¿Cómo ser personas que inspiran confianza?
En la vida tenemos multitud de relaciones, más o menos duraderas y, por ello, es inevitable que nos preocupe qué piensan los demás de uno mismo. Una de las bases de las relaciones interpersonales es la confianza. Generalmente, cuando tenemos aprecio a alguien le damos toda nuestra confianza, así como actuamos de manera confiable para ellos. Pero, a veces, las apariencias engañan y no transmitimos lo que nos gustaría. Así, podemos cambiar algunos hábitos para ser más personas de confianza.
Hay muchos factores que influyen en la confianza: la historia de la relación, la personalidad de cada una, el grado de cercanía, etc. No obstante, algo fundamental para generar e inspirar confianza es que sea algo mutuo. Uno puede poner mucho empeño en actuar de una determinada forma, pero si la otra persona no responde y recibe nuestra confianza, no surtirá efecto.
La palabra tiene muchísimo valor
De nada vale prometer algo si después no se va a cumplir. Si desde un principio se sabe que no se puede llevar a cabo, ¿para qué dar la palabra de que así será? Como bien se dice, las palabras se las lleva el viento y si no las podemos convertir en realidad, es normal que la otra parte empiece a desconfiar de nosotros. Sobre todo si ya se ha producido varias veces.
Obviamente habrá situaciones menos graves donde a veces no es posible cumplir nuestra palabra (un retraso, caer enfermos), pero aunque exista justificación la otra persona siempre agradecerá que intentemos reparar de alguna forma nuestra falta.
La honestidad es lo único que vale
La honestidad es uno de los ingredientes básicos para ser personas de confianza. Está muy bien eso de ser sincero de cara a la galería, pero también hemos de serlo interiormente y por tanto hay que ser consecuente con lo que decimos y hacemos. Hay que nacer con la idea de que no somos perfectos y no pasa absolutamente nada por reconocer un error y subsanarlo. De hecho, si somos capaces de abrirnos a las personas cercanas a nuestro círculo (aunque eso supongo un conflicto), los lazos afectivos saldrán mucho más fuertes.
Es importante también aprender a comunicar los sentimientos y pensamientos. Ser honesto no quiere decir que haya que indicarle al otro siempre lo que no nos gusta. Simplemente, con delicadeza y respeto, hacerle saber cómo te sientes, cuál es tu problema, o bien, haciendo saber cómo puedes ayudar al otro y darle apoyo real.
Ser transparente
Si nos dedicamos a manipular nuestras conversaciones en beneficio propio quizás consigamos ventajas a corto plazo. Sin embargo, si queremos hacer crecer una relación basada en la sinceridad, tolerancia y respeto, lo mejor es ser transparente desde el principio, aunque en ocasiones seguro no sea nada fácil.
Si somos opacos, lo único que conseguiremos es crear una máscara delante de nosotros mismos que nos impedirá abrirnos a los demás. Esa poca transparencia, es precisamente lo que termina por generar desconfianza. Cuando el otro no entiende qué pensamos o cómo podemos reaccionar, no le aportará una sensación de seguridad. Por ello, si queremos ser personas de confianza, uno de los pasos más importantes es dejar ver al otro cómo somos, qué pensamos y cómo nos sentimos.
Dar y recibir
Si lo que pretendes con una amistad es conseguir algo a cambio, mejor te puedes ir despidiendo. En muchas ocasiones tendremos que dar nosotros sin necesidad de que vayamos a recibir algo a cambio. En definitiva, cuando damos, tengan por seguro que después es mucho más sencillo y gratificante recibir. Sobre todo cuando este regalo viene de una persona que admiramos y respetamos.
Así, la confianza es algo que ha de crecer entre dos personas, no unilateralmente. Nos sentimos bien al confiar en alguien que confía en nosotros, y viceversa. Por lo tanto, para ser personas de confianza, también tenemos que aprender a confiar en los demás. A creer en ellos. Sólo así generaremos la complicidad e intimidad necesarias para que se sientan seguros con nosotros mismos.