Buenas y malas energías ¿Realidad o mito?
En principio, la energía es una realidad física que se define como la capacidad para realizar un trabajo. En otras palabras, es una fuerza que se encuentra en estado potencial, pero que tiene la posibilidad de ponerse en marcha para dar origen a una acción o un movimiento.
El término es hijo de la Física. Pero ha sido incluido en otras disciplinas como la economía o la tecnología. Más recientemente se ha incorporado como base de algunos enfoques médicos conocidos como “bioenergéticos”. Desde allí se popularizó y se puso a circular en el marco de algunas creencias de tipo ocultista o esotérico.
A la energía terminó dándosele una connotación moral. Apareció la “buena” y la “mala” energía. Desde entonces encontramos esas expresiones por todas partes y un sinnúmero de creencias alrededor de ellas. ¿Qué tienen de verdad y qué de mito?
La bioenergética y sus fundamentos
La bioenergética es un enfoque de la medicina que tiene sus fundamentos en el psicoanálisis y en las investigaciones del famoso médico alemán Wilhem Reich. Parte de la idea de que el cuerpo y la mente constituyen una unidad indisoluble. Por eso se deben tomar en cuenta los aspectos emocionales y mentales para llegar a la cura de una enfermedad biológica.
Desde esta concepción, la energía es la capacidad termodinámica de un organismo para realizar sus procesos vitales. Cuando es alterada, por factores internos y externos, las funciones del cuerpo no se llevan a cabo adecuadamente. Es entonces cuando aparece la enfermedad, que solo puede ser sanada con una intervención muy activa del médico, tanto en el plano emocional como en el plano físico.
Con el tiempo, los métodos bioenergéticos recibieron la influencia de algunas filosofías orientales. Adoptaron entonces algunos principios de estas corrientes de pensamiento como el “equilibrio” (Ying y Yang). También incorporaron algunas prácticas de relajación, pues comprobaron que eran eficaces para tranquilizar a las personas y lograr con ello una curación más eficaz.
La bioenergética se tomó como base para desarrollar otros enfoques que ya no estaban sustentados en la investigación como tal, sino en algunas creencias esotéricas. El concepto original sufrió entonces una deformación. Fue entonces cuando comenzó a hablarse de “energías buenas” y “malas”, sin definir exactamente a qué se referían. De ahí se desprendió toda una mitología que se ha hecho muy popular.
Las energías en la creencia popular
Parece haber hecho carrera la idea de que las personas llevamos encima unas “energías”. Serían algo así como una fuerza con el poder de causar daño o bienestar, tanto a nosotros mismos como a las demás personas. Aparentemente, esa “energía” tiene capacidad de contagio, como un virus: se transmite de una persona a otra, simplemente por el contacto.
Nadie explica cómo es que una energía se vuelve “buena” o “mala”. De hecho, no hay una definición universal de lo que es “bueno” o “malo”. Sabemos que estos conceptos son muy relativos, pues dependen de la cultura y de las creencias y valores de cada persona. Mientras para algunos la limpieza exagerada es “buena”, para otros es “mala”. Mientras para algunos el sexo es “bueno”, para otros es “malo”. ¿Es bueno comer o ayunar? ¿Es bueno trabajar o descansar? Sabemos que todo depende de las circunstancias, del contexto. Pero para quienes creen en las energías buenas y las malas, el asunto se torna absoluto.
Esta realidad parece encubrir otra, esta sí plenamente verificable. Los dos grandes trastornos emocionales actuales, la depresión y la ansiedad, se comunican tanto verbalmente como a través de gestos y actitudes. Y sí tienen el poder de actualizar o despertar la ansiedad y la depresión de los demás. Este poder no proviene de quien porta esos estados, sino de la vulnerabilidad de quien los percibe.
Una persona proclive a la depresión y la ansiedad, activará estas emociones si se encuentra con alguien que transmite señales de que se encuentra triste o angustiado. No tiene que ver con cuarzos, con plantas ni con “limpiezas” astrales. Es un asunto que tiene explicaciones más terrenales y se encuentra en la mente.
Imagen cortesía de Bebenko.