Tener variabilidad de emociones es salud mental
La emodiversidad hace referencia a la amplitud del espectro emocional. Detrás de este concepto hay toda una corriente que cuestiona que la estabilidad emocional sea uno de los baluartes de la salud mental.
Sin embargo, la mayoría de nosotros hemos luchado por tener una mayor estabilidad en nuestras emociones. Se nos ha enseñado a luchar por “obtener” algunas emociones manejables y preferiblemente positivas como la felicidad, la gratitud y la satisfacción, evitando todo lo demás.
Mantener una estabilidad emocional es la mejor manera de mejorar nuestro bienestar físico y mental, nos dicen. ¿Pero realmente es así? Según algunas investigaciones, cada vez hay más pruebas de que residir en un ancho de banda emocional estrecho es perjudicial.
Puede darte un aura “fría y estable”, pero esto no ayuda demasiado a la salud mental. Más bien, es la capacidad para experimentar una amplia gama de emociones lo que determinará tener una mejor salud mental. En otras palabras, cuantas más emociones sientas (incluso negativas, según algunas investigaciones), más feliz serás.
Emodiversidad: el origen del término
La idea de que una vida emocional rica y multifacética conduce a una mejor salud se introdujo por primera vez en un estudio masivo de 2014 publicado en el Journal of Experimental Psychology. En él participaron científicos estadounidenses y europeos de cuatro países y más de 37 000 personas.
Los investigadores dividieron el estudio en dos partes.
Primer estudio
Este estudio exploró el vínculo entre la emodiversidad y la depresión. Se pidió a los participantes que calificaran la frecuencia y el grado en que experimentaron nueve emociones positivas (como alegría, esperanza) y nueve emociones negativas (incluidas la ansiedad, el miedo y la culpa). Calificaron cada emoción en una escala que va desde nunca (puntuación de 0) hasta la mayor parte del tiempo (puntuación de 4).
Los resultados mostraron que cuanto mayor era la emodiversidad de una persona, menos probable era que estuviera deprimida. Esto fue cierto para todas las personas ricas en emodiversidad, ya sea que experimentaran una gran cantidad de emociones positivas, emociones negativas o una rica combinación de ambas.
Segundo estudio
El segundo estudio exploró cómo la alta emodiversidad afecta la salud física. Se preguntó a los participantes con qué frecuencia y en qué medida experimentaron diez emociones positivas y diez emociones negativas.
Una vez más, las personas que eran emodiversas, ya sea que tuvieran un sesgo hacia las emociones positivas o negativas, eran más saludables. Esto incluyó un 25 % menos de visitas al médico y un tercio menos en costos médicos.
Conoce, etiqueta y diferencia tus sentimientos
Profundizar en las emociones no es tan fácil, pero la rueda de emociones puede ayudarnos a entender nuestra emodiversidad.
Saber realmente cuáles son nuestros sentimientos es un gran paso. Podemos tener un rico tapiz de emociones o podemos ceñirnos a las 5 o 6 que nos “permitimos” tener.
El simple hecho de saber que negar nuestros sentimientos no ayuda, puede hacer que estemos más dispuestos a tener curiosidad sobre lo que realmente sentimos.
Por ejemplo, alguien podría decirnos algo que nos enfada y si profundizamos en ellos, además de heridos, podemos estar también asustados y vulnerables. Nuestra respuesta puede ser diferente si permitimos esos sentimientos.
La variabilidad de emociones como predictor de resiliencia
La emodiversidad aumenta la resiliencia a los eventos negativos, ya que puede evitar que emociones específicas, como el estrés agudo, la ira o la tristeza, dominen el ecosistema emocional.
Por ejemplo, la experiencia de tristeza prolongada puede conducir a la depresión. Sin embargo, la experiencia conjunta de tristeza e ira, aunque sea desagradable, puede evitar que las personas se retiren por completo de su entorno.
La misma analogía de la biodiversidad podría aplicarse a la emoción positiva. Los humanos son notoriamente rápidos para adaptarse a una experiencia emocional positiva dada. Por tanto, las experiencias positivas que son diversas pueden ser más resistentes a tal extinción.
La importancia de al emodiversidad en los niños
¿Preferirías pasar el día sintiéndote feliz o feliz con algunos momentos de tristeza, frustración y ansiedad?
La mayoría de nosotros elegiría la primera opción en un santiamén. Los psicólogos también defendieron durante mucho tiempo esta teoría.
No es de extrañar que cuando se les pregunta a las personas qué emociones quieren sentir, pongan un fuerte énfasis en querer sentir principalmente emociones positivas. Sin embargo, así como los entornos físicos florecen a través de una biodiversidad de flora y fauna, la emodiversidad favorece el bienestar de la mente humana. Asume que la mente es un ecosistema psicológico interno y abstracto que también puede beneficiarse al experimentar una amplia diversidad de emociones.
Aunque todavía es una idea nueva, el rendimiento de la emodiversidad es evidente: los adultos que experimentan una mayor diversidad de emociones informan también de menos síntomas de depresión y pasan menos días en un hospital.
Las emociones pueden servir como una guía en el mapa de la experiencia humana, ya que llevan la atención hacia los marcadores importantes de nuestro entorno. Son señales de advertencia hacia las cosas que deben notarse, cambiarse, procesarse y comprenderse.
Por tanto, los ingredientes emocionales que subyacen al bienestar pueden ser más diversos que simplemente sentirnos bien o tener emociones positivas. Además, los adultos que experimentan una gama amplia de emociones positivas (por ejemplo, calma, diversión, entusiasmo y orgullo) exhiben marcadores orgánicos de inflamación más bajos, lo que sugiere que la felicidad no es el único sentimiento positivo que confiere beneficios para el bienestar.
La importancia de formentar la emodiversidad en los niños
Si tener muchas emociones diferentes es bueno para nuestra salud como adultos, tenemos que fomentar la emodiversidad en niños, algo que raramente hacemos.
Por ejemplo, existen diferencias de género en la diversidad de palabras emocionales que los padres usan en conversaciones con niños y niñas. Al examinar conversaciones entre madres e hijos pequeños, las madres que interactuaban con hijas empleaban un vocabulario emocional de mayor densidad y profundidad, mientras que las conversaciones con hijos tendían a centrarse principalmente en una sola emoción: la ira.
Independientemente de si las diferencias de género en el comportamiento adulto surgen de procesos psicológicos conscientes o inconscientes, una cosa está clara: los niños crecen en un mundo habitado por una gama más estrecha de emociones, en el que sus experiencias de ira se notan, se infieren y potencialmente incluso se cultivan. Esto deja otras emociones, particularmente las más vulnerables, dolorosamente ignoradas en sus mentes en crecimiento.
La falta de diversidad emocional no solo es importante para los niños pequeños, sino que también lo es a medida que los niños pequeños emocionalmente restringidos maduran y se convierten en adultos con repertorios emocionales más rígidos.
Experimentar toda la gama de emociones puede no solo beneficiar la salud psicológica de los niños, sino también tener beneficios para la sociedad en general.
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