No me cansa ofrecer amor, me cansan las decepciones
Todos estamos un poco fragmentados. Cargamos con nuestras piezas rotas intentado unir los pedazos del puzzle imposible de nuestro corazón, ansiando ofrecer amor una vez más. Queremos amar y ser amados, sin embargo, las decepciones ya queman demasiado…
A menudo, suele decirse aquello de que siempre que estemos dispuestos a hacerlo todo por los demás, debemos estar preparados a que en algún momento, nos decepcionen. De alguna manera, es como si el dolor estuviera implícito cuando hablamos de afectos, de amor, de cariños. Ahora bien, esto no es del todo cierto.
Últimamente he desconocido gente que pensaba conocer. Quizá esperaba demasiado de quienes nunca me dieron nada. Quizá he cometido el error de ofrecer amor a quien solo deseaba un contrato de “obra y servicio”. Sea como sea, ya cansa, ya cansan tantas decepciones…
Nuestro cerebro emocional y social ansía la seguridad de un vínculo seguro. La seguridad garantiza al fin y al cabo nuestra supervivencia, y ello explica por qué sentimos dolor cuando nos decepcionan. Algo en nuestro interior se rompe, se quiebra. El vínculo seguro desaparece y solo queda el vacío.
Es posible que en ocasiones construyamos unas expectativas demasiado altas hacia algo o alguien. Puede ser, pero todos necesitamos ciertas garantías de que no vamos a ser heridos. De que a quienes elegimos ofrecer amor, no tiene por qué decepcionarnos ni romper ese vínculo así como así.
Por mucho que nos digan, nadie está preparado para asumir las decepciones como algo “normativo” en nuestras relaciones cotidianas.
Ofrecer amor a pesar de las tristezas y el dolor
Estamos acostumbrados a que nos digan que las decepciones no las causan comportamientos inadecuados, sino las falsas expectativas que uno mismo se hace sobre las cosas. Ahora bien, esta frase de manual no tiene sentido en parte de los casos, en especial, cuando el comportamiento ha sido realmente cruel, inesperado y doloroso.Cuando uno dispone de una buena amistad con alguien, no entra en sus expectativas que nos critiquen a nuestras espaldas. Cuando una persona llega a la ancianidad, no entra tampoco en sus expectativas que los hijos lo abandonen. Cuando uno ama y cree ser amado, nunca espera ser maltratado o humillado por la pareja.
Hay decepciones auténticas, profundas y descarnadas. Ofrecer amor después de estas experiencias vitales es poco más que una misión imposible, porque necesitamos tiempo. Necesitamos que las agujas del tiempo cosan y remienden heridas, “piezas rotas” que nuestro cerebro, lo creamos o no, interpreta como tal. Como heridas auténticas.
Un dolor real
Según un estudio publicado en la revista “Proceedings of the National Academy of Sciences” y llevada a cabo por el psicólogo emocional Ethan Kross, tanto los rechazos, como las traiciones y las decepciones profundas son interpretadas por nuestro cerebro como un golpe, una quemadura o un impacto físico traumático.
La región cerebral que más se activa en estos casos es la ínsula, vinculada directamente con el dolor. Todo ello, nos demuestra que para el cerebro, una decepción es la ruptura de un hilo que nos ofrecía seguridad, confianza en algo o alguien que ahora, se ha desvanecido.
Volver a ofrecer amor después de estas vivencias no es fácil, sin embargo, puede ser una buena medicina para sanar heridas.
No te canses de ofrecer amor y de quererte a ti mismo/a
Hay decepciones que no vulneran, que se asumen como quien tolera el pinchazo de una rosa o beber cada día en una taza rota pero reparada con pegamento y mucho afecto, porque es nuestra favorita. Sanamos, perdonamos y avanzamos.
Ahora bien, algo en lo que no debemos derivar es en dejar que nuestro corazón se convierta en una piedra. En caso de hacerlo, esa piedra caerá para siempre en el frío pozo del desánimo, de la vulnerabilidad y el fracaso.
El amor auténtico no duele. La amistad sincera no traiciona. Quien te quiere te puede decepcionar una vez, pero nunca más. Por ello, te proponemos reflexionar unos instantes en estas sencillas estrategias de afrontamiento, que nos pueden servir para superar estos instantes tan complejos.
Una decepción, además de sufrimiento, provoca que nos sintamos vulnerables. Cuando una persona se siente frágil, más que ofrecer amor lo que necesita es recibirlo, recibirlo en especial de sí misma para reconstruirse, para validarse de nuevo con toda su integridad, fortalezas y autoestima. Algo que nos da el tiempo y un adecuado trabajo interior.- Además del factor tiempo, vamos a tener que gestionar tres sentimientos básicos: la rabia, el pesimismo y la impotencia. Una decepción arranca nuestras raíces y nos hace pensar que ya nada va a ser igual. Disipa estos tres jinetes de la infelicidad de tu corazón en cuanto te sea posible.
- Asume por un lado, que no merecías lo que te ha pasado, pero acepta también que no mereces sufrir eternamente. No elijas el rencor como alimento cotidiano, no te prescribas el sufrimiento como medicina eterna, los efectos secundarios son devastadores.
Recuerda mejor algo indispensable: elegirte a ti. A ti por encima de todas las cosas, por encima de los miedos, de las incertezas y de los resentimientos.
Elige volver a ilusionarte y sobre todo, a seguir cultivando lo que de verdad merece la pena: ofrecer amor. Piensa que a pesar de todas las decepciones, sigue existiendo gente buena.