¿Podemos transformar las rabietas en una oportunidad educativa?
Las rabietas de nuestros hijos pueden estar indicándonos que se siente frustrados o desbordados a nivel emocional. Por ello, identificar cuándo y por qué se producen nos dará pistas sobre cómo ayudarlos a gestionarlas adecuadamente.
Ahora bien, cuando la pataleta ha terminado se abre una ventana de aprendizaje para que junto a ellos reflexionemos sobre lo sucedido. De esta forma, podemos invitarles a reflexionar sobre cuáles podrían haber sido las posibles respuestas positivas a lo ocurrido, así como enseñarles a comunicarse mejor desde el conocimiento de sus emociones.
A continuación explicamos varias estrategias a utilizar durante y después de las rabietas para convertir este tipo de situaciones en oportunidades de aprendizaje y hacerlas así mucho más llevaderas. Profundicemos.
“Lo que se les dé a los niños, los niños darán a la sociedad”.
-Karl A. Menninger-
Cómo actuar durante una rabieta
Mantener la calma
Perder los nervios ante una rabieta puede complicar la situación mucho más, ya que subimos el tono y como consecuencia, los niños pueden sentirse más estresados. Además es muy probable que demos un mal ejemplo si lo hacemos. La tarea del adulto es mostrar al niño otras formas de manejar la frustración y de expresar sus sentimientos y deseos.
Es importante, por tanto, conservar la calma y concentrar nuestros esfuerzos en el niño. De este modo, nos convertiremos en una figura de referencia a la que puedan recurrir cuando no sean capaces de controlar sus emociones.
“No les evitéis a vuestros hijos las dificultades de la vida, enseñadles más bien a superarlas”.
-Louis Pasteur-
No personalizar la situación
En general, cuando nuestros hijos tienen una rabieta, no lo hacen para llamar nuestra atención, ni para provocarnos o enfadarnos. Lo que les suele pasar es que se encuentran desbordados emocionalmente por la situación en la que se encuentran y no saben actuar de otra manera. Sienten frustración o rabia y lo expresan a través de una pataleta.
Lo importante es que no nos tomemos su enfado como algo personal, sino como una forma de reaccionar ante lo sucedido que pueden aprender a gestionar.
Probablemente la forma que tenemos de gestionar nuestras emociones está relacionada con la forma en que nuestros padres nos enseñaron a gestionarlas. Por eso es tan importante que entiendas que eres el principal ejemplo para tus hijos.
Si nuestros padres se tomaron nuestras rabietas como algo personal hacia ellos, y no nos enseñaron otra forma de expresar nuestras emociones, es probable que experimentemos muchas emociones negativas durante las rabietas de nuestros hijos y que además, no sepamos manejar.
“Dale a tu hijo una idea constructiva, y lo habrás enriquecido para siempre”.
-Montaper-
Ser empáticos
Es fundamental empatizar con nuestros hijos y con sus sentimientos e intentar poner en palabras simples a aquello que creemos que les pasa. Todo esto, utilizando una voz tranquila y acogedora y poniéndonos a su altura para dirigiros a ellos. Así, se sentirán más escuchados y comprendidos.
Recordemos que las rabietas no son un ataque personal hacia nosotros. Los niños son los que peor lo pasan al no saber canalizar sus sentimientos negativos. Quizás en ese momento la única forma que tienen de expresarse es mediante gritos y llantos que tenemos que tratar de traducir, para que en el futuro ellos sepan también hacerlo.
Por otro lado, la empatía no significa que debamos ceder ante la rabieta. Si lo hacemos, no estaremos ofreciéndoles herramientas para que aprendan a gestionar sus emociones. Por el contrario, estaremos ofreciéndoles un recurso para que cada vez que quieran algo se expresen a través de la rabieta como método para conseguirlo.
Así, ser empáticos con ellos significa tratar de traducir lo que pensamos que les sucede. Por ejemplo, “creo que te has enfadado porque estabas entretenido jugando y nos teníamos que ir” o “querías ponerte los zapatos solo, pero te he tenido que ayudar y te has sentido frustrado”. De esta manera, el niño sentirá que te estás poniendo en su lugar y facilitará que se calme y te escuche.
Ofrecerle una alternativa y ayudar a cambiar el foco de atención para evitar que se vuelva un bucle puede también ser una buena alternativa. Sin embargo, esto funciona mejor una vez que están más calmados y se sienten comprendidos. Si lo hacemos inmediatamente cuando están en el pico más alto de la rabieta, podríamos provocar más frustración en ellos.
“Educar no es dar carrera para vivir, sino templar el alma para las dificultades de la vida”.
-Pitágoras-
¿Qué hacer cuando una rabieta termina?
Ofrecer una fuente de contención
Al finalizar una rabieta o cuando se hayan calmado un poco, podemos ofrecerles un abrazo o algunas caricias. También podemos invitarle a que se lave la cara y beba un vaso de agua. Si no lo acepta, podemos acompañarlo, respirar juntos o explicarle que puede pedir un abrazo cuando lo necesite.
En el caso de que la rabieta incluya golpearse a sí mismo es importante que lo contengamos lo más firmemente posible y le hagamos saber que eso no está bien. Si trata de golpearnos a nosotros, tenemos que cogerlo muy firmemente (sin hacerle daño) y dejarle muy claro que eso no esta permitido.
No ceder
Es importante no hay que ceder ante aquello que nos pedían, aunque ya no lo estén pidiendo a gritos. Si lo hiciéramos, podría provocar que nuestros hijos usasen las rabietas para conseguir cosas o como medio de expresión. Sin embargo, sí que podemos ofrecer todo tipo de atención positiva, caricias o abrazos. Esto les confirmará que los queremos pase lo que pase.
Por otro lado, también podemos negociar y dar más opciones, ya que es una forma de mostrar a nuestros hijos que son escuchados y los tenemos en cuenta.
“Hay dos legados perdurables que podemos transmitir a nuestros hijos: uno son raíces, el otro son alas”.
-Hodding Carter-
Aprovechar las oportunidades de aprendizaje
Una vez que el niño se encuentre calmado, podemos hablar con él de lo que ha pasado. Dejemos que trate de explicarnos lo que ha sentido y tratemos de explicarle lo que hemos visto y cómo nos hemos sentido. También podemos utilizar este momento para pensar en formas alternativas de enfrentar estas situaciones cuando vuelvan a suceder.
Ahora bien, si nuestros hijos son pequeños será necesario que interpretemos y pongamos palabras a lo que creemos que les ha pasado. También que las soluciones se las demos nosotros hasta que podamos encontrarlas juntos.
¿Qué no hacer durante una rabieta?
- No es apropiado usar gritos ni castigos físicos.
- Cualquier estrategia que provoque más estrés, puede tener consecuencias a largo plazo. Por lo tanto, no debemos emplearlas.
- No dar explicaciones largas durante la rabieta, porque no nos están escuchando.
- Tampoco es apropiado dejarlos solos en la habitación o castigarlos allí. Esto puede provocar que tengan mayores problemas para manejar sus emociones.
- Si ocurre en un lugar público, no tirar de ellos ni obligarles a abandonar el sitio o gestionar la situación en el lugar y lo antes posible, sin importar si la gente nos esta mirando o lo que pudieran pensar.
La etapa de las rabietas es una fase normal en el desarrollo de los niños, siempre y cuando no se traspasen determinados límites. De hecho, pueden convertirse en una oportunidad para aprender a tolerar la frustración y expresar las emociones negativas. Esto es algo de vital importancia para vivir en una sociedad con límites y normas.
Las rabietas nos permiten a padres e hijo ir practicando para ganar en tolerancia ante nuestras frustraciones, errores, equivocaciones, desilusiones o pérdidas. Por lo tanto, también son oportunidades para enseñarles habilidades emocionales que les ayudarán a ser adolescentes y adultos con mayor madurez interna.