Aprender a discutir

Aprender a discutir
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Última actualización: 02 marzo, 2018

Hemos crecido en la cultura de la discusión, de ese estar irritados por todo y no aceptar una diferencia de opinión. Casi cada día discutimos por alguna razón y en más de una ocasión. A primera hora de la mañana discutimos con el repartidor que ha aparcado en la entrada de nuestro garaje; a medio día con nuestro hijo porque se queda ensimismado con el móvil durante la comida: por la tarde puede que quizás con aquella amiga que se le olvidó llamarnos y por la noche, rematamos la jugada con nuestra pareja….

Ahora bien, ¿discutir nos sirve de algo? ¿Es bueno o malo generar tantas discusiones? ¿Es posible discutir sin pelear? 

Discutir nos acerca a los demás

La idea popular establecida es que discutir conlleva un enfrentamiento con otra persona, suponiendo acciones como gritar, humillar, pelear, faltar al respecto o descalificar. Si atendemos a la definición aportada por la RAE discutir proviene del latín discutere, ‘disipar, resolver’ y se define de la siguiente manera:

  • Examinar atenta y particularmente una materia.
  • Contener y alegar razones contra el parecer de alguien.

Así, discutir implica que dos o más personas traten un asunto de manera minuciosa, escuchando el posicionamiento de cada uno y alegando los puntos de vista contrarios al respecto. Como vemos, en el concepto de discutir no hay cabida para el enfrentamiento hostil sino todo lo contrario. En su definición básica supone una puesta en común de opiniones, fundamentada en la confrontación de un tema, a través del esfuerzo que hacen las partes implicadas por comunicarse.

“Muchos gritan y discuten hasta que el otro calla. Creen que le han convencido. Y se equivocan siempre”.

-Noel Clarasó-

Discutir supone asumir nuestras diferencias

La cuestión es ¿discutir beneficia a nuestras relaciones? Por lo general, evitamos tener confrontaciones con los demás. Sin embargo, las relaciones humanas implican interacción, y esto requiere asumir que cada uno tiene su propia forma de pensar y actuar. Este hecho supone en muchas ocasiones un problema, ya que es habitual caer en el error de pretender que los demás actúen o piensen de la misma manera en que nosotros lo hacemos.

Las expectativas sobre los comportamientos de los demás y los juicios de valor respecto a lo correcto e incorrecto nos conducen a enfrentamientos poco constructivos. Esperar que los demás actúen cómo nos gustaría o pretender que cambien su punto de vista establece una comunicación irrespetuosa y dificulta nuestras relaciones. Porque en lugar de aceptar a quien tenemos delante, lo que hacemos es exigir que se comporte y sea de acuerdo a nuestras creencias. No hay nada de malo en la diferencia de opiniones.

Es preciso señalar que existen dos ventajas esenciales en el hecho de discutir, entendiendo el término de la manera en que lo hemos definido anteriormente, y son las siguientes:

  • Evitamos el aislamiento social: discutir significa establecer una comunicación y toda comunicación conlleva el establecimiento de una relación. Somos seres sociales y por ello, necesitamos de las relaciones con los demás para estar sanos emocionalmente. Tenemos el derecho a expresar nuestra opinión y a ser respetados por ello.
  • Se enriquecen nuestros puntos de vista: discutir de manera fluida nos permite abrir nuevos encuadres. La aportación de diferentes opiniones, lejos de distanciarnos, nos coloca en el lugar del otro y nos plantea una visión distinta. Si bien este hecho no supone que las personas vayan a cambiar su forma de pensar o actuar, es cierto que facilita acuerdos y acercamientos. El simple entendimiento de la posición en la que se encuentra la otra persona, con todas las emociones y actitudes que ello conlleva, supone un gran aprendizaje personal.

“Estemos siempre atentos para contradecir sin obstinación y dejarnos contradecir sin irritación”.

-Marco Tulio Cicerón-

Pareja discutiendo

Cómo manejar las discusiones

La mayoría de los problemas en nuestras relaciones nacen por la ausencia de reconocimiento mutuo. Discutir nos permite dar cabida a la diversidad de opiniones existentes.

No siempre es fácil lidiar con personas que discrepan con nuestra manera de pensar o actuar. La clave está en saber expresar nuestros pensamientos y gestionar los sentimientos que nos despiertan los conflictos.

Al discutir es fundamental evitar respuestas de ataque o pasividad y por supuesto, respetar y ser respetados. Esta cuestión implica un esfuerzo continuo en la construcción de límites sanos con quienes nos relacionamos. Ahora bien, ¿cómo podemos expresar nuestro punto de vista y respetar el contrario? Existen tres aspectos clave que facilitaran el manejo de nuestras discusiones:

  • Escucha activa y recíproca: para mantener un diálogo es esencial escuchar. Interrumpir, juzgar, descalificar y rechazar lo que el otro siente eliminan por completo la posibilidad de entenderlo. Por ello, es importante mostrar atención al lenguaje corporal, ya que generalmente la carga emocional de los mensajes recae en nuestros gestos. Las incongruencias entre el lenguaje verbal y no verbal pueden aportarnos mucha información. También es importante silenciar nuestra mente cuando alguien nos está hablando, es decir, evitar pensar en lo que vamos a decirle cuando acabe de hablar, ya que impedirá una escucha completa de su mensaje.
  • Asertividad: es la capacidad de expresar nuestras convicciones sin agredir a la otra persona ni someternos a su voluntad. Implica una expresión directa y equilibrada de nuestros pensamientos y emociones a través de la autoconfianza, y sin que otros estados emocionales nos limiten (como la ansiedad, la rabia o la culpa). Conlleva responder defendiendo nuestros derechos sin adoptar una posición de pasividad, ni una actitud agresiva e impositiva.
  • Empatía: capacidad de percibir, compartir y comprender lo que la otra persona puede sentir o pensar. Permite una compresión relacional que favorece la comunicación profunda y la conexión con los estados personales de quienes intervienen en la discusión. Como resultado, se anulan las posiciones polarizadas y egoístas, ya que permite valorar lo que la otra persona está sintiendo.
Dos personas llorando abrazadas

En definitiva, la solución a los conflictos relacionales no es la evitación de las discusiones, sino la capacidad personal de manejar las diferencias con los demás mediante una confrontación madura. El primer paso está en asumir que no poseemos la verdad absoluta ni la razón total de ningún hecho.

“El objeto de toda discusión no debe ser el triunfo sino el progreso”.

-Joseph Antoine René Joubert-


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