Computación afectiva, ¿de qué se trata?
La computación afectiva es un nuevo campo de investigación que evoluciona en la intersección de varias disciplinas clásicas. Compete, por supuesto, a la informática, pero también tiene que ver con la psicología y la sociología, entre otras áreas. Dicho de una manera muy sencilla, esta rama evoluciona alrededor de un objetivo extraordinariamente ambicioso: conseguir que las máquinas tengan empatía o que, al menos, se comporten como si la tuvieran.
Lo que pretende la computación afectiva es detectar, registrar y comprender las emociones humanas. ¿Para qué? Si conseguimos una traducción en términos computables, seríamos capaces de desarrollar una tecnología más capaz de ayudarnos desde una simbiosis mucho más avanzada con el ecosistema humano.
Se habla de computación afectiva desde 1995. De hecho, ya la podemos apreciar en los ordenadores, teléfonos móviles y dispositivos similares. El solo hecho de que un ordenador pregunte algo y le dé la opción al usuario de elegir el camino a seguir es una materialización de ese rudimento de empatía.
“Los robots cosecharán, cocinarán y servirán nuestra comida. Trabajarán en nuestras fábricas, conducirán nuestros autos y pasearán a nuestros perros. Te guste o no, la edad del trabajo está llegando a su fin”.
-Gray Scott-
La computación afectiva
La primera persona en hablar sobre la computación afectiva fue la doctora Rosalind Picard, directora de Affective Computer Group del Media Lab en el MIT. En 1995, publicó un artículo en la revista Wired sobre el tema. El texto no se tomó muy en serio, ya que el mundo de la informática estaba más preocupado por aumentar la potencia de las máquinas antes que su capacidad para comprender las emociones.
Sin embargo, las cosas cambiaron con el tiempo. Los múltiples avances fueron demostrando que no era suficiente crear dispositivos capaces de realizar muchas funciones. También era importante que los usuarios de esos aparatos pudieran apropiarse de ellos e incorporarlos a su vida sin sentir que estaban haciendo “algo extraño”.
Así pues, se han ido introduciendo mejoras en las máquinas para que sean cada vez más capaces de detectar e interpretar las emociones humanas. No se trata de que comprendan la afectividad, en estricto sentido. Más bien tiene que ver con la capacidad de “leer” la presencia de los sentimientos en los seres humanos y tenerlos en cuenta antes de pasar a la acción.
La importancia de la empatía
Hoy en día se están empleando aparatos para muchas funciones que antes no realizaban. Un dispositivo o un espacio digital sirven, por ejemplo, para atender el reclamo de los clientes en “primera línea” o primera instancia. Así, estos aparatos o programas tienen la capacidad de ir guiando al usuario hasta que encuentre una respuesta a su necesidad o sea redirigido a un humano.
Se trata de una función simple en la que se aplica la computación afectiva. Estas aplicaciones, muchas veces, detectan la confusión del usuario y le ofrecen alternativas para que aclare lo que quiere preguntar o para que dé los pasos necesarios para lograr lo que se propone. Otros aparatos o aplicaciones más sofisticadas hacen lo mismo a una mayor escala.
Hay grandes avances en materia de robótica. Hace tiempo que se ensaya con robots para cuidar a personas enfermas o a los niños. También hay prototipos para realizar las tareas domésticas e incluso para brindar compañía. Si se pretende que todo eso funcione bien, lo recomendable es tener en cuenta la subjetividad humana.
La biometría
¿Cómo se implementa la computación afectiva en esencia? Hasta el momento lo que se ha logrado es que las máquinas capten determinadas señales fisiológicas y que respondan a ellas. Así pues, el ser humano emite determinadas señales cuando experimenta una emoción. Los demás humanos las captamos, pero no somos conscientes de ello. Una máquina sí puede detectarlo directamente.
Los dispositivos emplean sensores, los cuales pueden ser de distintos tipos. Una cámara, por ejemplo, será capaz de registrar las expresiones faciales y procesar lo que hay detrás de ellas. De hecho, la expresión facial es una intensa línea de investigación dentro de la computación afectiva. Los gestos son interpretados y se responde en consecuencia.
Así mismo, ya existen dispositivos que miden el estado de ánimo de un conductor en carretera. Captan su ritmo cardiaco y respiratorio, la presión que ejerce sobre el volante, la expresión de su rostro, etc. Esto les permite enviar mensajes para que reduzcan el estrés, como sugerir determinada música o ruta.
Ese es el estilo que terminará imponiéndose en las máquinas con las que interactuemos. Cada vez tendrán mayor “empatía”, lo cual es fundamental en ámbitos como la salud. Sin embargo, todos sabemos que se trata de una respuesta programada y no natural, como la que podría darnos otro humano. ¿Será suficiente?
Crédito editorial de imagen principal: MikeDotta / Shutterstock.com
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Baldassarri Santalucía, S. (2016). Computación afectiva: tecnología y emociones para mejorar la experiencia del usuario. Bit & Byte, 2.
- Bosquez, V., Sanz, C., Baldassarri, S., Ribadeneira, E., Valencia, G., Barragan, R., ... & Camacho-Castillo, L. A. (2018). La Computación Afectiva: emociones, tecnologías y su relación con la educación virtual. Revista de Investigación Talentos, 5(1), 94-103.
- Serratosa, F. (2008). La biometría para la identificación de las personas. Universitat Oberta de Catalunya, 8-20.