Cómo encontrar un plan de alimentación saludable que te funcione
¿Cuántas veces te has propuesto seguir un plan de alimentación saludable y, finalmente, no lo has cumplido? La mayor parte de las veces el factor que termina con el proyecto es un fallo en la motivación, a pesar de que esta al principio no suele faltar. Por otro lado, con frecuencia las razones que impulsan esta dieta también tienen sentido a nivel de salud: cuidar de nuestro cuerpo comiendo mejor.
Podemos pretender bajar de peso, tener más energía, mejorar tu aspecto externo, prevenir malestares o problemas derivados de tus hábitos alimentarios, etc. En general, sea cual sea el motivo, lo que a casi todos interesa es encontrar una manera más sana de comer.
Pero una cosa es proponerse seguir un plan de alimentación saludable y otra es encontrar uno que te funcione a ti personalmente.
En realidad, uno de los problemas es que achacamos el fallo en la ejecución de nuestro plan a la falta de voluntad o disciplina. Sin embargo, el verdadero problema para no cumplir ese compromiso que adquirimos con nosotros mismos puede haber sido, simplemente, que lo que nos proponemos es demasiado difícil, un escalón que está -de momento y para nosotros- demasiado alto.
Tal vez ese plan sea en apariencia ideal, pero puede ser que no sea adecuado para ti, porque las exigencias sean demasiadas y puedan superarte. Lo que podrías hacer es buscar algo que funcione a ti, algo que puedas integrar como un hábito y que no suponga para ti un nivel tan alto de esfuerzo.
Ese plan de alimentación saludable debe implicar un cambio en tu apariencia o en tu salud profundo y verdadero para que funcione, y para que puedas concluirlo sin ceder. Es decir, los propios avances deben actuar como un reforzador.
Si el cambio obtenido solo es temporal, entonces el beneficio solo será temporal y será más fácil que abandones tus planes de alimentación.
¿Qué es una alimentación saludable?
El primer paso para encontrar tu plan de alimentación personalizado es comprender qué implica el término ‘saludable’. Para empezar, no se trata solo de comer para adelgazar o para mejorar nuestra salud; hablamos de un concepto más global, el bienestar: una alimentación saludable implica sentirte bien con tu cuerpo y con lo que comes; tener una relación de paz con la comida. Es decir: sentirte bien físicamente y sentirte bien emocionalmente con lo que comes, además de sentirte bien en general.
Cuando comemos de manera saludable, nos podemos sentir satisfechos y con energía para nuestras tareas y actividades diarias. Si a lo largo del día te falta energía, quizás sea el momento de girar la cabeza y analizar la estructura de tu dieta.
Si comemos bien no tenemos tantos antojos, porque nuestro cuerpo tiene todos los nutrientes que necesita.
Además, comer adecuadamente implica tener una relación saludable con la comida, sin remordimientos ni culpas. La relación con la comida debería ser una relación sana de amor: comemos para obtener energía, pero también para sentirnos bien más allá de la degustación.
Así, si le prestamos la suficiente atención, comer es una proceso fácil y natural que cumple una función y por ello no tenemos que pelearnos con nosotros mismos a la hora de comer ni reprimirnos para evitar comer lo que no debemos o en el fondo no queremos.
La represión relativa a la comida supone luchar contra nuestros deseos de comer algo que sabemos que probablemente no vaya a sentarnos bien.
Cabe destacar que, las personas con una relación sana con la comida, suelen hablar sobre comer saludablemente de una manera completamente diferente que las personas que hacen una dieta forzada y molesta. No se obsesionan con la báscula ni con el peso de los alimentos ni con las calorías o grasas que aportan. Tampoco sienten culpa por haber ingerido un alimento u otro.
Principios de un plan de alimentación saludable
Hay 3 principios clave para que una dieta saludable funcione. Son los siguientes:
- Equilibrar la salud física y mental. Prioriza la felicidad mental sobre la felicidad física, de manera que no te sientas ansioso o culpable en relación a lo que comes o dejas de comer. De este modo desarrollarás una conexión emocional más saludable con los alimentos.
- Encontrar un plan a largo plazo que sea sostenible. Necesitas un plan que puedas incorporar a tu vida cotidiana y que te resulte fácil de seguir sin que requiera mucha fuerza de voluntad; que no te haga sentir que estás bajo una dura dieta. La clave es hacerlo tan simple que encaje en tu vida cotidiana.
- Minimiza la privación. Muchos planes de alimentación saludable fallan porque se centran en la privación. Esta es un acto de desamor hacia uno mismo, ya que supone negarse aquello con lo que se disfruta. Basa mejor tu plan de alimentación en priorizar aquello que es saludable o en buscar una versión más sana de aquello con lo que se disfruta.
Comer sano, en definitiva, no tiene por qué ser difícil o duro de sobrellevar. No se trata de comer los últimos superalimentos que están en boga ahora mismo, o de basar la alimentación en complementos alimenticios que, supuestamente, lo tienen todo para completar tus necesidades dietéticas.
Para apostar por el éxito de tu plan de alimentación saludable, empieza por implementar cambios fáciles. No tienes que hacerlo todo a la vez; mejor ve poco a poco, disfrutando del refuerzo que nace de la mejora en tu bienestar global.
Los conceptos básicos de una vida sana y de una alimentación saludable, en realidad, son más simples de lo que parece.
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- Cervera, P., Clapés, J. y Rigolfas, R. (2004). Alimentación y dietoterapia (4ª ed). Madrid: Ed. McGraw-Hill Interamericana.