¿Comunicarnos de forma directa o andar con rodeos?
En lo que respecta a la comunicación, sobre todo en la familia, existen grosso modo dos tipos: la comunicación abierta y la cerrada. La primera se refiere a la comunicación directa, sin rodeos, en la que lo que se quiere decir es lo que se expresa. Y la segunda, a una comunicación menos directa, generalmente defensiva, con chistes que enmascaran indirectas hirientes y palabras que quieren expresar algo distinto a lo que se dice.
Diferencias, ventajas y desventajas entre ambas
Frases como “qué bueno sería que alguien me ayudara a mover esta mesa” son ejemplos evidentes de comunicación cerrada. Ese “alguien” no es un ser etéreo, sino la persona que está enfrente del que dice la frase. Por tanto, es un mensaje indirecto y no explícito, que busca que un segundo se dé por aludido.
Por contra, en esa misma situación, la comunicación directa expresaría algo así como “¿me ayudas a mover la mesa?”. En este caso, la persona que recibe el mensaje tiende a sentir que tiene la libertad de elegir si quiere ayudar o no al otro. Mientras que, en la primera frase, la expresión indirecta y cerrada hace que la persona receptora del mensaje se sienta, en cierta forma, presionada y obligada a hacer lo que se le está “pidiendo”.
Es importante este matiz, porque puede cambiar totalmente la disposición del otro.
La comunicación abierta tiene como principal ventaja que es menos agresiva (en términos lingüísticos) que la cerrada. Así, en familias facilitadoras, este tipo de intercambio abunda, de manera que los niños que crecen en este tipo de hogares tienden a ser personas con una alta autoestima, confianza en ellos mismos y en los demás. Y adoptan en su día a día una comunicación clara y directa, con objetivos bien planteados.
En lo que respecta a la comunicación cerrada, normalmente se suele dar en familias con dinámicas poco adaptativas, en las cuales los niños tienden a tener baja autoestima, un nivel de comunicación indirecta y agresiva, objetivos poco claros y desconfianza hacia los demás.
La comunicación abierta y cerrada en el entorno familiar
Ya desde corta edad podemos percibir el tipo de comunicación que hay en casa. Y eso puede llegar a marcarnos el resto de nuestra vida, aunque no es determinante. Es posible modificar esta dinámica comunicativa. Para lograr estos cambios, saber lo que nos pasa, lo que sucede a nuestro alrededor y aprender a concernos es fundamental, ya que, poco a poco, podemos pasar de lo que vivimos a lo que queremos vivir.
Esto último, llevado a materia de comunicación sería de pasar de una comunicación cerrada a una comunicación abierta y más madura. E incluso, si lo que vivimos en casa fue una comunicación abierta, siempre se puede mejorar.
De ahí que, un primer paso, si notas que tu familia tiende más al estilo de comunicación cerrada que a la abierta, puedes encontrar este apoyo, orientación e intervención en los psicólogos.
Entonces ¿a qué tipo de comunicación nos queremos abrazar? ¿Qué estilo de comunicación queremos transmitirles a nuestros hijos? Es sabido que cuando a un niño se le dice “no, porque no” no entiende el motivo de la negativa. Pero si se le dice “no, porque puedes hacerte daño, ya que si corres por este lugar puedes golpearte” el niño va a entender de qué se le está hablando. Y, por consiguiente, es muy probable que ponga en práctica el consejo que se le está dando.
Por eso, siempre que podamos (y no solamente con los niños) intentemos dar explicaciones directas, claras y sin rodeos, eso da libertad de elegir a quien recibe nuestro mensaje. Y a nosotros nos libera de dar largas y tediosas explicaciones; y también se evita así las manipulaciones hacia otras persona para conseguir un determinado fin.