Aprendiendo a sufrir para afrontar la vida de manera diferente
Las personas siempre intentamos construirnos una vida segura y tranquila donde queden excluidos los riesgos y por supuesto, el sufrimiento. Hay quien va más allá de este simple principio y, por miedo a sufrir o a experimentar cualquier emoción negativa, se olvida precisamente de vivir.
No hace mucho te hablamos por ejemplo de algo muy común que está ocurriendo hoy en día, personas que tras sufrir un desengaño amoroso, una traición o una pérdida, elige incluso el “no volver a enamorarse”. Se cierra puertas y, en cierto modo prescinde el vivir una parte de esa vida tan importante para el ser humano. Pero ahora bien, cada uno de nosotros somos libres para tomar nuestras propias decisiones y el modo en que deseamos pasar nuestros días, sin ser juzgados o criticados.
Con esto, solo queremos dejar claro un aspecto: no podemos aislarnos del sufrimiento, es casi imposible. No podemos introducirnos en una pompa de jabón esperando que el viento o los elementos no rompan jamás esa débil protección. Tarde o temprano nos llegará una desilusión, por pequeña que sea. O una traición, con todas sus consecuencias. Una pérdida e incluso una enfermedad. El sufrimiento forma parte del ser humano, y como tal, debemos saberlo afrontar.
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COMPRENDER EL SUFRIMIENTO PARA AFRONTARLO
Uno de los mayores errores de nuestra sociedad es el considerar el dolor, las lágrimas o el sufrimiento como algo que debe esconderse. Mejor aguantar las lágrimas e ir al baño para que nadie nos vea. “No llores, tienes que aprender a ser mayor”, nos decían de pequeños. Entonces, nosotros aspirábamos la rabia y el sufrimiento y nos lo guardábamos en nuestro interior, como ese monstruo que era mejor no evidenciar, y a veces, del que no hablar. Y es un error. Sufrir no es algo anormal, no es una enfermedad ni un signo de debilidad. Sufrir es comprender que hay algo que no va bien y que debemos saber comprender, asumir, aceptar y afrontar. Nada más que eso.
El sufrimiento es algo común y tan normal como el aire que respiramos. Puede que en alguna ocasión te hayas encontrado con esas personas que nos dicen de pronto “¡Es que todo me pasa a mi!”, como si el dolor o el hecho de sufrir eligiera solo a determinadas personas en una exclusividad muy selecta. Pero no es así, todos experimentamos alguna vez las mismas cosas: ser despedidos en un trabajo, ser rechazados o abandonados, sufrir desilusiones, perder a alguien… el dolor no elige víctimas al azar, el dolor nos acaricia a todos por igual en algún momento pero cada uno de nosotros lo afrontamos de modo diferente.
Hay quien se deja vencer. Quien no puede y quien tiene, a largo plazo, mayores probabilidades de caer en una depresión. Otras personas sin embargo disponen de más recursos para enfrentarse a esos hechos con más o menos efectividad. Hay personalidades que tienden a interpretarlo todo negativamente: la desgracia me persigue, no tengo derecho a ser feliz, he nacido para sufrir… en cambio otros, en lugar de interpretar el sufrimiento lo GESTIONA, y es ahí donde debemos ahondar, ahí donde cada uno de nosotros debemos desarrollar nuestras propias estrategias.
Es muy importante por ejemplo el modo en que interpretes tu padecimiento. Llorar no es un acto de dolor, es un modo de desahogarnos y una necesidad natural. Las lágrimas son algo normal y necesario. Tampoco busques culpables, porque de lo contrario, alargarás aún más tu recuperación añadiéndole al sufrimiento el componente “rabia”, con lo cual, la sensación será aún más negativa. No atribuyas las culpas a nadie, piensa siempre en ti mismo y en cómo puedes emerger de ese abismo que ahora te ahoga. Al sufrimiento, además, se le debe comprender y no solo aceptar. Si lo aceptamos sin luchar no nos sirve de nada: “yo sé que estoy triste porque mi pareja me ha defraudado, porque me ha hecho daño”. Si lo aceptamos sin más nos estancaremos en ese dolor de por vida.
Hazle frente, asume esa decepción pero levanta la vista más allá. “Me han defraudado, sí, pero yo sé que esa persona no era capaz de hacerme feliz, sé que he hecho lo mejor y que ahora, es momento de enfocar mi vida en mi propio camino en busca de mi bienestar y mi felicidad. Porque merezco ser feliz”.
Sufrir es algo normal. No hay vida sin su pequeña cuota de sufrimiento, debemos recordarlo, de ahí que valga la pena aprender a gestionarlo para que no se desborde. Sufrir de modo continuado nos empareda en vida quitándonos el aire y haciéndonos perder todo aquello que nos rodea. E incluso a todos aquellos a quienes queremos. No vale la pena, reacciona, lucha por tu bienestar.
Cortesía imagen: Leah Johnston