Afrontar el dolor y superarlo nos hace más fuertes
El dolor es una de las emociones inherentes a nuestra existencia. Desde el momento en que nacemos, estamos expuestos a la inconsistencia que significa la vida en sí misma y a la frustración que surge a partir de la insatisfacción de nuestros deseos. Por lo tanto, saber cómo afrontar el dolor y seguir adelante es imprescindible para movernos en un grado de sufrimiento que podamos asumir.
En primera instancia, resulta fundamental diferenciar entre dolor, tristeza o melancolía. Hacer esta distinción es fundamental, ya que con frecuencia en el lenguaje coloquial se utilizan de manera indistinta, cuando no son sinónimos.
“La tristeza es un abanico de estados en que el dolor psíquico se desencadena por la significación que una situación determinada tiene para el sujeto”.
-Hugo Bleichmar-
¿Afrontar el dolor supone tristeza o melancolía?
Sigmund Freud, padre del Psicoanálisis, propone una distinción importante entre conceptos, ya que si bien se asemejan, o al menos el imaginario colectivo los iguala, son disímiles. Precisamente, en su obra maestra “Duelo y melancolía”, trata de establecer los puntos en los que se distinguen ambos conceptos.
Saber cómo afrontar el dolor es clave para seguir adelante.
Así, literalmente, Freud afirma que “El duelo, es la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces como lo es un ideal, la libertad, etc. A raíz de idénticas influencias, en muchas personas se observa, en lugar de duelo, melancolía“.
Ciertamente, Freud asegura que el duelo es un afecto que no tiene por qué ser patológico y que padece el sujeto que ha perdido el objeto amado. Sin embargo, uno se establece como un modo de sentir que responde a los parámetros absolutamente normales, mientras que la melancolía estaría más relacionada con lo patológico.
Ambos procesos anímicos presentan características similares, excepto por un punto fundamental. En los dos estados se comparte el dolor, ausencia de interés por el mundo exterior y la falta de inclinación por envestir un nuevo objeto de amor.
No obstante, en la melancolía aparece una perturbación del sentimiento de dolor, sumándose un hostigamiento hacia el Yo, que no sucede en el transcurso de un duelo normal; en donde ocurre un empobrecimiento de su integridad.
Afrontar el dolor permite conocerse de manera integral
La vida emocional está ligada de manera directa a la psique humana y, por ende, impacta de modo directo o indirecto con el bienestar físico o biológico. Por regla general, la sociedad actual, y el individuo en particular, subestima la importancia de las emociones.
En cuanto una persona posee un síntoma, como puede ser insomnio o bien depresión, desea que el mismo desaparezca como por arte de magia y recurre a algún fármaco que le solucione la vida. Sin embargo, es muy difícil que el síntoma se ausente, al menos de manera permanente, si no se hace un trabajo psicoanalítico de manera integral.
Precisamente, la medicina, más específicamente la psiquiatría, refuerza la teoría conductista de estímulo–respuesta para desaparecer cualquier clase de sintomatología. La idea es que con la medicación adecuada, cualquier paciente podría volver a reintegrarse a su rutina diaria, debido a que el síntoma, al menos durante un tiempo desaparece o se atenúa de manera significativa.
No obstante, la medicación en muchos casos solo es un gruesa alfombra que tapa el síntoma, la manifestación, dejando que la causa última del cuadro permanezca latente.
Así, cuando la medicación se retira vuelve a aparecer e incluso, aunque la medicación se mantenga, puede adoptar otras formas para hacerse visible, perjudicando la calidad de vida de la persona.
Afrontar el dolor nos ayuda a conocernos.
Ciertamente, el síntoma es un elemento informativo de que algo incorrecto sucede en la vida anímica del sujeto. De este modo, silenciando la voz solo perderemos información de lo que sucede y será más difícil intervenir sobre ello. De ahí que sea tan importante una buena evaluación clínica antes de comenzar cualquier tipo de intervención.
De esta manera, la psicoterapia nos ofrece la oportunidad de establecer nuevos parámetros para vislumbrar el mundo desde una nueva perspectiva. Un nuevo punto de vista que implique menos dolor y más satisfacción o plenitud.
Pensemos que todo nuestro sufrimiento tiene un importante grado de subjetividad, por lo tanto, es la persona, la que en última instancia, sabe qué es lo que realmente le duele. Por otro lado, a través de su relato, el psicólogo estará en disposición de entender qué representa el deseo insatisfecho como fuente de su malestar.