El apego y su importancia en la construcción del mundo emocional adulto
El desarrollo de un vínculo sano y estrecho entre el bebé y sus cuidadores es esencial. Les aporta seguridad y confianza, el sentirse amado y reconocido…pilares todos ellos esenciales para su crecimiento y madurez en la vida adulta. De un modo u otro, la naturaleza de las relaciones que hayamos establecido en nuestra infancia, determinarán también nuestras relaciones íntimas a lo largo de la vida. Si de niños hemos recibido un apego adecuado y saludable, es probable que en la vida adulta establezcamos con los demás ese tipo de relaciones que hemos visto cuando éramos pequeños.
Por el contrario, si ese apego temprano ha sido negativo o disfuncional, nos determinará en un grado muy importante. Puede que nos haga desconfiados, que temamos incluso establecer relaciones duraderas, que tengamos miedo de que nos hagan daño o nos abandonen. Según los psicólogos evolucionistas, si nuestras relaciones de apego en la infancia no fueron adecuadas, cabe una alta posibilidad de que nuestros procesos de pensamiento sean algo negativos y que, seguramente, en algún momento acabemos desarrollando una depresión.
EL APEGO EN LA INFANCIA
La teoría del apego fue establecida por el psiquiatra británico John Bowlby. Dentro de la perspectiva evolucionista se mantiene que es esencial que los progenitores de los niños, establezcan relaciones de afecto y cuidado continuo. Este tipo de interacciones propician que los pequeños puedan explorar su entorno con seguridad, sabiendo que van a ser defendidos y cuidados. El cariño aporta reconocimiento en uno mismo y en la capacidad para hacer cosas, por pequeñas que éstas sean.
Pero cuando un niño experimenta que es abandonado por sus progenitores, o que recibe algún tipo de maltrato o abuso, la relación de apego no solo se rompe, sino que se vuelve amenazante y dañina para él. Este tipo de actos hace que tengamos un tipo de respuesta emocional determinada: miedo, sentimiento de inseguridad, bajo autoconcepto, desconfianza e incluso rabia. Son experiencias que seguramente el niño guardará para toda su vida, originando en la vida adulta, determinados momentos de crisis y trastornos emocionales que pueden muy bien desembocar en una depresión.
MADUREZ Y APEGOS NEGATIVOS
Según los psicólogos evolutivos, las personas que a edades tempranas han experimentado este tipo de experiencias negativas en su infancia, pueden presentar dos estilos de apego negativos:
-El evitativo-desdeñoso: sería aquel en el que el adulto, intenta ocultar sus emociones como mecanismo de defensa. Si yo no muestro, me protejo y nadie puede hacerme daño. Es posible que además, tengan idealizadas un determinado tipo de relaciones donde nadie parece encajar en sus necesidades… de ahí que fracasen continuamente en su vida emocional. Son exigentes a la vez que rehúyen, demandan pero no saben ofrecer. Y en ocasiones, estos fracasos continuados acaban derivando en una depresión.
–El resistente-preocupado: son personas que viven continuamente con miedo a perder sus relaciones, ya sean amistades o parejas. Pueden llegar a ser realmente obsesivos. Pero también muestran conductas de autocrítica y de cierto victimismo… saben que están haciendo daño a los demás, pero a la vez enfatizan su necesidad de ser queridos. Atraviesan complejos estados donde la ansiedad y el miedo a ser abandonados llena todas sus preocupaciones, hasta el extremo de poder caer en una depresión.
Como podemos ver, la complejidad del mundo del apego en la infancia puede ser determinante. De ahí la obligación de todo padre, madre o cuidador, de demostrar afecto a los más pequeños, de aportarles seguridad y reconocimiento. Nuestra infancia, es la base de nuestra felicidad adulta.