Cómo enseñar a decir la verdad a los niños

Desde pequeños es importante que los niños comprendan el concepto de mentira y la diferencia que existe con decir la verdad.
Cómo enseñar a decir la verdad a los niños
Gema Sánchez Cuevas

Revisado y aprobado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Última actualización: 27 febrero, 2019

Hasta los cinco años, los niños son demasiado pequeños para entender qué es una mentira, ya que es a partir de esta edad cuando comienzan a aprender la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto. No obstante, esto no implica que no nos preocupemos por enseñar a decir la verdad a los niños, por establecer una base desde la que más adelante empezar a construir el valor de la sinceridad.

Entre los tres y los cinco años, los niños empiezan a establecer la línea que separa la realidad de la fantasía. Por lo tanto, decir una mentira no es una forma inusual de explorar ese límite, sino otra forma de experimentar hasta donde pueden llegar. No obstante, los padres suelen reaccionar con cierta vehemencia ante lo que consideran una mentira por parte de sus hijos. La cuestión es que no siempre es la mejor manera de manejar la situación.

Es más, que los niños mientan de vez en cuando, no debe ser, por lo general, motivo de alarma. Sin embargo, cuando los niños encuentran que la mentira les ayuda a mantenerse alejados de los problemas o que a través de ella obtienen la atención de los demás, sí puede convertirse en un mal hábito. Profundicemos. 

Claves para enseñar a decir la verdad a los niños

Es importante que los padres hagan frente a la mentira de una manera directa que promueva la honestidad. Las siguientes estrategias resultan muy útiles para enseñar a decir la verdad a los niños.

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Establecer reglas sobre decir la verdad

En casa debe haber una regla clara que haga hincapié en la importancia de decir la verdad. De esta forma, los padres se aseguran que sus hijos entiendes cuáles son sus expectativas y la importancia que dan al valor de la honestidad.

Además, es importante aclarar que estas reglas tienen que ser cumplidas por todos, adultos incluidos y, por supuesto, dar ejemplo de ello.

Ofrecer un modelo de honestidad

Por otro lado, para enseñar a decir la verdad a los niños, hay que ofrecer un modelo de honestidad. Esto es, como dijimos anteriormente, dar ejemplo.

En ocasiones, los niños no pueden distinguir las pequeñas mentiras o mentiras piadosas de otras, de ahí que sea fundamental hablarles sobre ello.

No obligar a los niños a mentir

Los padres no deben obligar a mentir a los niños. De hecho, aunque en algún momento puedan parecer mentiras sin importancia, los pequeños no lo diferencia. Y además, hay que evitar hacerles cómplices de una mentira.

Mentir en la edad para ahorrarse un dinero en algo o pedirles que digan algo diferente de la realidad a otro adulto enseña a los niños que, en determinadas ocasiones, es lícito decir una mentira. Esto solo les confunde y, a la larga, favorece la creación de una imagen deshonesta de los adultos, lo que puede terminar generando una relación de desconfianza hacia ellos.

Hablar sobre la diferencia entre decir la verdad y mentir

Desde pequeños, los niños tienen que entender qué es la mentira y la diferencia que hay con decir la verdad.

A menudo, los niños necesitan ayuda para entender el significado de decir la verdad y todo lo que conlleva. Esto debe abordarse desde la comprensión y el amor, sin castigos ni dramas; ya que los niños necesitan tiempo para entender estos conceptos.

Enseñarles por qué no deben decir mentiras

Los niños pueden mentir siguiendo sus fantasías, ya sea como una forma de diversión o para evitar las consecuencias negativas de sus actos.

Distinguir la razón por la que mienten facilita la explicación sobre el motivo por el que no deben hacerlo y ayuda a desarrollar un plan.

Para explicar a un niño por qué no debe decir mentiras hay que entender para qué lo hacen y explicarles la importancia de decir la verdad.

Ofrecer al niño la oportunidad de decir la verdad

En vez de regañarles e incluso castigarles por mentir, es muy recomendable ofrecer una nueva oportunidad a los niños para que digan la verdad, así como advertirles de las consecuencias de mentir sin avergonzarles ni amenazarles.

Los niños tienen que valorar la sinceridad como algo que tiene valor en sí mismo, antes que una forma de evitar un castigo.

Reforzar al niño cuando dice la verdad

Uno de los motivos por los que los niños mienten es para evitar las consecuencias de sus actos. Si el niño reconoce sus actos o es sincero y recibe un castigo, lo que se consigue es reforzar la actitud negativa de mentir.

En su lugar, es mucho más aconsejable reforzar su actitud sincera, hablar con él y asegurarse de que ha entendido lo que no debe hacer, sin amenazas ni castigos.

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Hablar sobre las consecuencias de mentir

Es importante que el niño entienda las consecuencias que tiene mentir. Por eso, aprovechando casos reales -o usando como excusa algún cuento o película que haya visto- es importante analizar con él lo que ha pasado y lo que hubiera sucedido si, en vez de mentir, se hubiera dicho la verdad.

Lo que implica decir mentiras para un niño

Que los niños empiecen a mentir no significa que se estén convirtiendo en unos mentiroso compulsivos, sino que es una señal de que están desarrollando habilidades psicológicas importantes. Un ejemplo es la teoría de la mente, la capacidad de reconocer que otras personas pueden tener creencias o sentimientos diferentes a los demás. Así, para mentir, el niño debe darse cuenta de que, aunque sabe muy bien lo que hizo, los demás lo desconocen.

Mentir también requiere el desarrollo de la función ejecutiva, un conjunto complejo de habilidades entre las que se incluyen la memoria de trabajo, el control inhibitorio y la capacidad de planificación. El niño tiene que esconder la verdad, planear una realidad alternativa, diseñar una historia, contar sobre eso y recordarlo.

Por lo tanto, los niños que mienten demuestran habilidades cognitivas importantes. Sin embargo, las mentiras también se deben en parte a que no se poseen grandes habilidades cognitivas.

Los niños son emocionales e impulsivos, luchan mucho con el control inhibitorio, un aspecto de la función ejecutiva, y es por eso que, a pesar de sus claras instrucciones de no hacerlo, seguirán haciendo lo que sea que se les ha dicho que no hagan. Eso sí, mentirán para encubrir sus errores y evitar ser castigados.

Por lo tanto, no hay que hacer un drama cuando se empiezan a descubrir las primeras mentiras, pero hay que actuar para evitar que se conviertan en un hábito que, con el tiempo, cueste más erradicar.


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