Todos somos normales hasta que se demuestra lo contrario

Todos creemos ser personas normales y juzgamos a quienes difieren de nosotros. En realidad, cada individuo es único y esto es lo que nos enriquece.
Todos somos normales hasta que se demuestra lo contrario
Elena Sanz

Revisado y aprobado por la psicóloga Elena Sanz.

Escrito por Elena Sanz

Última actualización: 15 diciembre, 2021

Normalidad y rareza son dos de los conceptos más ambiguos pero, paradójicamente, también de los más utilizados en el día a día. Todos hemos escuchado o pronunciado afirmaciones como “¿por qué no puedo encontrar una pareja normal?”, “no busques amistades en internet, ahí solo hay gente rara” o “es una persona muy extraña, no habla con nadie”.

En realidad, ¿a qué nos estamos refiriendo con estos términos? Probablemente, para cada uno de nosotros el significado sea diferente; por ello, no tenemos la potestad de juzgar quienes son personas normales y quienes no.

Esta es una de las mayores preocupaciones que todos compartimos: encajar en la sociedad. Finalmente, nuestra especie necesita la interconexión con los otros para sobrevivir y desarrollarse.

Ser criticado, rechazado o aislado por los demás puede causar graves daños a la autoestima; pero, por otro lado, forzarse a entrar en el molde impuesto desde el exterior es un camino seguro a la infelicidad. Entonces, ¿por qué nos empeñamos en etiquetar a las personas?, ¿por qué buscamos homogeneizarnos cuando cada uno de nosotros es un universo complejamente único?

Mujer pensando

¿Quiénes son las personas normales?

Si nos ceñimos a la semántica, lo normal se define como aquello que se ajusta a la norma; es decir, aquello que cumple con las características más habituales o corrientes, sin exceder o adolecer. Así, solemos considerar como personas normales a aquellas que se ajustan a lo socialmente esperado para el momento vital en el que se encuentran.

Prácticamente, desde que nacemos se nos evalúa en base a esa supuesta normalidad. Si un bebé tarda algo más en comenzar a caminar o en decir sus primeras palabras, el entorno critica y los padres se preocupan. Pero si un niño se muestra más curioso e inteligente que la media, también es objeto de críticas y miradas. Con suerte, se dirá que es diferente o especial.

A medida que crecemos los juicios y las normas continúan. Debemos obtener buenas calificaciones, tener una vida social activa, mantener una relación, encontrar un buen empleo, casarnos, tener hijos… y todo esto en el momento que a la sociedad le parece adecuado. ¿El precio de no cumplir con alguno de estos pasos? Ser considerado raro y recibir cuestionamientos constantes. 

El peligro de buscar la normalidad

Con la intención de evitar salirnos de estos estrictos estándares, nos esforzamos cada día por encajar. La persona tímida se fuerza a ser sociable, quien odia su trabajo se mantiene en él, relaciones vacías y dañinas continúan durante años por no enfrentarse al qué dirán. Si nos detenemos a analizarlo, la presión es más fuerte de lo que imaginamos.

El problema se encuentra en que esta normalidad no busca nuestra felicidad ni nuestro bienestar, no busca que crezcamos y nos desarrollemos como individuos, sino que encajemos. No nos quiere libres y diversos, como trazos en un mural, sino homogéneos y constreñidos, como ladrillos en un muro.

La necesidad de cumplir con estas exigencias externas puede enfermarnos a nivel físico y emocional. Trastornos de ansiedad, depresión, miedos, frustración, insatisfacción… pero también dolores, molestias, enfermedades psicosomáticas.

Quienes se salen de la norma sufren el rechazo, y quienes se ajustan a ella padecen la restricción. ¿Realmente esto es lo que deseamos para nosotros mismos y para los demás?

Hombre que se siente juzgado

Abraza tu rareza

La solución a esta situación desgastante, dolorosa e injusta está en nuestras manos y pasa por abrirnos a la diversidad. Pasa por dejar de encasillar y categorizar y comprender que todos somos diferentes y que son estas diferencias las que pueden enriquecernos como sociedad.

Los introvertidos aportan profundidad, los extrovertidos alegría. Hay individuos prácticos y otros soñadores, hay quienes aman escuchar y quienes son excelentes comunicadores. Tu sueño puede ser formar una familia y el de alguien más emprender y viajar por el mundo, y todo es válido.

Cuando dejamos de juzgar a otros, nos permitimos también a nosotros mismos la libertad de ser; descubrimos que quizá nuestras metas no son las que otros nos han marcado, que somos muy diferentes a lo que pretendíamos ser para obtener aprobación. Todos somos normales hasta que se demuestra lo contrario, hasta que descubrimos el océano de particularidades que nos habita.

No hay nadie igual a ti y ese es tu poder. Abraza tu rareza y admira la de quienes te rodean. Finalmente, todos somos seres mágicamente singulares luchando inútilmente por parecer normales.


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  • Carmona Schiller, E. (1972). Motivaciones de la conducta humana: necesidad de aprobación en el hombre. Recuperado de: https://redined.educacion.gob.es/xmlui/handle/11162/90790
  • Aranda, A.E., García-Campos, T., Domínguez-Espinosa, A., García y Barragán, L.F., García-Alcaraz, J.G. (2015) Efectos de la cultura en la necesidad de aprobación social y en la ansiedad. XLII Congreso Nacional de Psicología 2015. México.

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