13 preguntas frecuentes tras la muerte de un ser querido
La muerte de un ser querido nos genera gran pesar y nos hace entrar en un estado de letargo del que nos parece que nunca más saldremos. Este es un estado natural tras una pérdida, es el duelo que se conforma de manera única en cada persona.
Porque cuando alguien se va, algo dentro de nosotros se resquebraja. Es un sentimiento de difícil explicación que conlleva multitud de pensamientos y preguntas a las que muchas veces no podemos dar respuesta.
Para atender a estos sentimientos y ayudarnos debemos permitirnos explorar y sacar a la luz aquellas preguntas que nos atormentan y que dirigen nuestra mente. Hablar y no vetar es esencial. Las respuestas ante esto son muy variables, pudiendo ir desde el llanto y la ansiedad hasta a la tristeza y el miedo.
Es fundamental que nos demos tiempo para reaccionar y elaborar, así como permitir que las personas que nos quieren nos acompañen. El silencio, la mirada, el tacto y la presencia sin muestras de prisa o incomodidad tienen más valor que las palabras en estos instantes.
Miro hacia el cielo y trato de verte entre tantas estrellas, busco entre las sombras tu imagen perdida.
Dibujo tu rostro en las nubes que veo pasar, viajando sin rumbo fijo y, guiándome por la luna, le pregunto:
¿Dónde estás?
Y enseguida mi pecho se agita dándome la respuesta con una lágrima derramada que me hace comprender de nuevo: No estás aquí, permaneces en mi corazón.-Autor desconocido-
13 preguntas y 13 respuestas tras la muerte de un ser querido
Aunque cada persona vive la muerte de un ser querido de diferente manera hay algunas preguntas que son comunes durante el duelo. No podemos obviar esta realidad, ya que suman gran desazón e incertidumbre a nuestro estado emocional. Repasemos algunas de las más frecuentes (Martínez González, 2010):
1. ¿Me olvidaré de su voz, su risa, su cara?
Cuando una persona cercana fallece ponemos todo nuestro empeño en que esté presente en las cosas cotidianas. Sentimos que no recordar su risa, su mirada, su rostro y su forma de caminar sería como traicionar a su persona. Sin embargo, el tiempo hace que su recuerdo no sea tan nítido y nos asalten las dudas, generando gran pesar la posibilidad de olvidar aquello que físicamente le definía.
Ante esto debemos saber que, aunque nuestra persona querida no esté y no podamos tocarla o escucharla, permanece en nuestro corazón. El afecto y los momentos vividos permanecen en nuestro corazón y nada ni nadie podrá arrebatárnoslo, ni siquiera el tiempo.
2. ¿Me estoy volviendo loco/a? ¿Podré soportarlo?
La pérdida de un ser querido provoca un estado de shock, de bloqueo, que es extremadamente difícil y enajenante. Tantas emociones juntas generan la sensación de que hemos perdido el control sobre nosotros mismos. Cabe decir que casi siempre esto se conforma como una etapa transitoria necesaria para elaborar el acontecimiento sufrido, es como un mecanismo de defensa que alinea nuestra gran fortaleza interior para aunar las energías que necesitamos para salir a flote y continuar con nuestra vida.
3. ¿Cuánto tiempo dura esto?
La respuesta a esta pregunta es altamente variable, pues el tiempo depende de las circunstancias sobrevenidas, de las características personales, de la relación que nos unía, del modo en que sucede la pérdida, etc. No obstante el primer año es muy difícil, ya que todo nos recuerda a la persona fallecida en tanto en cuanto van sucediéndose fechas señaladas en el calendario. Las primeras navidades, los primeros cumpleaños, las primeras vacaciones, etc.
El desconsuelo por no poder compartir los acontecimientos, los logros y los sentimientos con esa persona nos hacen revivir la tragedia de manera constante. Sin embargo podemos decir que ese tiempo interno no es un tiempo pasivo, pues nos ayuda a aceptar la muerte y a convivir con ella lentamente.
4. ¿Volveré a ser como antes?
La respuesta es NO. Evidentemente la muerte de un ser querido nos marca y nos rompe, lo cual inevitablemente nos cambia. Perdemos partes de nosotros mismos, partes que se van con esa persona. Maduramos en unos aspectos, restablecemos nuestro sistema de valores, le damos importancia a cosas distintas, pensamos de manera diferente. Todo ello constituye un aprendizaje que frecuentemente se transforma en un compromiso mayor con la vida.
5. ¿Por qué me ha sucedido esto a mí? ¿Por qué se ha ido? ¿Por qué ahora?
En un intento desesperado por comprender lo incomprensible y lo injusto nos hacemos este tipo de preguntas. Estas tienen la función de ayudarnos a repasar, a analizar y a comprender la realidad de manera racional, pues sentimos la necesidad de controlar y manejar la situación para combatir la angustia.
La muerte de un ser querido siempre es inoportuna e indeseable. Ante la ausencia de respuestas acabaremos preguntándonos un “para qué”, lo cual resultará mucho más adaptativo para reestructurar nuestra experiencia y nuestro duelo.
6. ¿Estoy enfermo/a?
No. La angustia y los sentimientos dolosos por la pérdida de un ser querido no conforman una enfermedad, es un proceso natural que debemos atender. Esto no quiere decir que no debamos prestar especial atención, siempre debemos de meditar sobre ello adecuadamente. Necesitaremos un tiempo indeterminado para recuperarnos y restablecer un equilibrio psicológico que nos permita manejar nuestras emociones y nuestros pensamientos.
Sin embargo, cuando el duelo sobrepasa el año de duración y los síntomas siguen siendo desadaptativos, sí podemos hablar de un duelo patológico. ¿Qué son los síntomas dasadaptativos? Aquellos que nos impiden llevar a cabo una vida normal, por ejemplo, un nivel tan alto de ansiedad que interfiera con nuestro rendimiento cotidiano y laboral. En este caso deberemos pedir ayuda especializada para que nos ayude a superar este etapa.
7. ¿Necesito ayuda psicológica?
Lo sano es estar mal durante el período de duelo. En los primeros momentos el doliente necesita expresar, repasar y rememorar al ausente de manera constante una y otra vez. Algunas personas necesitan que un profesional marque los límites del malestar así como ser escuchado, acompañado y comprendido incondicionalmente.
Esto lo ofrece la terapia pero, sin duda, no todo el mundo necesita ayuda terapéutica para recorrer el camino. Por lo tanto esto dependerá de las condiciones personales. En caso de necesitar ayuda, la intervención se puede resumir en cinco puntos (Meza, 2008):
- Mejorar la calidad de vida del sufriente.
- Disminuir el aislamiento social.
- Aumentar la autoestima.
- Disminuir los niveles de estrés.
- Mejorar la salud mental (prevención de enfermedades).
8. ¿Qué hago con sus cosas?
Las reacciones suelen ser extremas. Algunas personas se deshacen de todo bajo la idea de que mitigará el dolor por el recuerdo, mientras que otras conservan todo de la misma manera que el difunto lo dejó. Cualquier reacción nos indica que no hay aceptación ante la pérdida, por lo que se hace recomendable ayudar a esa persona a asimilar la ausencia.
No hay una manera más sana que otra de proceder, pero lo que sí que es aconsejable es no caer en extremos. Lo más saludable es ir deshaciéndonos o distribuyendo las cosas poco a poco, según vayamos teniendo fuerzas y elaborando la pérdida. No obstante tenemos que tener en cuenta que conservar aquellas cosas de más valor sentimental nos ayudará a recordar con cariño y afecto dentro de la significado que le otorguemos.
9. ¿El tiempo lo cura todo?
El tiempo no lo cura todo pero, sin duda, nos ofrece perspectiva. Al poner experiencias y tiempo en el camino, ponemos distancia entre el doloroso acontecimiento y el presente. Esto provoca que tengamos que elegir tomar una u otra actitud ante la vida: podemos tener una actitud derrotista o podemos tener una actitud de superación. El tiempo nos ayuda a replanteárnoslo.
10. ¿Cuándo se acaba el duelo?
El equipo de Érika Meza (2008)afirma que el duelo se ha superado cuando somos capaces de volver a hablar del ser fallecido sin dolor. Al mismo tiempo que volvemos a ser capaces de invertir las emociones en la vida y en los vivos. Cuando las energías las invertimos en las relaciones, en nosotros mismos, en nuestros proyectos laborales y en sentirnos mejor, es cuando comenzamos a renovar nuestra ilusión por la vida.
Es ese momento en el que ya podemos recordar con cariño, con afecto y con nostalgia, pero el recuerdo no nos enmarca en un dolor profundo, en un estado emocional sinfín.
11. ¿Qué puedo hacer con todo esto que experimento y siento?
Tras el torbellino de emociones y sensaciones que nos han embargado nos encontramos ante el planteamiento de la utilidad. Cada una de estas manifestaciones tiene un significado íntimo que hemos de trabajar, explorar y descifrar para reconstruirnos. Puede ayudarnos escribir sobre ello, escuchar música que invite a procesar las emociones o realizar alguna actividad significativa para nosotros.
Esto nos ayudará a agradecer y recordar con cariño a la persona fallecida, la cual nunca nos abandonará porque permanecerá en nosotros a modo de recuerdos y aprendizajes. Nosotros seremos su esencia, esa esencia que nunca desaparecerá.
12. ¿Cuáles son los signos del duelo?
Tras la muerte de un ser querido es posible experimentar muchos sentimientos. A menudo se siente tristeza, ansiedad, ira, culpa, cansancio, impotencia y soledad. Algunas personas sienten vergüenza, otras sienten alivio.
También hay ciertas sensaciones físicas que suelen experimentarse: opresión en el pecho o la garganta, dolor en el área del corazón, palpitaciones, mareos, náuseas, temblores, etc.
Por su parte, las personas en duelo a veces no duermen bien o duermen demasiado. Lo mismo ocurre con sus hábitos alimenticios: comen muy poco o demasiado, o comen de manera inapropiada. Pueden tener sueños o pesadillas inusuales, estar distraídos, retraerse socialmente o participar en una hiperactividad inquieta. Todos estos sentimientos y comportamientos son normales durante el duelo.
13. ¿Dónde se encuentra la esperanza después de la muerte de un ser querido?
Muchas son las ocasiones en las que las personas informan que se han vuelto más fuertes como resultado de la pérdida que han experimentado. Se vuelven más maduros, más comprensivos con los demás, más conscientes de sí mismos.
Otras personas aprenden nuevas lecciones sobre el significado de la vida, así como sobre el significado del amor. A menudo se trata de lecciones difíciles, lecciones que uno desearía no tener que aprender de esta manera. Pero son puertas de entrada a un futuro más brillante.
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Ilustración principal de Mayra Arvizo
Referencias bibliográficas
Martínez González, R.M. (2010). Cicatrices en el corazón tras una pérdida significativa. Bilbao: Desclée de Brouwer.