El complejo mercado de los favores: entre la nobleza y los rencores

El complejo mercado de los favores: entre la nobleza y los rencores
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Valeria Sabater

Última actualización: 15 septiembre, 2019

A menudo, suele decirse que las personas suelen olvidar el largo listado de favores que les hemos hecho, a excepción de uno solo, aquel que nos negamos a realizar. Es como si el mercadeo del favor fuera un territorio minado, lleno de condiciones y deudas que cumplir, cuando en realidad, nada debería ser más libre, sincero, humilde y altruista que el sencillo acto de dar y recibir.

Nos explicaba Nietzsche en uno de sus libros que hay tantas almas esclavizadas agrediendo un favor recibido, que se estrangulan con la cuerda de la gratitud la vida entera. Estamos sin duda ante un tipo de dinámicas relacionales tan complejas como interesantes, vistas al menos desde el plano psicológico. Algo que en un principio debería resultar positivo (hacer o recibir un favor o un elogio suele ser muestra de una buena relación) a menudo acaba transformándose en un hecho incómodo cuando aparecen varios elementos de fondo.

“Como me crecieron los favores, me crecieron los dolores”

-Anónimo-

De hecho, todos lo habremos experimentado alguna vez. Cuando alguien de nuestro entorno se acerca hasta nosotros para “pedirnos un favor” nuestras alarmas se encienden casi al instante. Es algo automático, porque en menos de un segundo hacemos un sinfín de valoraciones y elucubraciones. ¿Será algo grave? ¿Qué me va a suponer satisfacer su favor? ¿Tiempo, dinero, renunciar a algo, ponerme en una situación incómoda?

En medio de todos esos razonamientos nuestra boca ya ha dicho en voz alta aquello de “claro, lo que necesites”, en especial si la persona que demanda el favor es alguien con quien mantenemos un vínculo estrecho y donde por tanto, siempre se percibe una “obligatoreidad” implícita a la hora de satisfacer esa pequeña -o gran- demanda. Son situaciones complicadas donde se entremezclan emociones, presiones y a instantes altos costes personales donde vale la pena tener algunas ideas claras.

Te proponemos reflexionar sobre ello.

El doloroso mercado de los favores

Todos nosotros agradecemos que nos hagan favores, siempre y cuando, eso sí, no nos hagan sentir que estamos en “deuda”. Porque entonces lo que experimentaremos es una “amenaza“. Es algo muy sutil, queda claro, pero es una realidad evidente y rotunda. Algo así es lo que ocurrió, por ejemplo, en las elecciones presidenciales del 2008 en Estados Unidos. Fue una anécdota realmente curiosa y digna de análisis.

Cuando se organiza una campaña electoral y se promociona a un candidato, lo habitual, es ensalzar la experiencia, dotes de liderazgo, logros o aspiraciones legislativas del candidato. Sin embargo, cuando presentaron al republicano John McCain se equivocaron de forma desastrosa en el enfoque.

Presentaron a McCain como a un héroe de guerra. Era alguien que había realizado enormes sacrificios por su país como soldado, alguien que había sido hecho prisionero de guerra, alguien a quien habían torturado, una persona que por tanto, debía “ser recompensada”. Porque todos estaban en deuda con él.

Esa palabra, la de “estar en deuda” apareció en casi cualquier discurso. Nadie en el equipo de asesores supo ver ni entender en ningún momento que dicho término se traduce de forma instintiva por nuestro cerebro como una amenaza. A nadie le gusta tener un deuda. A nadie le gusta tener que actuar bajo presión. Si alguien nos hace un favor, lo último que deseamos es que se nos exija después tener que devolver una libra de nuestro corazón, como diría Shylock, el personaje del “Mercader de Venecia”.

Corazón herido

Esto mismo es lo que experimentamos casi de forma constante en nuestro día a día. Si nos hacen un regalo debemos devolverlo. Si nos invitan a un bautizo, boda o comunión, a menudo, estamos “obligados” a de volver en “especie” (en dinero o regalos) el equivalente al coste de esa invitación. Pasamos gran parte de nuestra vida condicionados por lo que otros hacen por nosotros, a veces sin pedirlo, o condicionados también por las críticas al no querer cumplir alguno de los favores que nos demandan.

¿Cómo actuar ante el ciclo tóxico de los favores?

Decir que en el mercadeo de algunos favores existe cierta atmósfera tóxica no es caer en ninguna exageración. Desde la psicología social nos recuerdan que las relaciones más positivas, fuertes y satisfactorias son aquellas donde hacemos y nos hacen favores sin que percibamos en ningún momento la sombra del chantaje, la exigencia o la manipulación.

“Cuando hagas favores no los recuerdes. Cuando recibas favores no los olvides”

-Proverbio chino-

Así, no podemos dejar de lado el hecho de que “hacer favores” es habitual en todo contexto, y que de algún modo valida ese vínculo construido con la familia, la pareja, los amigos o los compañeros de trabajo. Sin embargo, no podemos negar que a menudo nos encontramos con las típicas frases de “yo lo haría por ti” o “después de todo lo que hemos hecho por ti ahora tú…”.

¿Cómo podemos actuar por tanto ante este tipo de dinámicas donde percibimos con claridad un trasfondo adverso e incluso tóxico? Te proponemos reflexionar en las siguientes ideas.

  • Evita en primer lugar, asignar un coste a cada favor que hagas. Todo lo que realices por los demás, debe nacer del corazón, no de la obligación, debe hacerse con libertad y estar siempre en sintonía con tus valores y tu identidad.
  • No aceptes que nadie haga algo por ti que tú no has aprobado, no has pedido, que te incomoda o que a largo plazo, puede suponerte un coste demasiado alto.
  • Escucha a tu instinto, a tu intuición. Cuando nos piden algo hay una voz interna que nos responde al segundo si deberíamos hacer o no ese favor. Analiza ese mensaje interno y actúa siempre en consecuencia.
  • Si alguien reacciona mal cuando damos una negativa lógica y justificada a la demanda de un favor, valora si esa relación es sincera.

Entiende por último que los favores deberían ser regalos sin coste, muestras de un acto de reciprocidad basado en la confianza más auténtica, nunca en el chantaje. Recuerda además, que los mejores favores, los que nunca se olvidan, son aquellos que se hacen sin que tengan que pedírnoslos. Esos que demuestran que somos capaces de anticipar necesidades en las personas que queremos y respetamos.

 


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