Vivir con claustrofobia
Se sabe que entre el 2 y el 5% de la población mundial sufre o sufrió de claustrofobia en algún momento de su vida. En la mayoría de los casos, aparece tras una experiencia traumática en un espacio cerrado, como puede ser un castigo al ser niños o que se haya parado el ascensor.
En otras personas, la fobia a los lugares cerrados puede surgir por “imitación”, es decir, cuando alguien cuenta un hecho, se ve una película o una noticia que impresiona. Un caso puede ser el de un grupo de mineros que se queda encerrado bajo tierra o una historia donde un mago no puede salir al hacer su truco.
Los sitios donde con más frecuencia la gente sufre de claustrofobia son ascensores, túneles, el metro, habitaciones pequeñas o con poca ventilación (también las cerradas con llave), los sótanos y las técnicas de diagnóstico como la tomografía computada (TAC).
En casos más aislados puede ocurrir en la cama solar, en las cabinas de teléfono, en las cuevas, en las minas, en el sauna, en los aviones, en las bañeras cerradas, en el cine o hasta en discotecas o teatros.
Un problema que genera una gran angustia
Generalmente, la persona que sufre de esta fobia no se da cuenta por sus propios medios de la situación cuando el miedo comienza a aparecer. No puede igualmente pensar en otra cosa que no sea el encierro, por más de que escuche música, trate de hablar con alguien, lea una revista o respire profundamente.
Lo que pasa por la cabeza de una persona con claustrofobia son las consecuencias del encierro en sí, sobre todo relacionados con morir asfixiado o a que nadie lo rescate a tiempo. Por ejemplo, al detenerse un ascensor (principalmente los que tienen puertas automáticas), no podemos movernos mucho, estamos atrapados y si hay otras personas al lado, la situación se complicará aún más.
¿Cuáles son los síntomas de la claustrofobia?
Entre los más frecuentes podemos citar estos signos de que se está sufriendo un episodio de claustrofobia: palpitaciones, sudoración excesiva, problemas para respirar (sensación de asfixia o falta de aire), ataque de pánico y desmayos.
También son comunes la ansiedad anticipatoria a un desenlace negativo, latidos acelerados, mareos, temblores, aturdimientos, náuseas, sensación de terror o pavor, problemas para concentrarse en una conversación.
¿Cómo se puede tratar la claustrofobia?
Este miedo intenso que aparece cuando nos encontramos en un espacio cerrado puede ocasionar perjuicios para la salud, tanto física como mental, ya que los niveles de estrés en esos momentos aumenta sobremanera. Además, un claustrofóbico limita sus actividades y su vida social, al no poder subir por un elevador o reunirse en un bar muy pequeño con amigos, por ejemplo.
Para poder tratar la claustrofobia se pueden aprovechar las ventajas de la terapia cognitivo-conductual, cuyo objetivo es modificar esta conducta. Ayuda mucho en el proceso de superar la fobia y a disminuir la ansiedad y los síntomas que se sufren en una experiencia traumática.
También se pueden llevar a cabo diferentes técnicas de respiración y relajación, como el yoga o la meditación. Es bueno recordar que la claustrofobia tiene mucho que ver con la sensación de morir asfixiado. Si podemos respirar de manera consciente y más calma, los latidos del corazón volverán a la normalidad y la respiración también.
Ayuda profesional
Siempre que la claustrofobia sea invalidante o afecte a tu vida cotidiana debes buscar la ayuda de un profesional. Él, como experto, utilizará las técnicas adecuadas para ayudarte a superar el problema. Puedes apoyarte en tu familia o en algún amigo o amiga si no quieres ir solo a la consulta.
La terapia facilitará que puedas hacer vida normal en poco tiempo y que seas capaz de controlar esa ansiedad que hacía que, por ejemplo, tuvieras que subir andando con la compra y no pudieras usar el ascensor. Además, es bueno que sepas que, como en casi todas las terapias, la persona afectada va a tener que colaborar con el terapeuta y depositar su confianza en él.
Finalmente, tienes que tener presente que es un problema del que se sale y del que puedes sacar partido, ya que las herramientas que adquieras en la terapia para controlar la ansiedad podrás utilizarlas frente a otros estímulos que te la provocan y que no afecten tanto a tu vida cotidiana.