3 diferencias entre la madurez y el masoquismo emocional
“La primera obligación de todo ser humano es ser feliz.
La segunda, hacer feliz a los demás”
(Cantinflas)
Si hemos pasado por eventos estresantes en nuestra vida, podremos deducir que en muchas ocasiones nuestras estrategias de afrontamiento nos han hecho más maduros y en otras ocasiones, más temerosos y frágiles.
Negar que somos seres emocionales es negar gran parte importante de lo que nos convierte en personas adultas.
Así que mucho mejor que ignorarlas o controlarlas de una forma poco inteligente, vamos a intentar diferenciar las situaciones en las que actúas con madurez emocional, de otras en las que esta madurez brilla por su ausencia.
1. Pensar en ti no es egoísta, es básico para tu felicidad y para la gente que te rodea.
Sé selectivo con las personas y en la forma en la que te implicas emocionalmente con ellas. Una persona negativa en nuestro entorno puede provocar una oleada de pesimismo y falta de energía que es fácilmente contagiosa.
Eres amigo, hijo, compañero de trabajo o novio, pero no un profesional de la psicología dotado de herramientas para lograr que una persona logre salir de ese estado pseudodepresivo.
A veces, es muy sano saber cortar determinadas conversaciones, cerrar puertas para dar un paseo, poner música o concentrarte en mejorar tu propia vida, antes que la de los demás.
Si intentas abarcar todo y eres sensible ante estas situaciones ajenas, probablemente la ayuda puedas necesitarla tú en un futuro.
No eres cruel por ello, si no una persona que también tiene sus límites emocionales.
2. Por darle vueltas a un problema sin parar, no quiere decir que te estés ocupando de solucionarlo.
Siempre nos han dicho que debemos reflexionar acerca de nuestros problemas y de nosotros mismos para encontrar soluciones, pero…¿Dónde está el límite de estar ocupados con nuestra mente? ¿No descuida esto nuestra atención ante la vida?.
Os presentamos esta metáfora que ayuda a darse cuenta de este hecho:
“Imagina que caes en un hoyo y tienes un antifaz en los ojos.
No tienes ninguna herramienta para salir del hoyo excepto una pala, y ni tan siquiera una estrategia válida para lograr salir de él en una dirección correcta.
No se te ocurre entonces otra cosa para salir del hoyo que cavar y cavar.
Has estado haciendo algo para salir de esa situación, pero en realidad el hoyo es cada vez más grande y tú estás más hundido en él“
Con esta metáfora aplicada al uso de una excesiva actividad mental para solucionar algún problema o dilema, nos damos cuenta de que los pensamientos no están ya siendo un aliado, sino que nos sumergen cada vez más en esa situación desagradable.
Por tanto, piensa, es gratis….no hacerlo sale muy caro. Pero con moderación.
3. Los sucesos desagradables no hay que negarlos ni olvidarlos a toda costa. Hay que aceptarlos, dejarlos estar y soltar la negatividad que ellos evocan cuando vuelven a nosotros.
Muchas personas alegan que esta vida sería mucho más fácil con un nivel de “reseteo interno” que elimine todo lo doloroso acontecido en nuestra historia y que nos entristece tanto.
Entonces, si tuviéramos esa estrategia mágica, andaríamos por la vida como niños grandes, pero sin gracia alguna.
Cometiendo una y otra vez errores que ya no nos corresponden. No seríamos seres únicos e individuales, sino copias de lo que la sociedad nos dice que corresponde a ser una persona tranquila y feliz.
Pero la tranquilidad y la sabiduría no vienen de la ausencia de errores, del esfuerzo por ocultarlos, ni del resentimiento y amargura por no hacerles hecho un hueco en nuestra “psique”.
Ser masoquista es recordar una y otra vez esos errores para envenenar nuestra paz, ser inmaduros es no darles la suficiente importancia y no aprender de ellos y ser maduros emocionalmente es aceptarlos, recoger sus enseñanzas….y no sólo no repetir ese error en concreto, sino generalizar esa enseñanza a otros aspectos de tu vida.