El arte de saber escuchar
Sí que es un arte, porque no todo el mundo sabe hacerlo. Permanecer callado hasta que el otro acabe de hablar no es escuchar, estar pensando en lo que vas a decir mientras el otro comenta su idea no es escuchar. Escuchar es procesar lo que estoy oyendo, darle un significado y hacer un esfuerzo por intentar comprender, desde el lugar del otro, aquello que comparte con nosotros. En este sentido el silencio a veces dice mucho más que las palabras, y por ello es importante saber utilizarlo.
Muchas veces la escucha es solo eso, escucha, no necesita después una intervención. En cambio sí necesita de cercanía, de un espacio casi compartido, de entender cómo se siente la persona que me está contando su historia y conectar con ella, de una complicidad y una sintonía que se teje con interés y paciencia.
Compartir el silencio nos lleva también a la unión. Es una manera de decirle al otro que puede contar con nosotros, con todo lo que supone contar. Un verbo que va desde el relato a deletrear el paso de los días en compañía.
Cuando dejamos de oírnos a nosotros y lo mal que lo estamos pasando por verle sufrir o por lo que nos relata entenderemos que la escucha abre una puerta hacia el interior del otro. Quiero que no sufra él, no yo, quiero saber realmente cómo se siente y no como yo creo que lo hace. Quiero que sienta que estoy aquí, y que no utilizaré frases como “ya lo sé”, “Yo también”, “te entiendo”… porque realmente no ayudan, simplemente voy a estar aquí, a tu lado, escuchándote.
Crear el ambiente idóneo para la escucha
Este ambiente idóneo está rodeado de silencios, son silencios funcionales, que sin querer engañarnos, son incómodos a veces. Pero son silencios necesarios. El silencio nos da un espacio para recapacitar, para pensar y masticar las palabras que hemos oído y así poder seguir con la conversación.
“No rompas el silencio si no es para mejorarlo”
-L. V. Beethoven-
Tolerar este silencio hace que el ambiente sea relajado y no esté marcado por las prisas, escuchar nos da pistas sobre qué necesita el otro y eso solo se consigue cuando realmente centramos nuestra atención en su relato y en su comportamiento del otro. El silencio proporciona una pausa e invita a seguir hablando, el silencio nos ayuda a escucharnos a nosotros también. Finalmente el silencio genera la oportunidad de hablar, especialmente para las personas que no son demasiado parlanchinas y necesitan una especie de carrerilla antes de tomar la palabra.
Cierra los ojos y escucha
Cierra los ojos y abre tus oídos, apaga tus labios y enciende tus orejas, desconecta tu cerebro y conecta tu corazón, ahora sí estás preparado para escuchar. Todo lo que te rodea tiene un sonido y si estamos hablando no podremos escucharlo; todo el que se dirige a mí me cuenta algo de su ser y su experiencia, si solo escucho o atiendo desde mi persona no podré conocerle de verdad.
Olvidémonos de las frases hechas que solo intentan acallar el disgusto o la ansiedad del otro, esto no es escuchar. A veces escuchar implicará no contestar luego, o necesitar solo una simple reacción como un abrazo o una sonrisa después de acabar de hablar. Centrémonos en crear un contexto de escucha, solo eso, estar dispuesto a oír que me quiere contar el otro y solo así seré capaz de reaccionar y saber qué decir y qué hacer después.
Escuchar es un arte porque es el grafito del lápiz que traza en el mapa el camino para conectar con los demás. Escuchar es un arte porque me da pie a conocer lo que no sé, escuchar me permite ver otras realidades y explorar emociones que nunca he experimentado desde diferentes situaciones. Escuchar me permite ayudar, también encontrar la mejor manera de hacerlo. Así, escuchar es un arte porque me acerca a lo desconocido.