Armaduras que nos protegen, armas de doble filo

Armaduras que nos protegen, armas de doble filo
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Última actualización: 05 agosto, 2020

Puede que en algunos momentos nos cueste afrontar lo que nos sucede, ya sea porque nos invada el temor, no sepamos cómo actuar o bien porque evitemos sufrir de nuevo. De ahí que a veces nos vistamos con diferentes tipos de armaduras con la intención de protegernos a nivel emocional.

La cuestión es que, al hacerlo, disfrazamos nuestra esencia, cubriéndonos bajo una apariencia que no tiene nada que ver con quienes somos. Incluso puede que nos apeguemos demasiado a esas falsas imágenes que ofrecemos al mundo y más tarde nos cueste deshacernos de ellas.

A veces tenemos tanto miedo a mostrar quienes somos, que nos ponemos una gran armadura para protegernos y evitar sufrir.

Lo que ocurre es que, cuando estamos bajo estos tipos de blindajes, dejamos de vivir experiencias auténticas. Es como si pusiéramos una gran barrera delante de nosotros que, además de limitarnos, impide que los demás nos conozcan realmente. De este modo, las armaduras que nos ponemos con la intención de protegernos obstaculizan la posibilidad de abrirnos al universo.

Cuanto más gruesas son las armaduras, más nos alejamos de los demás, de los que nos rodea y de nosotros mismos.

Corazón con cerradura

Armaduras como mecanismos de protección

Utilizamos estas armaduras para afrontar la realidad y prevenir el sufrimiento. De este modo, evitamos sentir malestar y nos protegemos de aquello que consideramos graves amenazas como las siguientes:

  • Relaciones con los demás. Tenemos miedo a que nos evalúen, a que piensen mal de nosotros o a que nuestra forma de ser no sea la adecuada. Así, escondemos nuestra esencia, mientras ofrecemos a los demás aquello que creemos que esperan y desean.
  • El futuro. Nos adelantamos a lo que ocurrirá y pensamos mil y un escenarios posibles para no perder nuestra percepción de control. De este modo, creemos estar blindados y protegidos porque todo lo que vendrá después ya lo hemos barajado. El problema es que por mucho que pensemos, el control es tan solo una ilusión.
  • Nosotros mismo. Tememos nuestras reacciones, nuestros pensamientos e incluso nuestras emociones. Por ello, nos colocamos las armaduras.

Además, no solo nos protegemos de las diferentes amenazas que puedan aparecer sino que lo hacemos desde distintos disfraces, distintas formas de actuar o comúnmente conocidos como mecanismos de defensas. Veamos algunos de ellas:

  • Aislándonos. Esta armadura nos empuja a aislarnos de nuestros pensamientos y sentimientos. Nos obliga a desconectar para protegernos, para soportar lo que sucede sin sufrir. El problema es que impide todo contacto con nosotros mismos.
  • Reprimiendo. Esta forma de actuar consiste en eliminar los aspectos que podrían resultar dolorosos para nosotros, haciéndolos inconscientes. Si los borramos, nunca más podrán hacernos daño. Lo que ocurre es que a pesar de no ser conscientes, pueden expresarse a otros niveles.
  • Proyectando. Una de las armaduras más utilizadas y de la que menos conscientes podemos llegar a ser. Se trata de atribuir nuestros pensamientos y sentimientos a los demás.
  • Negando. Se trata de utilizar la negación para bloquear de alguna forma lo que pensamos y sentimos porque nos resulta difícil asimilar algo de lo que está pasando.
  • Desplazando. Este disfraz actúa redireccionando nuestros pensamientos y sentimientos a otras personas, situaciones o cosas.
  • Regresando. A veces, cuando nos cuesta afrontar los problemas, repetimos comportamientos propios de otras edades que no son las nuestras. Esta es una forma inmadura de asumir lo que nos está pasando.
Mujer eligiendo máscara para ponerse

¿Cómo liberarse de las armaduras?

El primer paso para liberarse de las armaduras es conectar con uno mismo para conocerse. Una vez que tengas claro quién y cómo eres y por supuesto lo aceptes, te mostrarás a los demás desde la autenticidad. Por lo tanto, se trata de hacer un ejercicio de sinceridad con uno mismo para luego, realizarlo con los demás.

Ahora bien, una vez que se haya establecido esa conexión profunda con uno mismo, el siguiente paso es comenzar a ser consciente de aquellos momentos en los que se utilizan los diferentes tipos de armadura. ¿En qué situaciones se suelen utilizar? ¿Se usan con todo tipo de personas? ¿Cuándo se deja paso a la autenticidad y con quién? Estas preguntas facilitarán el proceso.

Por otro lado, es importante trabajar y gestionar otros ámbitos de uno mismo, además de tener en cuenta otros aspectos como los siguientes:

  • Ámate. Cuando lo haces, el miedo a ser quién eres desaparece porque comienzas a valorarte.
  • Refúgiate en las personas que más te quieren. Es imposible quitarse el miedo por completo, cuando aparezca y no lo puedas controlar, comparte con tus seres queridos cómo te sientes. Serán un gran apoyo.
  • Deja a un lado las personas que no aceptan como eres. No vale la pena que insistas a los demás para que te acepten. No todo el mundo tiene ni puede estar a gusto con nosotros. Lo importante es saber identificar con quien conectamos para cultivar la relación con ellos.
  • Di adiós a los prejuicios. Si dejas los prejuicios a un lado, te será más fácil aceptar a los demás y conocerlos de forma sincera. Y esto repercutirá en que te muestres tal y como eres.
  • No supongas. Las suposiciones no son hechos reales, sino hipótesis. Intentar adivinar qué pasará o cómo actuarán los demás tan solo te agobiará.

Hacer conscientes estos aspectos facilitará que deseches tu armadura para poco a poco descubrirte, valorarte y comenzar a vivir la experiencia de ser quien realmente eres. 

Tu fuerza interior iluminará tu camino, libérate de lo que no eres.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.