La importancia del amor propio en la elección de pareja
Todos hemos escuchado alguna vez que no podemos amar a otros si antes no nos amamos a nosotros mismos. Pero conseguir amarse a uno mismo no es sencillo. Para lograrlo, debemos trabajar en conocernos bien. Esto implica entender nuestros inicios y nuestra historia de vida, aprender de ella y, lo más difícil, aceptarla. Además, es importante tener en cuenta que nuestro niveles de autoconocimiento y autoestima son fundamentales a la hora de elegir una pareja.
Por más conscientes que seamos de las ventajas de querernos tanto a nosotros mismos como a los demás, no aprenderemos a hacerlo sin realizar un trabajo personal y sin observar ejemplos y modelos que nos permitan reconocer distintas formas de vinculación afectiva. Según las investigaciones realizadas por el neurólogo, psiquiatra y escritor Boris Cyrulnik hay que intentar observar a diferentes personas y estilos afectivos a lo largo de nuestra vida para ello.
En este sentido, los diferentes estilos de amar nos ayudan a no identificar el amor, la indiferencia o el odio con una forma específica de comportamiento. Un conocimiento que, a su vez, nos abre la mente y enriquece nuestra personalidad.
“Amarse a uno mismo de manera realista y sana es uno de los principales requisitos de la salud, en toda la extensión del término, y el mejor camino para expresar y comunicar afecto a las personas que queremos”.
-Walter Riso-
Tipos de pareja
Desde los primeros años de nuestra vida aprendemos a relacionarnos con los demás. En primer lugar, nos relacionamos con nuestros padres y el resto de la familia. Ellos son nuestro primer ejemplo de vínculo afectivo. Desde el minuto uno, observamos y aprendemos cómo nos tratan y cómo se relacionan entre sí.
Poco a poco, vamos ampliando nuestro círculo social. A medida que crecemos conocemos a más personas, hasta que finalmente realizamos nuestra primera elección de pareja y con ella, nuestra primera relación sentimental.
Boris Cyrulnik afirma que nuestra infancia determinará el vínculo afectivo que estableceremos con nuestras parejas sentimentales. Desde su perspectiva, existen diferentes tipos de pareja que podemos resumir en tres: la pareja en la que ambos se refuerzan mutuamente, la pareja en la que uno daña al otro y la pareja en la que ambos se hacen daño.
La pareja formada por dos personas que se refuerzan mutuamente dura más y tiene mejor calidad de vida, tanto en conjunto como por separado. Además, este intercambio de refuerzos contribuye de manera positiva a la salud de cada uno, mejorando su equilibrio emocional y su sentido del humor. Además, es la única forma de pareja que merece reafirmarse.
Los otros dos tipos de parejas, en las que el daño está presente de forma unidireccional o bidireccional, hay que intentar transformarlas de alguna manera, ya sea a través del cambio de las actitudes negativas como de la búsqueda de un nuevo significado que establezca las bases de una relación más sana. Si no es posible, lo recomendable es plantearse si no es mejor abandonar la relación.
Por otro lado, es importante mencionar que a veces, para salir de una relación necesitamos sentir seguridad y para ello, en ocasiones se buscan otras personas en la que apoyarse. Sin embargo, esto puede llevar a buscar una nueva pareja antes de tiempo, de tal manera que no habrá un profundo aprendizaje sobre lo vivido y posiblemente, se cometerán los mismos errores en esta nueva relación.
Somos naranjas completas
La elección de pareja se realiza de forma inconsciente, en base a todo lo aprendido a través de nuestra historia, pero acorde al momento personal en el que nos encontramos. Si no nos esforzamos por mejorar y conocernos a nosotros mismos, no seremos capaces de elegir a una pareja adecuada que nos permita vivir una relación de refuerzo mutuo.
Una pareja no puede cubrir por completo todas nuestras necesidades, de manera que mantener esta idea y esperar a que así suceda es solo utopía, fuente de frustraciones constantes. Sin embargo, las personas necesitamos relacionarnos con otros seres humanos y tener relaciones de distintos tipos que nos enriquezcan.
Una de las creencias más peligrosas que tenemos sobre las relaciones que tiene que ver con esto es la idea de no considerarnos seres completos. Este pensamiento nos ha llevado a una concepción errónea sobre el amor, considerándolo una emoción que todo lo puede. Así, al aceptar esta visión, dejamos de ser realistas y de ver las limitaciones de las que todo amor sano goza. De este modo, realizamos una elección de pareja que puede acabar transformándose en un vínculo sostenido por la dependencia y el miedo.
“Dos mejor que medio. La media naranja no existe, somos naranjas completas”.
Distinguir entre sufrimiento y amor
Nuestras creencias y formas de actuar no están solo determinadas por lo que observamos en nuestro entorno inmediato. Lo cierto es que también estamos expuestos a una gran cantidad de estereotipos sociales: moldes rígidos a los que pensamos que el mundo se adapta.
Los medios de comunicación tienen un gran peso sobre nuestras conductas a través de los estereotipos que refuerzan. La televisión, el cine, la música o la literatura nos dan mucha información. Pero debemos fijarnos en si esta información es compleja, ajustada y adecuada. Tanto en el mito del príncipe azul como en los libros y películas más populares encontramos la defensa de la misma idea: el amor y el sufrimiento van de la mano.
Aparentemente, cuanto más discuten los miembros de una pareja, cuanto peor se tratan o cuanto más imposible es su amor y más oposición encuentran, más se quieren. De este modo, acabamos escuchando y expresando, desde pequeños, frases como “los que se pelean se pegan se desean” o “quien bien te quiere, te hará llorar”. Y así, soñamos con vivir amores imposibles o secretos, esos en los que se prioriza la intensidad frente a la calidad. Lo que obviamos es que esto puede llevarnos a una elección de pareja basada en las fantasías románticas más que en la realidad y las necesidades cotidianas.
Además, todas estas ideas nos hacen adquirir un rol determinado dentro de la pareja y en general en las relaciones. Un rol aprendido que puede estar oprimiendo nuestro verdadero yo, nuestros verdaderos pensamientos, sentimientos y deseos. Romper con las ideas preconcebidas, reconstruir ese rol para el que parece que estamos programados no es fácil, pero sí posible.
Ser feliz con uno mismo
Los conceptos sociales erróneos sobre una relación (no solo sentimental, sino también en cualquier otro ámbito como la amistad) pueden llevarnos a una mala elección de pareja y a la dependencia emocional. Situación en la que olvidamos nuestro derecho a ser personas con identidad propia e independencia.
En este sentido, para reforzar nuestro “sistema inmuno-emocional” es necesario conocernos y querernos para elegir sabiamente a la pareja que haga crecer nuestra felicidad. Además, como paso previo, antes de intentar encontrar la felicidad con el otro, es recomendable que la hayamos encontrado en soledad.
“Debemos aprender a disfrutar de la compañía de la única persona que seguro que nos acompañara el resto de nuestras vidas: nosotros mismos”.
Elección de pareja desde la madurez
Por último, es importante tener presente que los miembros de una pareja deben respetarse y ser capaces de elegir, desde la libertad y no desde la necesidad o dependencia, estar juntos. Desde esta nueva óptica, no estaremos en una relación porque necesitemos estar con alguien para rellenar el vacío que sentimos con el amor de otra persona, sino que construiremos una relación de pareja porque, a pesar de poder estar solos, preferiremos estar con el otro.
La elección de pareja realizada desde el corazón, pero teniendo en cuenta nuestras propias necesidades y deseos, hará posible una relación de refuerzo mutuo. Ahora bien, conseguir este tipo de dinámica depende de ambos miembros de la pareja.
La clave de una buena relación de pareja está en el uno del otro. Para poder lograrlo, es importante saber cuidar de nosotros mismos, conocernos y amarnos bien para poder amar mejor.