El arte de merecer
Cuando se habla del arte de merecer, lo obvio es que uno se remita a la clásica cadena entre el trabajo duro, la perseverancia y los frutos que nacen de ello. Si bien esto tiene mucho que ver con el merecimiento, lo cierto es que no se agota ahí. Existen muchos otros factores que completan la ecuación de lo que se merece y lo que se recibe.
Es precisamente por eso que se habla del arte de merecer. Como muchas veces se comprueba, no siempre las personas obtienen lo que se merecen. En algunas ocasiones, obtienen más, en otras menos y, a veces, nada. La justicia no parece ser uno de esos factores que opere de forma natural, sino que requiere de acciones puntuales para que se concrete.
El arte de merecer nos habla de esas acciones que se requieren para facilitar ese proceso en el que una persona obtenga lo que, en sana razón, se merece. De hecho, cada persona tiene una expectativa de lo que merece, pero siempre no es consciente de ello y ese es un primer obstáculo. Veamos esto con más detalle.
“El merecimiento consiste en muchas ocasiones en materializar las expectativas echando a andar todo el proceso de logros. El siguiente paso es construir un sueño, que implica formular unas metas, subiendo conscientemente el rango de las expectativas”.
-Alberto Luis González-
El arte de merecer
El arte de merecer se basa en la premisa que anotamos antes: todos tenemos expectativas de merecimiento. El problema radica en que esto involucra una parte consciente y una inconsciente. Lo ideal, en todo caso, es que haya coherencia entre ambas, pero esto no siempre ocurre.
Por ello, siempre hay personas que se esfuerzan en lograr alguna meta sin alcanzarla finalmente. Otras veces ocurre lo contrario: hay personas que parecen atraer hacia ellas todo lo positivo, sin tener que invertir demasiados esfuerzo en ello. ¿Por qué?
Parte de la respuesta puede estar en el arte de merecer. No tiene nada que ver con la buena o mala suerte, ni con “las energías” o aspectos por el estilo. Lo que sucede más bien es que las expectativas sobre lo que uno piensa que merece se traducen siempre en actitudes y acciones. Estas son, en última instancia, uno de los aspectos que llevan nos acercan o nos alejan de nuestras metas.
¿Lo merezco o no lo merezco?
En principio, todo ser humano merece lo mejor para sí. Se suman muchos puntos cuando se actúa con honradez y decencia. La perseverancia y el esfuerzo aumentan los activos necesarios para lograr lo que cada persona desea.
Hay que anotar, eso sí, que existen propósitos imposibles y no reconocerlo solo conduce a la frustración. Es imposible extender la juventud más allá de los límites biológicos. No se puede volver al pasado en las mismas condiciones. También se debe renunciar a la perfección total, a la incondicionalidad plena, a la satisfacción total y permanente, y a la idea de la inmortalidad, tanto de uno mismo como de todo lo existente.
Frente a las metas posibles, lo que muchas veces se interpone entre desear y lograr es el sentido de merecimiento. En particular, aquel que se aloja en el área inconsciente. Este da lugar a situaciones en las que se presenta una inconsistencia entre las acciones concretas que se despliegan para lograr algo y la actitud que se esgrime en ese proceso.
Con las acciones se avanza hacia el logro. Con la actitud se sabotea ese propósito. Popularmente se dice que hay personas que están derrotadas antes de emprender algo y así es. Por más que se empeñen en ello, lo que transmiten con su actitud y la forma de avanzar en su proceso muchas veces se transforma en obstáculos para el logro.
Desarrollando el arte de merecer
Es frecuente que una experiencia del pasado sin elaborar esté en la base de esa idea de que algo no se merece. También es posible que se esté cumpliendo con un mandato inconsciente, consecuencia de cómo alguna figura de autoridad nos miró en el pasado. Así mismo, ocurre lo contrario: el ser invisible, o haber sido invisible para otros, puede sembrar o alimentar la idea en la persona de que eso es lo que merece.
¿Cómo superar esto? El arte de merecer comienza con una reconfiguración de la relación que se tiene con uno mismo. A veces hay tantas dificultades allí que se requiere de ayuda profesional para lograr ese propósito. Otras veces basta con hacer una reflexión sincera que lleve a que uno se convierta en un buen amigo de sí mismo.
Por otro lado, es importante anteponer el autocuidado a cualquier otro aspecto en la vida. Lo primero es conservarse, mantener la propia integridad, darse a uno mismo la mayor relevancia en todo lo que se haga. Esto no es egoísmo, ni soberbia, sino un principio sano de conducta.
Finalmente, ayuda cultivar pasatiempos y actividades divertidas. Esto contribuye a ir más liviano por la vida y a horadar actitudes inflexibles. Todo en conjunto llama a un punto en común: hacerse feliz. Sobre ese sentimiento de bienestar y de cuidado propio se edifica, de forma natural, el arte de merecer.
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- Aramburu Otazu, M., & Sabaté Muriel, I. (2020). Merecimiento y lenguajes de la injusticia: introducción. Etnográfica. Revista do Centro em Rede de Investigação em Antropologia, 24(1)), 157-164.