7 cosas que los hijos jamás olvidan de sus padres
Todos los padres quieren tener hijos maravillosos, esperan que sus niños sean afables y de adultos se comporten como gente responsable y útil para la sociedad. Sin embargo, dejar que ese ideal sea el artífice de la crianza no suele dar muchos resultados.
Se sabe desde hace tiempo que el estilo de crianza afecta al comportamiento durante la infancia, la adolescencia y la vida adulta. También es mucha la información que circula acerca de heridas emocionales de la infancia, trastornos del apego y otras dificultades derivadas de una educación deficiente.
Por eso, en este artículo recopilamos 7 cosas que los hijos jamás olvidan de sus padres, tanto buenas como negativas. No te pierdas nada, pues la educación en el hogar es un trabajo a tiempo completo, para el que nadie viene preparado. Vamos con ello.
“El problema con el aprendizaje de ser padres es que los hijos son los maestros”
-Robert Braul-
1. Los hijos jamás olvidan el maltrato
Ninguna relación es perfecta, y mucho menos una tan intensa, como la de los padres con sus hijos. Siempre habrá momentos de contradicción o de conflicto, lo cual es algo normal. Sin embargo, de forma lamentable, muchos padres asumen de manera equivocada, que la violencia es una herramienta para educar.
Puede que con el maltrato se logre intimidar a un hijo para que realice la voluntad de los padres. Pero, hay que tener en cuenta que esos malos tratos se convertirán en el germen de la falta de autoestima, apego desorganizado, trastornos de ansiedad y depresión y, no menos importante, indefensión aprendida.
Exponer al niño a estas situaciones de violencia, lo sitúan en una panorámica muy compleja: ama y odia al mismo tiempo. También aprende a temer. Nadie debería profesar miedo a sus cuidadores, y mucho menos interiorizar las relaciones familiares y sociales, mediante la agresión-sumisión.
2. El trato que se le da al otro tutor
La relación entre los padres es el modelo del que parte el niño para forjar una actitud frente a las relaciones de pareja. Es muy probable que, de manera consciente o inconsciente, en la adultez repita con su cónyuge lo que observó en casa durante su crianza.
La manera en la que se relacionen los padres influirá en las relaciones futuras de los hijos.
Además, los conflictos entre los padres generan angustia en el hijo. Yendo más allá, los niños que crecen en contextos de violencia parental, a menudo desarrollan trastornos emocionales y ven afectado su autoconcepto y el modo en el que se relacionan con los demás.
3. Los momentos en que se sintieron protegidos
Los miedos de los niños son más grandes e insidiosos que los de los adultos. Los pequeños no logran distinguir bien la frontera entre realidad y la imaginación. Los padres son las personas en las que más confían para obtener la sensación de seguridad que necesitan para aprender y explorar lo desconocido. De manera que, si son los padres los que causan este miedo, van a sentirse bastante desprotegidos.
Los padres deben escuchar con atención esos temores, sin criticarlos ni minimizarlos. Deben hacerles entender a los infantes que no se encuentran en peligro. Esto incrementará el sentimiento de seguridad de los hijos y hará mucho más fuerte el vínculo de amor y de respeto con los padres.
4. Los hijos jamás olvidan la falta de atención
Para un niño, el amor que le profesan sus padres está relacionado con la atención que reciben de ellos. Los infantes no tienen la experiencia vital necesaria ni los recursos psicológicos debidos para comprender situaciones, como por ejemplo: que sus padres trabajen más de la cuenta para poder pagarle un colegio caro.
El hecho de compartir tiempo de calidad con ellos y, por supuesto, atender a sus necesidades físicas y psicológicas es lo que otorga garantías de que crezcan sanos e independientes. De lo contrario, estaríamos hablando de negligencia parental.
En este último caso, se sabe que la negligen cia parental es una de las causas de depresión en niños. Si esta negligencia se acompaña de un estilo de crianza autoritario, puede desembocar, en casos graves, en ideación suicida infantil.
5. La importancia que se les da a los vínculos familiares
Los hijos van a recordar siempre que su padre o su madre fueron capaces de poner como prioridad a la familia en distintas circunstancias. Es importante tomar en cuenta que la vida de un niño es mucho más limitada que la de un adulto, por lo que la familia cobra una importancia mayor.
Si los padres colocan a la familia por encima de todo, el hijo aprenderá el valor de la lealtad y del afecto. Así, de adulto, también será capaz de dejar de lado otros compromisos para cuidar de los suyos, cuando lo necesiten.
La necesidad de pertenencia se tiene toda la vida. En la educación se establece cómo se van a buscar y mantener los vínculos con los demás.
6. Los hijos jamás olvidan las injusticias
Con seguridad, la mayoría de los padres habrán escuchado a sus hijos decir «esto no es justo», sobre todo, cuando no se les deja hacer algo que desean, o tener algo que quieren. Pero, aunque su sentido de la justicia aún no esté desarrollado del todo, eso no quita el hecho de que los niños puedan percibir acciones o expresiones que denoten un trato no justo o igualitario.
Por ejemplo, cuando los padres acusan al niño de algo que no hizo, o reconocen los esfuerzos de uno de sus hijos, pero del otro no, provocan en el pequeño una herida emocional, la cual va asentándose y afectando al resto de la vida del niño, si la injusticia se convierte en costumbre.
7. Las expresiones de afecto y cariño
Por último, algo que nunca olvidan los hijos es el amor recibido por sus figuras principales de apego. Todos los niños deberían crecer en un ambiente de contención y afecto, que les permita cultivar la confianza en sí mismos y el amor propio.
Si bien es cierto, que algunos niños precisan más demostraciones de amor que otros, este ingrediente nunca debe faltar. En un artículo publicado en la revista Psicoeducativa: reflexiones y propuestas, en el año 2019, se señala que: «la alta capacidad de sostén, de cuidados, manteniendo acercamiento corporal, contacto ocular y comunicación gestual frecuente con su bebé» son factores que inciden en el apego seguro.
Todas esas huellas que se imprimen durante la infancia nos acompañan durante el resto de nuestra vida. Muchas veces representan la diferencia entre tener una vida mental saludable y una vida plagada de conflictos. Una crianza impregnada de amor y cariño es el mejor regalo que puede hacerle un ser humano a otro que está bajo su cuidado.
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