Contagio emocional: ¿Cómo transmitimos nuestras emociones a los demás?
¿Te ha ocurrido alguna vez que, cuando sonríes a la persona con la que estás hablando, te devuelve una sonrisa? ¿Has notado lo que sucede cuando alguien cercano a ti se encuentra triste y te cuenta qué le pasa? ¿Qué le ocurre a los aficionados del fútbol cuando su equipo marca un gol? Las respuestas a estas preguntas puedes encontrarlas en un fenómeno conocido como contagio emocional. Veamos de qué se trata.
Cada vez que interactuamos con una o varias personas los mecanismos de contagio emocional se ponen en marcha. Ya sea con nuestra pareja, en nuestro grupo de amigos o en el lugar en el que trabajamos, nuestras relaciones se ven afectadas por la forma en la que nos dirigimos al otro.
De esta manera y de acuerdo con Daniel Goleman, cada uno de nosotros es en buena medida responsable de cómo determina los sentimientos de las personas con las que día a día interactúa, tanto a nivel positivo como negativo. Pero… ¿cuáles son los mecanismos responsables de que esto suceda?
Las emociones se contagian
Cómo nos saluda el conductor del autobús o nuestra pareja al comenzar un nuevo día puede hacernos sentir ignorados, resentidos o en cambio, valorados. Las emociones, a pesar de ser invisibles, se contagian como si fueran un virus, y lo hacen a través de un intercambio subterráneo en cada una de nuestras relaciones, percibiéndolas como negativas o nutritivas.
El contagio emocional es un proceso imperceptible y sutil que ocurre constantemente en el que se emiten señales emocionales afectando a las personas de nuestro alrededor.
La transmisión de emociones es un proceso primitivo e inconsciente que actúa como una sincronía y parte de nuestra supervivencia. A través de diversos mecanismos las personas se desenvuelven en una danza emocional para entrar en sintonía mediante la mímica de la expresión facial. Todo comienza por una sonrisa, una expresión de rabia o algunas lágrimas. Basta con ver a alguien expresar una emoción para que en nosotros se evoque ese mismo estado.
A pesar de que genéticamente todos estamos preparados para ser partícipes de este contagio, hay personas que tienen mayor capacidad para transmitir emociones o de contagiarse por los demás. Personas hipersensibles que son como esponjas emocionales capaces de absorber cualquier ápice emocional que se produzca a su alrededor como las PAS (Personas altamente sensibles). Por el contrario también existe la otra cara de la moneda, aquellas personas incapaces de sentir emociones como los psicópatas. Pero ¿quiénes son los responsables de que este contagio emocional se produzca?
El papel de las neuronas espejo en el contagio emocional
En nuestro cerebro existen un grupo de neuronas que según Daniel Goleman funcionan como una especie de “wifi neuronal” para conectar con otros cerebros y reflejan en nosotros lo que observamos en los demás. Son las neuronas espejo. Ellas son las responsables, por ejemplo, de que nos emocionemos cuando vemos una película o del sobresalto que sentimos cuando vemos a una persona darse un golpe.
Cuando las neuronas espejo se activan ponen en funcionamiento los mismos circuitos cerebrales que los que están activos en la persona que observamos. De manera que se puede sentir una emoción como propia, aunque no estemos ejecutándola. Así, gracias a ellas y a otras zonas de nuestro cerebro, como la ínsula, se puede explicar el fenómeno del contagio emocional.
Pero, ¿qué persona es la que marca el tono emocional en un grupo? Según diferentes estudios, el miembro más expresivo emocionalmente si es un grupo de iguales. Ahora bien, cuando se trata de un contexto como el trabajo o una clase, en el que hay diferencias de poder, será la persona más poderosa la que marque el estado emocional del resto.
El contagio emocional se produce siempre que se interactúa. Su hilo conector es la empatía.
Empatía vs contagio emocional
Muchas personas al hablar del fenómeno de contagio emocional lo asimilan a la empatía pero aunque tienen ciertos puntos en común y en algún momento uno se sirve del otro no son lo mismo.
Empatizar es ponerse en el lugar del otro, tener en cuenta su perspectiva sobre la vida y sus sentimientos. Todo un arte que no todo el mundo es capaz de encender en sus relaciones con los demás pero que serviría de mucho si lo hicieran. Pero este ponerse en lugar del otro no implica deshacerse de los sentimientos y emociones propios. Simplemente es tener en cuenta que existe e intentar comprenderlo.
Por otro lado, el contagio emocional significa hacerse como propias las emociones de los demás y no saber cómo desprenderse de ellas, sufriendo sus consecuencias.
Para comprender la diferencia podemos pensar que la empatía es como sumergirse en el agua y el contagio emocional es como beberse un vaso de agua. En la primera experiencia lo hacemos para conocer y comprender el comportamiento de este fluido y en la segunda para que forme parte de nosotros.
Ahora bien, esta diferencia no implica que en algún momento no se necesiten y es que para llegar a empatizar se necesitan unas pequeñas dosis de contagio emocional, pero sin llegar a experimentar un secuestro emocional. Esto no quiere decir que el contagio emocional sea malo; lo cierto es que nos resta autonomía, pero si las emociones que se contagian son positivas ¡bienvenido! ¿A quién no le agrada esa risa tonta que somos incapaz de parar y que otros nos contagian?
Para reflexionar te dejamos un vídeo sobre el tema y una pregunta: ¿Qué emociones quieres contagiar a los demás?