Claves para afrontar los días tristes
En los últimos tiempos, el positivismo ha inundado nuestras vidas y conversaciones diarias. Constantemente recibimos mensajes motivacionales que nos instan a buscar el lado más amable de cada situación. Desde la publicidad hasta las recomendaciones de expertos o los consejos de un amigo, desde todo punto se nos invita a buscar y potenciar nuestras emociones positivas. Sin embargo, no es realista ni saludable pretender encontrarnos en una perpetua felicidad, ya que todo el abanico emocional existe por una razón.
La tristeza es una emoción que puede resultar desagradable, pero es inevitable y cumple una función. A pesar de ello, algunas personas ejercen tal resistencia a experimentar tristeza que terminan amplificando su sufrimiento. Hay quienes se enfadan consigo mismos por estar tristes, hay quienes se culpan por ello. Hemos olvidado que tenemos derecho a sentir, que todas nuestras emociones son válidas, y es precisamente esto lo que nos impide gestionarlas adecuadamente.
Permite que la tristeza sea
Por lo anterior, la primera pauta a seguir para afrontar los días tristes es aceptarlos, permitir que sean. Resistirnos a las emociones que surgen solo convierte el dolor natural en sufrimiento autoinfligido.
Así, no trates desesperadamente de cambiar tu estado de ánimo, permítete sentir la tristeza. No importa si aparentemente todo en tu vida está bien, es irrelevante si los demás opinan que no tienes motivos de peso para sentirte triste. Siente sin culpa, es tu derecho.
Ponte en marcha
Permitirnos sentir una emoción no implica regodearnos en ella ni detener nuestra vida. Tan importante es sentir como no sobreidentificarse con lo que se siente. Es importante convertirnos en observadores externos de nuestras emociones y no cederles el control.
No eres responsable de lo que sientes, pero sí de lo que haces. Por ello, para afrontar los días tristes, procura pasar a la acción aunque realmente no desees levantarte de la cama.
Cuida tu cuerpo y tu mente
Cuando un hijo está triste, sus padres se encargan de cuidarlo, atenderlo y consolarlo. Y lo mismo hacemos los adultos cuando una pareja, un amigo o cualquier ser querido se encuentra bajo de ánimos. Del mismo modo, hemos de estar ahí para nosotros, dispuestos a cuidarnos y atendernos a todos los niveles.
Así, cuando estés triste, comienza por cuidar tu cuerpo. Báñate, hidrátate, cuida tu aspecto; no por vanidad, sino como un acto de amor propio y autocuidado. Igualmente, aliméntate de forma saludable, prepárate una comida elaborada con alimentos nutritivos y deliciosos. Disfrútala.
Ocúpate también de tu mente, dedícale un tiempo a tu mundo interior. Siéntate frente a un papel en blanco y expresa lo que sientes, sin censura y sin organización, solo ve plasmando lo que surja de ti. Reflexiona sobre tus miedos, tus penas, frustraciones y deseos y déjalos salir. Inmediatamente sentirás el alivio de ventilar tus emociones.
Realiza actividades agradables
Siempre es importante proporcionarnos pequeñas gratificaciones a diario, pero cuando nos sentimos tristes, estas sencillas acciones cobran aún más relevancia. Por ello, encuentra un momento para dedicarte a algo que te genere calma y bienestar. Lee un libro, dibuja, camina por la naturaleza o vuelve a ver tu película favorita.
Trata también de compartir tiempo con personas que te aprecian y te aportan valor. Disfruta de su compañía. La tristeza frecuentemente nos lleva a aislarnos; sin embargo, las relaciones sociales tienen la valiosa capacidad de mejorar nuestra autoestima y elevar nuestro estado de ánimo. Aprovecha la oportunidad.
Afrontar los días tristes nos permite conocernos mejor
Muchas personas se lamentan de que los demás solo los quieren en sus momentos buenos y desaparecen cuando más hacen falta. No nos hagamos lo mismo a nosotros. Es fácil sentirse conforme y tranquilo con quien uno es cuando estamos pletóricos, felices y llenos de energía. Pero, si vamos a amarnos, hemos de hacerlo en cualquier circunstancia.
Dejemos de ver a la tristeza como una enemiga y comencemos a percibirla como una aliada. Ella nos ofrece la oportunidad de conocernos mejor, de profundizar en nuestro ser, de acompañarnos y sanarnos. Si cesamos de resistirnos a los días tristes y comenzamos a aprovecharlos, estaremos un paso más cerca de la felicidad.
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