2 costumbres muy dañinas en el siglo XXI
La tecnología ha cambiado nuestro comportamiento social. No somos los de antes, nuestra necesidades no han cambiado, pero nuestra manera de satisfacerlas sí. Quedan pocos barrios, y menos pueblos. Las comunidades están en la nube y las ayudas llegan en forma de correo, los chascarrillos en forma de comentario, los rumores son la pólvora que prende las redes. Somos más universales, pero también más impersonales, sustituibles. En este contexto, queremos hablar de 2 costumbres muy dañinas en el siglo XXI.
Los demás ven, gracias a una colección de filtros inmensa, que nuestros rostros ya no tienen granos, ni arrugas. Que tenemos tiempo para trabajar, hacer deporte, excursiones en familia y la compra semanal. Dotados para vivir al día, pero también al mes, a la semana y al año. Salvo que venga una pandemia y nos recuerde que somos frágiles y que nuestro verdadero poder no está en la identidad, sino en lo que podemos construir en la realidad.
Que los del mérito son aquellos que son capaces de salvarnos cuando nos cuesta respirar. Los que gracias a su cariño y saber, ponen límites al dolor y nos devuelven la esperanza. La misma, que al fin y al cabo, todos necesitamos para vivir.
En este nuevo escenario, hay 2 costumbres muy dañinas en el siglo XXI.
El cariño virtual, la distancia personal
Seguro que conoces a alguien que lo hace. Esa persona que te escribe, deja comentarios en aquello que publicas, pero cuando te encuentras cara a cara con ella, baja la cabeza y pasa de largo.
El ancla de este tipo de dinámica encuentra base en dos pilares: la imagen y la carencia de habilidades sociales. Por un lado, en privado la exposición pública es muy restringida. Quizás la persona se muestra tan interesada en nuestra actividad online porque espera reciprocidad y así contar con un muro, con un escaparate, en el que proyecte tener un hábitat social muy denso.
Nuestro cerebro conjuga en asociativo. Si tiene muchos amigos, si muchas personas le respetan, será porque es bueno…, porque estar cerca de él o ella es una ventaja evolutiva.
Las personas que muestran un espacio virtual de interacción más activo son interpretadas así por nuestro sistema cognitivo. Y claro, todos queremos que los sistemas cognitivos de otros no lean así.
El otro factor que puede estar detrás de este comportamiento disonante es la carencia de habilidades sociales. Recordemos que estas requieren práctica, que podemos nacer con una ventaja genética para desenvolvernos en entornos sociales, pero que esta puede no ser un factor diferencial en los casos en los que damos buenos nutrientes a esta semilla.
El no escondido: la segunda de las costumbres dañinas en el siglo XXI
A la mayoría de nosotros nos cuesta decir no. Nos piden un favor, y nuestro autoconcepto pega un respingo. Dice, ¡¡¡¡Ehhh, amigo, que tú eres una persona generosa!!!! Y las personas generosas hacen favores, en ocasiones sacrifican intereses personales en favor de los de otros, están pendientes de los demás…
Así, ¿cómo te vas a negar? ¿es mayor el coste que puede producirte la disonancia entre lo que haces y lo que dicta tu autoconcepto o el de poner tus recursos -empezando por el tiempo-, por ejemplo, a disposición del otro?
Pues bien, una manera de no generar esta disonancia es diferir la respuesta. Ese “ya veremos” que muchos padres practican con la esperanza de que sus hijos no tarden en olvidarse de su deseo o cambiarlo por otro que sea más sencillo de satisfacer. Esa costumbre tan extendida en la interacción tutor-tutelado se ha extendido también al mundo adulto.
Ese ya veremos puede ser sustituido por un “sí…, lo haré cuando tenga tiempo”. Sabiendo que no vamos a tener tiempo porque cumplir con esa petición será siempre lo último en la escala de prioridades.
Además, ese sí lo voy a hacer, pero sin concretar, nos puede posicionar todavía en un mejor lugar. Es cierto que abre la puerta a que el otro nos recuerde de vez en cuando nuestro compromiso, pero también da lustro a nuestra imagen cuando el otro se olvida de esa petición o resuelve su necesidad de otro modo.
¡Qué generosos somos que sí le íbamos a ayudar! Nos quedamos con el refuerzo positivo y además no hemos pagado el precio que supondría haber prestado esa ayuda de manera real. Sin embargo, si nos ponemos en el otro lado, esta es una dinámica que nos puede desesperar mucho (en parte, por eso, es una de las costumbres muy dañinas en el siglo XXI).
No podemos insistir en la petición, porque el otro ya ha dicho que sí y dejamos de buscar alternativas por esto mismo. Confiamos en que el asunto está resuelto con la contribución del otro, de manera que dejamos de buscar recursos o colaboración en otros lugares.
Hasta que vemos que el otro en realidad no nos va a ayudar y que, por su falta de asertividad, estamos en una situación todavía más comprometida que al principio. Por su frecuencia, seguro que alguna vez te has visto en una situación parecida.
En este sentido, si no queremos que nos lo hagan, empecemos por dar ejemplo. Muchas veces esta forma de respuesta solo es una imitación de otra que nosotros hemos dado antes. Si tenemos la costumbre de escaquearnos de los compromisos que adquirimos, es normal que los de más terminen pagándonos con la misma fórmula.
Por otro lado, intenta, cuando alguien acceda a una petición, que la concrete en tiempo y forma, de manera que seas consciente del margen con el que cuentas y además tengas referencias para establecer puntos de control. Esta es una de las mejores estrategias para no ser víctima de una de las costumbres más dañinas en el siglo XXI.
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- Fernández, V. P. (2005).
- Procesos psicológicos básicos: un análisis funcional
- . Pearson Educación. Tarde, G. (2011).
- Las leyes de la imitación y la sociología
- (Vol. 13). CIS.