. Además, se persiste en llevarla a cabo a pesar de que es obvio que nos está generando un gran número de consecuencias negativas para nosotros, tanto a corto como a medio y a largo plazo.

“Según las cosas que a uno le proporcionen la felicidad, estas conducirán a un juego en el que la suma siempre será cero: como una adicción, que requiere constantes dosis de adquisiciones y, a menudo que se tenga más de algo que los vecinos, nada de lo que se tiene importa demasiado”

-Mihály Csíkszentmihályi-

¿Cómo se desarrolla una adicción?

Desde luego, el paso de una conducta ocasional a una dependencia como la que acabamos de describir, temporalmente no se produce en un instante. La realidad es que es un proceso complejo que pasa por distintas fases: una previa o de predisposición, otra de conocimiento, otra de experimentación e inicio del consumo, otra de consolidación, otra de abandono o mantenimiento y una última posible fase de recaída. La fase de predisposición es un conjunto de factores de riesgo y de protección.

Son biológicos, psicológicos y socioculturales y pueden elevar o reducir la probabilidad de que una determinada conducta termine siendo adictiva para esa persona. En la fase de conocimiento lo que se produce es el entendimiento de lo que es y los efectos de llevarla a cabo propiamente dichos. Esto está unido a la disponibilidad de poder hacerlo o consumir la sustancia en nuestro entorno. Por lo tanto, después puede producirse la experimentación. Es decir, se inicia el consumo.

“Sencillamente me convencí de que por algún misterioso motivo yo era invulnerable y no me engancharía. Pero la adicción no negocia y poco a poco se fue extendiendo dentro de mí como la niebla”

-Eric Clapton-

De ahí, se puede pasar al abuso y a la dependencia en la fase de consolidación. Aquí, la persona percibe que llevar a cabo la conducta tiene consecuencias positivas para ella. Entonces, ¿por qué no lo va a hacer o lo va a hacer con mayor frecuencia e intensidad? Es aquí donde la conducta anedótica pasa a cobrar protagonismo, normalmente sucede de manera gradual por lo que la percepción del cambio se difumina.

Si esa dependencia se mantiene en el tiempo, estamos ante una adicción consolidada. De hecho, para que se produzca la fase de abandono la persona tiene que percibir las consecuencias y emociones negativas que conllevan lo que está haciendo. Además, tiene que ser consciente de que si pone la conducta en una balanza, las pérdidas que le produce son mucho mayores que las ganancias. Así, para salir de cualquier adicción es muy importante alcanzar este convencimiento; de otra manera es imposible que nazca la voluntad.

Máquina de juego

Como se puede observar, a pesar de que no siempre algo que nos guste conlleve una adicción, es relativamente fácil pasar de una conducta ocasional y placentera a una dependencia que nos haga perder el control. Muchas veces el perjuicio que origina la conducta no viene de la conducta en sí, sino de como su frecuencia y su intensidad condicionan nuestra vida y secuestran nuestros pensamientos. En cómo queremos terminar con todo para fumar, encender el ordenador o tomar café…

Así es como poco a poco se van deteriorando nuestras relaciones sociales, nuestro trabajo y nuestra economía. Dejan de interesarnos porque con una única conducta pasamos a tener suficiente, al mismo tiempo que esa conducta se vuelve imprescindible. A medida que le hacemos espacio en nuestras vidas nos hacemos dependientes de ella, a medida que la repetimos necesitamos una dosis mayor para tener el mismo placer. A medida que se vuelve frecuente, sentimos desasosiego cuando no la realizamos.

Si identificamos que estamos en un ciclo así, pidamos ayuda. No permitamos que nuestra voluntad quede prisionera en la celda que nosotros estamos construyendo. Porque, por mucho que pongamos los ladrillos nosotros, los planos dejarán de ser nuestros y terminará siendo tan pequeña que nos costará respirar. Incluso puede quedar insonorizada, de manera que será mucho más difícil que alguien escuche nuestras peticiones de ayuda.

Imágenes cortesía de A.Xromatrik, Freestocks.org y John Schnobrich.


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