Ser vulnerable no impide ser valiente
Todos somos vulnerables de alguna forma: tenemos heridas, miedos, sentimos vergüenza e incluso evitamos ciertas situaciones para alejarnos del sufrimiento y la incomodidad.
Lo que ocurre es que a la mayoría de nosotros nos aterra aceptarlo, nos da vértigo eso de que nos hagan daño, de no tener garantías y ser conscientes de que, al igual que Aquiles, también tenemos nuestras zonas vulnerables, esas que están relacionadas con el temor a exponerse, dudar o experimentar riesgo emocional. Lo cierto es que son necesarias para ser valientes, para ir más allá de nuestros miedos. Profundicemos.
“El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse”.
-Winston Churchill-
La vulnerabilidad no es debilidad
Según Brené Brown, profesora e investigadora de la Universidad de Houston, la vulnerabilidad no es debilidad, sino la medida más precisa de nuestra valor. Porque cuando nos mostramos vulnerables nos mostramos tal y como somos: imperfectos, sin filtros ni apariencias, en nuestra forma más auténtica.
Aceptar la vulnerabilidad implica reconocer que se tiene heridas y asuntos pendientes, que ciertas experiencias generan dolor y sufrimiento, pero que se aceptan como parte de uno mismo. Y, sobre todo, implica que se es sincero y que se apuesta por una conexión verdadera con los demás. Porque, ¿cómo van a querernos si no pueden vernos tal y como somos?
“La vulnerabilidad es el lugar de nacimiento de la conexión y la ruta de acceso al sentimiento de dignidad”.
-Brené Brown-
Ahora bien, en un mundo en el que impera la tiranía de la perfección no es fácil lidiar con esto. A día de hoy, ser vulnerable tiene una connotación negativa. De ahí que nuestra tendencia sea ocultar lo que nos hace sentir más frágiles, más indefensos y menos válidos. Por lo que huimos de todo aquello que nos recuerda que no somos perfectos, que cometemos errores y que de algún modo nos hace pasar vergüenza.
Por ejemplo, querer tener siempre la razón, creer que se tiene la vida perfectamente controlada o que no se es culpable de nada son solo formas que algunas personas ponen en marcha para evadirse del sentimiento de incomodidad y del dolor.
Sin embargo, esta huida solo conlleva un rechazo hacia lo que uno es, un destierro hacia la invisibilidad que deriva en la no aceptación de uno mismo. Y así es imposible que germinen las semillas de la valentía y el cambio porque únicamente estamos rodeados de miedos…
Por lo tanto, reconocerse como vulnerable es atreverse a dar la cara y dejarse ver, arriesgarse a que los demás nos vean tal y como somos: con fortalezas, pero también con heridas e inseguridades. Es mostrarse sin máscaras y abandonar la idea de llegar un día a ser perfectos e inmunes, porque como dice Brené Brown, eso no existe en la experiencia humana.
“No es el hombre crítico el que importa, ni el que se fija en los tropiezos del hombre fuerte, ni en qué ocasiones el autor de los hechos podía haberlo hecho mejor. El mérito es del hombre que está al ruedo, con el rostro cubierto de polvo, sudor y sangre; del que lucha valientemente; del que yerra; del que fracasa una y otra vez, porque no hay intento sin error ni fallo; del que realmente se esfuerza por actuar; del que se entrega a una causa digna; del que, en el mejor de los casos, acaba conociendo el triunfo inherente a un gran logro, y del que, en el peor de los casos, si fracasa, al menos habrá fracasado tras haberse atrevido a arriesgarse con todas sus fuerzas”.
-Theodore Roosevelt-
Para ser valiente hay que arriesgarse
La valentía no está reñida con la vulnerabilidad, aunque se suela pensar que sí. Ser valiente es reconocerse en primer lugar como vulnerable porque implica ir más allá de los miedos para mirarnos al espejo y vernos tal y como somos. Se trata de apostar por uno mismo, por aquello en lo que se cree a pesar de las inseguridades; de dar un paso adelante cuando el cuerpo tiembla y se hace pedazos por dentro, de continuar aun sin garantías…
Ser valiente consiste en implicarse, pero no de forma superficial, sino de verdad: teniendo en cuenta que puede que salga bien o no, pero que lo importante es intentarlo cuando no podemos controlar el resultado. Implica abandonar la comodidad, para decidir qué hacer y hacia dónde ir.
Así, en lugar de esperar a que todo suceda como imaginamos y a que llegue la ocasión perfecta, tenemos que atrevernos y arriesgarnos. Porque por mucho que queramos, hay muy pocas cosas que están aseguradas en esta vida. Lo que ocurre es que esto no es posible si uno no acepta ser vulnerable.
Por todo ello, la valentía está directamente relacionada con la vulnerabilidad, pues no se trata de no tener miedos, sino de trascenderlos; de tener el coraje suficiente para enfrentar las situaciones que se nos presentan en nuestro día a día, a pesar del miedo, de la vergüenza y de cualquier otro sentimiento que nos impida avanzar.
Por lo tanto, ¿se puede ser valiente siendo vulnerable? Por supuesto, lo cierto es que no puede ser de otra manera…
“Puedes elegir valentía o puedes elegir comodidad, no puedes tener ambas”.
-Brené Brown-
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- Brown, Brené (2016). El poder de ser vulnerable. Urano: Barcelona.