Autocompasión y victimismo, como diamante y carbón
Autocompasión y victimismo son, en principio, dos conceptos muy similares. Sin embargo, al profundizar en cada uno, está claro que resultan ser casi opuestos. Mientras que la autocompasión es una forma de sensibilización con lo propio, el victimismo es una impostura que busca manipular a los demás.
Es cierto que autocompasión y victimismo tienen en común el hecho de que son conductas dirigidas hacia uno mismo y que toman como contenido central el sufrimiento personal. Pese a ello, el propósito que busca cada uno de esos comportamientos es muy diferente.
Así mismo, en ambas hay un reconocimiento de la vulnerabilidad propia y el propósito de validar un sentimiento de carencia o fragilidad. Aun así, autocompasión y victimismo tienen efectos y consecuencias muy disímiles, tanto en quien las experimenta, como en su entorno.
“Una persona victimista es como un barco a la deriva. Está expuesto al oleaje, al viento y a cualquier vicisitud del entorno. No tienen un timón para dirigir el barco, tampoco disponen de velas con las que dirigir el viento. Viven a expensas de que el mundo les trate bien”.
-Laura Vélez-
La autocompasión, o sensibilización al dolor propio
A la palabra compasión suele dársele un significado peyorativo. Se piensa que su función es la de minimizar al otro. Sin embargo, sentir pesar o pena por alguien, incluido uno mismo, se ve a veces como una señal de debilidad o claudicación. También se asocia con una conducta estrictamente pasiva.
Sin embargo, la autocompasión en esencia tiene que ver con reconocer el sufrimiento propio y solidarizarse con él. No se trata de “lamer las heridas” ni de “recrearse” en ellas, sino de aceptar que está presente alguna forma de dolor emocional, permitirnos experimentarlo y darnos tiempo para comprenderlo.
En realidad, la autocompasión es una forma en la que se expresa el amor propio. Implica respeto por uno mismo y preocupación activa por nuestro estado emocional. Aunque se trata de un proceso interno, no es pasivo, sino reflexivo y, por lo mismo, muy dinámico.
El victimismo, una impostura
El victimismo, por su parte, cumple un papel como cortina de humo. Mediante este tipo de conducta se busca evadir la responsabilidad personal frente al propio sufrimiento. No se quiere comprenderlo, sino usarlo para justificarse y, de paso, culpar a otros por el dolor que se siente.
Por eso se habla del victimismo como una impostura. Aunque el sufrimiento puede ser real, de todos modos, se le magnifica porque en algún punto se ha descubierto que este puede funcionar como añagaza, como sebo para obtener ganancias secundarias tales como la consideración ajena e incluso ciertos privilegios.
El victimismo también se utiliza como medio para sustentar o argumentar la persistencia en los errores. Es una actitud y una conducta en la que el dolor se convierte en pretexto incluso para hacer daño a otros. Igual, se le utiliza para evitar ser cuestionado y para demandar de otros un trato especial o privilegiado.
Autocompasión y victimismo
Como ves, autocompasión y victimismo tienen dos lógicas muy disímiles. La diferencia más relevante de ellas es que la primera constituye un sentimiento auténtico, mientras que el segundo constituye un artificio que se utiliza a conveniencia, aunque quien lo haga muchas veces no sea consciente de esto.
Otras diferencias entre autocompasión y victimismo son las siguientes:
- La autocompasión promueve; el victimismo, estanca. La primera ayuda a comprender y evolucionar; el segundo se convierte en una estructura fija.
- Reafirmación y falseamiento. La autocompasión lleva a reafirmar los propios sentimientos; el victimismo sobredimensiona o falsea el dolor propio.
- Autenticidad y manipulación. La autocompasión nos lleva a ser más genuinos, más nosotros mismos; el victimismo es una actitud que se utiliza para manipular a otros.
- Generosidad y egoísmo. El ser comprensivos con nuestro propio dolor nos lleva a comprender mejor el dolor de los demás y a ser más empáticos; el victimismo es una forma egoísta de abordar el sufrimiento.
La resiliencia
Para convertir el sufrimiento en un aprendizaje y una oportunidad de crecimiento, es necesario entenderlo primero. La autocompasión nos ayuda en este proceso, siendo especialmente útil para enfrentar el dolor. Por contra, cuando ese proceso resulta fallido, se cae en el victimismo.
Por otro lado, también está esa actitud, tan de moda en el mundo actual, según la cual lo ideal es pasar por encima del dolor como si no estuviera ocurriendo nada. En este paradigma, fuerte sería aquel que es capaz de ignorar o minimizar su propio sufrimiento y puede seguir hacia adelante, sin mayor problema.
Esa aparente dureza no suele tener efectos constructivos. Tanto el sufrimiento como la felicidad son estados que deben experimentarse plenamente para que de verdad dejen una huella. No es posible desarrollar la resiliencia ignorando o dándole la espalda al dolor.
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Araya, C., & Moncada, L. (2016). Auto-compasión: origen, concepto y evidencias preliminares. Revista Argentina de Clínica Psicológica, 25(1), 67-78.