Conoce tu valor y no te conformes
¿Alguna vez, en mitad del caos diario, de tu rutina habitual, has notado ese pellizco en el estómago que trata de alertarte de algo? Tal vez lo hayas ignorado o, simplemente, no hayas sabido comprender lo que trataba de decirte.
Generalmente aparece en momentos clave, que requieren de nosotros una respuesta. Esa sensación interior es tu cuerpo hablándote, pidiéndote que no te conformes.
Recuerda la última vez que tu pareja te faltó al respeto, aquella vez que un amigo te traicionó o esa otra en la que sentiste que en el trabajo se estaban aprovechando de ti.
Probablemente sentiste el impulso de actuar, de decir “basta”, de defender tu integridad. Sin embargo, el miedo se apoderó de ti y optaste por mirar hacia otro lado y seguir adelante. Te conformaste y lo notaste en tu cuerpo.
Actuar desde el miedo
Todos anhelamos que el éxito y la felicidad sean el resultado de nuestras decisiones. Solemos tener una idea, más o menos específica, de lo que deseamos y de lo que no.
Queremos relaciones sinceras, respetuosas y equilibradas tanto en lo personal como en lo laboral. Si nos preguntan, escogeremos sentirnos apreciados y valorados por quienes nos rodean.
No obstante, no pocas veces nos encontramos con circunstancias desfavorables y tratos injustos. Nos sentimos heridos o despreciados por los actos de otras personas, y aun así elegimos permanecer en el mismo lugar. ¿Qué hay, tan poderoso que nos lleva a privarnos nosotros mismos de la felicidad? La respuesta es clara: el miedo.
Miedo a ser rechazados, a ser abandonados, a quedarnos solos. Miedo a no encontrar un empleo mejor, una pareja más acorde a nuestros deseos, unos amigos más leales.
Salir de esas situaciones implicaría saltar a una piscina que, estamos seguros, está vacía. No confiamos en que existan mejores oportunidades para nosotros porque no reconocemos nuestro valor.
Reconoce tu valor
“Aceptamos el amor que creemos merecer”. Todos hemos escuchado en alguna ocasión está afirmación. Y si no hemos emprendido un proceso de sanación, tal vez incluso nos suene dura e irreal.
Cuando te encuentras inmerso en una relación conflictiva y dolorosa, de cualquier índole, esta frase suena culpabilizadora. ¿Cómo voy a creer yo que merezco este trato, esta indiferencia y este sufrimiento?
En realidad, la oración no habla sobre culpa, sino sobre responsabilidad. No eres culpable de los actos de otro, pero sí eres responsable de aceptarlos. Tú tienes el poder y la capacidad de seleccionar las personas y los ambientes que te rodean, estás en todo tu derecho de salir de vínculos que te hieren.
Si te sientes incapaz de hacerlo, si el miedo te paraliza, es que quizás, inconscientemente, no te sientes merecedor de algo mejor.
Pueden ser diferentes circunstancias las que hayan sido un obstáculo para desarrollar una autoestima sana. Tal vez tu infancia, tu educación familiar, tus experiencias pasadas te hayan llevado a tener un autoconcepto muy dañino.
Quizá te sientas insuficiente, inferior, quizá sientas que tus defectos opacan tus virtudes. Quizá ha llegado el momento de comenzar a trabajar en ti y recordar que eres una persona sumamente valiosa.
Conjuga la comodidad con inteligencia
En primer lugar, no te conformes con una baja autoestima. El amor propio sana, cicatriza y empodera. Es el combustible que te impulsa a priorizarte. Es quien te impulsa a silenciar lo que sientes y a recordar lo que mereces cuando te asalten las dudas. El amor propio es esa voz que te grita: “si no está a la altura, no te agaches“.
Encuentra la manera de sanar tu autoestima, lee, pide ayuda si es necesario. Pero reencuéntrate contigo mismo y ámate. Cuando descubras tu valor encontrarás la paz interior y la valentía. Te resultará sencillo decir “no”, decir “adiós”, decir “basta”. Verás, con tal nitidez, que mereces algo bueno que no te conformarás.
Habrás aprendido a tratarte con amor y respeto y será, de manera que empezará a ser natural para ti exigir el mismo trato por parte de otros. Por eso, presta siempre atención a esa sensación en el estómago: si algo no se siente bien, es que no lo está.
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- Feeney, J., & Noller, P. (2001). Apego adulto. Bilbao: Desclée de Brouwer.
- Branden, N. (1995). Los seis pilares de la autoestima. Paidós.