Aceptar la muerte… ¿Cómo lograrlo?

Aceptar la muerte… ¿Cómo lograrlo?
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 06 julio, 2019

No deja de resultar paradójico que nos cueste tanto aceptar el hecho más cierto de la vida: la muerte. Que todos vamos a morir es una verdad absoluta. Nadie escapa a ese destino y, aún así, pasamos buena parte de la vida tratando de ignorarlo o de evadirlo. Hay quienes incluso eluden hasta los pensamientos o las conversaciones que tengan que ver con la muerte.

No siempre ha sido así. En el antiguo Egipto , por ejemplo, la muerte era un tema diario. Los faraones y los notables, así como los esclavos inclusive, dedicaban buena parte de sus vidas a preparar la muerte. Lo usual era que los hombres de poder diseñaran sus tumbas con suficiente anticipación y suficiente lujo. Eso sí: no creían que la vida terminara con la muerte física.

Duerme con el pensamiento de la muerte y levántate con el pensamiento de que la vida es corta”.

-Proverbio-

Asimismo, los antiguos romanos tenían una costumbre muy diciente. Cuando los grandes generales obtenían una victoria militar entraban en la ciudad en medio de un callejón de honor. Eran vitoreados por todos. Sin embargo, detrás de ellos tenía que ir un esclavo repitiéndole una frase al oído: “Memento mori”. Esto quiere decir: “Recuerda que vas a morir”. No querían dañarle el momento, sino recordarle que ningún triunfo es tan grande como para estar por encima de la muerte.

La muerte como deseo y como finalidad

La Edad Media fue la época del oscurantismo religioso, al menos en Occidente. El mundo era visto como la creación de Dios y todo lo que ocurría en él tenía un significado dentro de la lógica divina. La muerte era el paso que permitía un encuentro con Dios. La vida física era solo una especie de preludio para esa existencia definitiva.

Uno de los escritos más representativos de la época es el poema “Vivo sin vivir en mí”, de Santa Teresa de Ávila. La primera estrofa dice: “Vivo sin vivir en mí,/y de tal manera espero,/que muero porque no muero”. Refleja una idea de la muerte como deseo. Sin embargo, persiste la imposibilidad de creer que hay un fin para la vida humana.

Como quiera que fuera, lo cierto es que la muerte era una realidad que se asumía plenamente. Se aceptaba como un hecho del que era necesario hablar y tener muy presente. Un hecho al que se le otorgaba una explicación simbólica y para el que el ser humano debía prepararse.

La muerte y la modernidad

La ciencia ha sido la portadora de grandes desengaños para la imaginación, a la vez que ha postulado verdades a las que muchos todavía hoy se resisten. La modernidad trajo consigo un nuevo florecimiento de la ciencia. Leonardo Da Vinci, que estuvo en los albores de esta época, se atrevió a hacer autopsias. Con ello comenzaba a agrietar el halo sagrado que gravitaba sobre la muerte.

Leonardo Da Vinci

Vinieron los grandes médicos y científicos que emprendieron una lucha frontal contra la muerte. El tema se convirtió también en un asunto de la ciencia. Así, un propósito de los nuevos conocimientos era prolongar la vida, a la que ahora se veía como un bien supremo. Se reveló también que el ser humano era un mamífero evolucionado y que en él también imperaban las leyes de la biología.

Un sector de pensadores descreyeron por primera vez de un Dios, y con ello de la posibilidad de que hubiese algo más allá de la vida física. Aparecieron corrientes de pensamiento que así lo expresaban, pero que también dejaban ver una enorme frustración frente a la vida. El nihilismo y el existencialismo son algunas de ellas. Quienes se adhirieron a esas formas de pensar portaban una actitud que se debatía entre la desilusión y la crítica.

Afrontar la muerte en la actualidad

La revolución industrial trajo consigo una producción en serie para la que no parecía haber límites. Se proclamó el fin de la historia y se produjo una revolución tecnológica sin precedentes. Paso a paso entramos en el mundo de lo efímero, lo desechable, los ciclos de vida cortos, que de todos modos solo terminan para volver a comenzar.

La idea de la muerte se fue diluyendo. Comenzó a desaparecer de las inquietudes del hombre de a pie. El tiempo de la reflexión ha sido casi totalmente sustituido por el tiempo del trabajo y el ritmo de los acontecimientos apenas si permite pensar en cómo organizar la hora siguiente. Es como si la muerte se hubiera convertido en una sorpresa catastrófica, que siempre toma por asalto la realidad.

Tan intensa es la negación de la muerte, que incluso muchos se niegan a vivir el duelo, una vez que se presenta. Tratan de “salir de eso” rápidamente. Volver a sus rutinas cuanto antes. Volver a sus preocupaciones de siempre. Fingir que es una realidad ajena, o, en todo caso, lejana.

¿Y para qué sirve pensar en la muerte y aceptarla como un hecho ineludible?, se preguntan muchos. La respuesta está en esas depresiones, ansiedades o intolerancias que se instalan como un quiste, sin saber por qué. Quizás aceptar la nada, la muerte, sea un camino excepcional para aprender a vivir la vida. Quizás si hay mayor conciencia de que todo termina, también aparecen razones de fondo para darle sentido a este día de hoy, el único que tenemos.

Imágenes cortesía Three Sisters, Eris Carslon


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.