¿Amigos con derechos o amantes sin deberes?

¿Amigos con derechos o amantes sin deberes?
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Edith Sánchez

Última actualización: 06 agosto, 2023

Amigos ¿con derechos? Recientemente circuló por Internet un anuncio que promocionaba un producto insólito: perfumes a base de feromonas. El anuncio indicaba que tenía una efectividad del 100%. “Los miembros del sexo opuesto quedarán locos por ti”, prometían, y luego había una detallada descripción “científica” de por qué nadie podría resistirse a los poderosos efectos del mágico aroma.

Parece que cobra popularidad la idea de que el amor tiene más que ver con la bioquímica que con el mundo de lo simbólico. Campea también el principio de que el problema básico a resolver en el amor es el de lograr que el otro quede seducido, doblegado o encantado por nosotros. Además, se revela una cierta fantasía de “atrapar” con nuestros encantos, no a uno, sino a muchos miembros del sexo opuesto.

“El sexo sin amor es tan hueco y ridículo como el amor sin sexo”

-Hunter S. Thompson-

Actualmente, parece abrirse paso un deseo contradictorio en torno al amor: tener muchas parejas sucesivas que alimenten nuestro ego, nuestra necesidad de experimentación o nuestra soledad; y, a la vez, dejar un lugar especial para que en cualquier momento llegue a ocuparlo un ser extraordinario, “el amor de la vida”.

Los amigos con derechos temporales

En este panorama, los amigos con derechos vienen como anillo al dedo. Para los pocos que no sepan de qué se trata, se llama así a esas personas del sexo opuesto con los que se mantiene una relación de amistad en la que hay sexo ocasionalmente. La clave está en que ambos comprendan que no por tener sexo dejan de ser amigos, ni por ser amigos deben excluir el sexo de la relación.

Amigos divirtiéndose

Los acuerdos entre los amigos “con derecho” tienen unas reglas implícitas que ambos deben cumplir para que la “cosa” funcione. Entre los amigos “con derecho” hay un pacto básico de no “enamorarse. Ni el uno ni el otro quieren lidiar con compromisos y por eso el sexo tiene su función más básica: satisfacer un deseo puramente físico.

Otra norma que ambos deben cumplir, y de la cual depende el cumplimiento de “no enamoramiento”, es la de no intimar y no intervenir de ninguna manera en la vida del otro. O sea, los “derechos” tienen un límite muy preciso. Son derechos a tocar, además de mirar, pero no llegan al punto de permitir que “el amigo” pretenda reclamar tiempo, atención o entendimiento.

La regla de oro de los amigos “con derecho”, en todo caso, es la de un no rotundo a la exclusividad.

Cada uno de los amigos con derechos puede tener cualquier tipo de relación con otra persona. Bajo ninguna circunstancia, se deben sentir celos, ni entrar a cuestionar el hecho de que el otro termine el vínculo unilateralmente, en el momento en que le plazca.

¿Amigos con derechos o amantes sin deberes?

Para decepción de los aficionados a los amigos con derechos y de productores de perfumes de feromonas, el cerebro humano es un órgano sumamente complejo en el que no puede haber disociación entre cuerpo y afectos o emociones. Ocupar la punta de la pirámide en la escala evolutiva tiene sus consecuencias, entre ellas, la imposibilidad de vivir una realidad y no simbolizarla en el terreno de lo subjetivo.

Es imposible que un ser humano tenga sexo con otra persona y no asocie esa experiencia a lo que es, ha sido y será. No hay forma de que el otro de esa relación sexual se convierta en la representación de un pedazo de carne del cual es sencillo deshacerse una vez concluido el acto.

Algo deja siempre ese otro. Un eco que resuena, a veces tímidamente, y que habla de autoafirmación o autonegación, de expectativas y fantasías, de necesidades emocionales y carencias.

La amistad con derechos parece ser, especialmente, un recurso extremo del miedo o la desesperación. O de ambas.

Un recurso del miedo al amor y las múltiples posibilidades de sufrir o de la desesperación, de haber renunciado a esperar de la vida algo más que experiencias fugaces e intrascendentes. Quienes optan por estas relaciones están bajo el influjo de un deseo imposible: tocar el fuego y no quemarse.

amigos con derechos besándose

Por eso las amistades con derechos suelen salir mal, sobre todo si los involucrados no son cínicos auténticos, sino personas asustadas jugando a no necesitar nada; o si alguno de ellos lo ve como una estrategia para avanzar en la relación “como quien no quiere la cosa”.

Por lo general, no resulta. Alguno de los dos sale lastimado o ambos terminan alimentando sus inseguridades y exigiéndose esfuerzos neuróticos que solamente generan o aumentan la confusión.


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