Autorreflexión: la clave crecimiento personal y la libertad emocional
La autorreflexión nos invita a desapegarnos de las certezas, a cuestionar los pensamientos rígidos, y a su vez nos recuerda que somos seres libres, personas con la capacidad de ser autónomas a la hora de decidir. Pocas dimensiones del crecimiento personal favorecen esa conexión tan íntima y tan plena con el propio interior, para preguntarnos qué queremos realmente y qué es aquello que pone alambradas a nuestra felicidad.
A nadie le sorprenderá saber que gran parte de los gurús del desarrollo personal denominan a la conciencia autorreflexiva “el arte olvidado por la psicología”. Esto se debe a una razón muy sencilla: nuestra sociedad ha llegado a un punto en que resulta mucho más fácil echarle la culpa al otro o a la fortuna de lo que nos ocurre en lugar de tener la valentía -o la capacidad psicológica- de asumir que gran parte de lo que nos sucede es una consecuencia, evitable o inevitable, de nuestros actos.
“La vida es muy simple, pero insistimos en que sea complicada”
-Confucio-
Si me siento desgraciado es porque mi pareja no sabe hacerme feliz. Si no logro tener amistades en las que confiar es porque todas las personas son egoístas. Si suspendo ese examen una y otra vez es porque el profesor de dicha materia me tiene manía. Si no hay día en que no logre arrancarme esta infelicidad y frustración de encima es porque el mundo, sencillamente no sabe apreciar lo que valgo. Si…. es porque…..
A todos nos suenan estas frases que responde a la necesidad de encontrar una causa o un responsable último, estas argumentaciones que sin duda, habremos escuchado en alguna ocasión en boca de un amigo, de un familiar, de un compañero de clase o trabajo. El “arte perdido de la autorreflexión” es el origen de muchos vínculos disfuncionales en las familias, el causante de que se rompan relaciones afectivas y de los conflictos que surgen y se enquistan en muchos entornos laborales.
Si una persona no dispone de ese pensamiento activo con el que cuestionarse ciertas situaciones, se sentirá muy insatisfecha. Cuando esa misma persona tampoco es capaz de entender las propias emociones, de aprender de los errores o responsabilizarse de las propias acciones y sus consecuencias, vivirá en un estado mental donde la irreflexión solo generará un único resultado: la infelicidad.
Autorreflexión, un viaje directo al interior para alcanzar el bienestar
Muchos de nosotros hemos pasado esa época de nuestra vida en que nos decíamos aquello de “tengo que viajar, tengo que salir, tengo que cruzar mis fronteras personales para conocerme a mí mismo”. Poco a poco nos vamos dando cuenta de que en realidad, no hace falta cambiar de meridiano para hallar esa versión auténtica del propio ser, porque vayamos donde vayamos siempre seguiremos siendo los mismos. El conocimiento está en el interior y parte directamente de la autorreflexión.
Asimismo, es oportuno recordar que esta capacidad no se aprende ni un día ni en dos. Es un proceso madurativo donde poder ver nuestra realidad desde diferentes cristales, ahí donde ser capaz de hacernos preguntas desafiantes para abrir la mente, para cuestionar todo aquello que nos rodea… e incluso a nosotros mismos. La autorreflexión es el motor del crecimiento personal, un viaje para el cual todos tenemos billete.
Aunque por curioso que parezca, no siempre hacemos buen uso de él.
La autorreflexión es la llave del éxito
Con “éxito” no nos referimos en exclusiva al hecho de alcanzar una posición privilegiada en la sociedad. Éxito es ante todo bienestar, es la capacidad de ser creadores de nuestra propia felicidad en cualquier ámbito de la vida. Así, y según las investigaciones de Daniel Goleman, la autorreflexión es crucial para poder desarrollar por ejemplo, una adecuada Inteligencia Emocional.
Debemos entender por tanto que eso que los psicólogos definen como “conciencia autorreflexiva” es en realidad una habilidad “meta- cognitiva ” que todos podemos entrenar y potenciar. Significa ante todo poder pensar y reflexionar sobre los propios procesos mentales y emocionales para comprenderlos y dominarlos.
Alguien con una buena capacidad de autorreflexión es una persona capaz de gestionar sus impulsos, alguien que planifica, que dispone de una adecuada conciencia social y que a su vez, entiende la vida es un aprendizaje continuo donde ser receptivo a todo lo que nos envuelve.
Es también una persona capaz de establecer un diálogo interno saludable y útil con el que intuir errores, carencias, inseguridades y malestares con el fin de sanarlos y construir día a día, una mejor versión de su persona.
Por otro lado, y solo como curiosidad, merece la pena recordar lo que dijo una vez Emmanuel Kant en “La Crítica de la Razón Pura”. Para el filósofo de Königsberg lo exterior, aquello que nos rodea es en realidad el reflejo de lo interior. Por tanto, si nuestra imagen interior se caracteriza por una nula capacidad de autorreflexión, baja autoestima y un pensamiento rígido, todas esas dinámicas tan pobres y negativas conformarán un mundo exterior opresivo, gris y poco facilitador.
Claves para desarrollar una buena autorreflexión
Más que un propósito es una necesidad. Desarrollar una buena autorreflexión es un objetivo cotidiano en el que deberíamos invertir esfuerzos y voluntades para convertirnos en aquello que tanto ansiamos: personas libres. Podríamos verlo como un renacer, como ese despertar a la conciencia, esa iluminación o “insight” que nos enseñaban en la película Matrix con el cual, descubrir que no estamos obligados a complacer a los demás de forma constante, que tenemos voz y herramientas adecuadas para ser aquello que deseamos.
Para lograrlo, podemos trabajar en las siguientes dimensiones.
1. Ahonda en tu educación, conoce tu historia familiar
Para conocernos a nosotros mismos, una buena opción pasa por detenernos un momento en nuestras raíces. En ocasiones, un estilo particular de crianza, un tipo concreto de educación determina muchas veces lo que somos ahora e incluso en el modo en que nos vemos a nosotros mismos.
2. Entiende tus necesidades, motivaciones y emociones
Los seres humanos tenemos impulsos sociales, tenemos necesidades de intimidad, el deseo de pertenecer a un grupo social determinado, de alcanzar ciertos logros, ciertos objetivos…
Si entendemos nuestras motivaciones comprenderemos también muchas de nuestras emociones. Es más, a veces descubriremos que muchos de esos deseos son simples apegos que no favorecen en nada nuestro crecimiento personal.
3. Entiende tus mecanismos de defensa
Los mecanismos de defensa se activan cuando nuestra identidad se ve amenazada o cuando estamos expuestos a un tipo de información dolorosa sobre nosotros mismos. Ser conscientes de qué origina estas reacciones y de qué de estrategias defensivas utilizamos nos dará sin duda una información objetiva de nuestros miedos más profundos, de nuestras carencias, vacíos, necesidades…
4. Ahonda en tus fortalezas y debilidades
Las personas somos un compendio de grandezas y debilidades, de virtudes y defectos, de luces y de sombras. Ser conscientes de cada una de estas dimensiones y ahondar en ellas, nos ofrecerá sin duda una herramienta imprescindible para trabajar en nuestra autorreflexión.
5. ¿Cuáles son tus propósitos de vida?
Una existencia sin propósitos no es vida, una mente sin objetivos no prospera, no es feliz, carece de motivantes y motivos para levantarse cada mañana.
Hagamos pues un listado sobre qué propósitos son los que nos definen en el momento presente y ahondemos en por qué son tan importantes para nosotros y qué estamos haciendo para alcanzarlos, para hacerlos nuestros.
“Sino deseas sentirte frustrado continuamente, evita desear aquello que no depende de ti”
-Epícteto-
6. Sé consciente de la “burbuja cultural y social” que te envuelve
La autorreflexión no tiene razón de ser si no la alimentamos también desde una perspectiva crítica. ¿De qué manera impacta en mí la sociedad en la que vivo? ¿Soy esclavo de las modas, me preocupo mucho por el “qué dirán”? ¿Priorizo antes el sentirme integrado a actuar conforme a mis deseos reales?…
7. Crea un hábito diario de autorreflexión
Dediquemos al menos media hora diaria a practicar la autorreflexión. Centrémonos en las cosas importantes de la vida, en nuestros estados emocionales y mentales, en el presente que nos envuelve. Practiquemos la atención plena, llevemos un diario, paseemos, pintemos o quedémonos en silencio durante un buen rato en ese parque que hay al lado de nuestro trabajo…
Para concluir, hagamos de la autorreflexión un hábito consciente donde atrevernos a ser un poco más libres cada día. Dejemos a un lado la superficialidad, los miedos y las tibiezas de la zona de confort para desarrollar un bienestar real donde reencontrarnos con ese ser que a menudo descuidamos y soltamos de la mano demasiadas veces: nosotros mismos.
Referencias bibliográficas
Goleman, Daniel (2017). “Triple Focus”. Zeta Bolsillo
Dyer, Wayne (2010). “Tus zonas erróneas” DeBolsillo
Jung, Carl (2010). “Recuerdos, sueños, pensamientos” Colección nuevo ensayo