Solo por hoy, cierra los ojos e imagina que eso tan bonito se hace realidad
Solo por hoy, permítete sentir la vida con la misma esperanza que un niño. Solo por hoy, apaga el rumor de las presiones, los miedos, las obligaciones y detén el murmullo de los entornos tóxicos. Hazlo, toma aire, respira hondo, cierra los ojos y… confía. Imagínate por un segundo que aquello que esperas, llega. Permítete confiar en que eso tan hermoso con lo que sueñas, se cumple.
Dicen que soñar es gratis, pero admitámoslo, llega un instante en que la mente se cansa de divagar por esos islotes de Circe, por esos mundos satinados de felicidades y donde las metas se conquistan como en un sortilegio. Poco a poco perdemos la esperanza en el valor de los sueños porque la realidad en ocasiones es dura, es ácida como el limón, oscura como ese café que tomamos por las mañanas para despertar cuanto antes de nuestro letargo nocturno.
“La sabiduría suprema es tener sueños lo bastante grandes para no perderlos de vista mientras se persiguen”
-William Faulkner-
Podríamos decir, casi sin temor a equivocarnos, que al final sucede: uno deja de soñar tanto como antes, deja de pedir deseos a las estrellas fugaces porque cargamos ya con un pesado rodaje de metas frustradas, de duras decepciones que sin querer han moldeado casi por completo nuestro corazón y apagado esa llama que durante un tiempo, nos hizo creer que todo era posible.
Sin embargo, y esto conviene tenerlo muy presente, si hay algo que siempre ha definido al ser humano es su capacidad inagotable para soñar, para divagar en supuestos imposibles, para fantasear con diferentes variables de la realidad hasta conformar un mapa del tesoro que nos anima a seguir adelante. Supone la mecha que enciende nuestra motivación y nos da fuerza y coraje para continuar en una lucha sin fin, donde quien pierde el aliento y deja de soñar se queda atrás…
Cierra los ojos para soñar… Después, ábrelos para construir tu realidad
Visualicemos por un instante, a esa persona que se ha cansado de soñar. Pongámosle rostro. Lejos de tomar su actitud como algo anecdótico es necesario profundizar en todo lo que hay detrás. Porque quien no sueña, quien no proyecta o no se permite relativizar su realidad dotándola de deseos y caminos alternativos es porque sencillamente, ha perdido la esperanza. Y nada puede ser más desolador.
Puede que a esa persona la convencieran alguna vez de que la felicidad era poco más que una promesa a la cual esperar en una esquina. Puede que se leyera también mil y un libros de esa psicología positiva más radical, esa donde a menudo, queda impresa la ley de la atracción. Bien, cabe decir que a día de hoy emerge un movimiento que tal vez serviría de gran ayuda a esta persona que hemos visualizado, y a la que posiblemente hayamos puesto nombre.
La felicidad, en gran parte, pasa por saber gestionar de forma acertada las emociones negativas, las decepciones de las que emergen y tolerar las frustraciones. En este sentido, muchas veces los grandes esfuerzos no son recompensados con resultados de la misma magnitud; es más, a veces se quedan en nada. La vida a menudo es falible y poco consecuente, algo que no tenemos más remedio que asumir.
Sin embargo, sigue siendo vital cruzar cada poco tiempo los bastidores de nuestra realidad inmediata para enredarnos, sumergirnos y escapar con algún que otro sueño, deseo o anhelo… Es un modo de seguir vivos y de renovar esperanzas, porque es en los sueños donde prende la chispa de la creatividad y las segundas oportunidades.
Henriette Anne Klauser es una de las escritoras más conocidas en lo que se refiere al crecimiento personal, en facilitar estrategias a las personas para pensar y potenciar su creatividad. Así, algo interesante que nos propone a través de su libro “¡Escríbalo y hágalo realidad! es que debemos soñar con los ojos cerrados y después, escribir esos deseos.
Se trataría en realidad de escribir un guión vital con pequeñas metas a corto y largo plazo con el fin de crear un plan. Una vez elaborado faltaría el paso más valiente: abrir los ojos y luchar por ellos.
Es momento de reclamar los sueños que dejamos atrás
Hagámoslo, cerremos por un momento los ojos y volvamos durante un segundo con esa persona que fuimos ayer. Alguien con más ilusiones, alguien más confiado y con menos experiencia quizá. Fue esa época en que el futuro se nos antojaba como un campo abonado de estrellas; bastaba con coger una para pensar que todo era posible. Más tarde, quizá, llegaron las decepciones y esa vía de sentido único donde los prejuicios, los miedos y las inseguridades nos hicieron decirnos aquello de “no lo hagas, no sueñes o sufrirás”.
“No duermas para descansar, duerme para soñar, porque los sueños están para cumplirse”
-Walt Disney-
Randy Pausch, un conocido profesor de ciencias y conocido por dar una clase magistral sobre la vida y la muerte, dijo que siempre llega un momento en que uno debe decidir si es una persona valiente o no, si el corazón alberga aún la suficiente esperanza para luchar aquello que se quiere y si en realidad, uno se siente verdaderamente merecedor de aquello con lo que sueña. Si todas las respuestas son positivas, no hay otra opción más que dar el paso, ir a por ello.
Para concluir, es nuestro deber reclamar a ese niño ilusionado que fuimos ayer, a esa versión de nosotros mismos que una vez dejamos por el camino por miedo o porque cometimos el imperdonable error de subestimarnos. Recuperemos por tanto esa luz de la inocencia del ayer para combinarla con la astucia y el rodaje vital que hemos adquirido en el presente. Cerremos los ojos e imaginemos que lo imposible se vuelve posible, que lo que tanto ansiamos llega… Soñemos también con que tenemos el bastante coraje de luchar por aquello que deseamos.
Imágenes cortesía de The Zoork