Creer que no se es suficiente
En la sociedad actual se nos incita, y a veces casi se nos exige, ser perfectos, eficientes, felices, empáticos, dar lo máximo de nosotros… Una infinidad de competencias que, al final, a lo que nos lleva es a una vida llena de presión y frustración. Esto además empuja a muchas personas a sentirse incapaces, creyendo que no se es suficiente.
Es más, independientemente de las exigencias que marque el entorno, muchas personas sienten constantemente que no alcanzan el nivel esperado por los demás ni por ellas mismas.
Este sentimiento está relacionado con una baja autoestima, ya que tienen un modelo en sus cabezas de lo que sería ideal que dista bastante del autoconcepto que tienen de ellas mismas. No obstante, ¿qué significa ser suficiente?
Cuando no nos sentimos suficientes
Quienes sienten que no son suficiente, pueden sentirlo en un ámbito de su vida, en varios, o en todos. Sin embargo, generalmente, el sentimiento acompaña de forma continua a la mayoría de esferas vitales.
Así, esa sensación limita el comportamiento. Por ejemplo, una persona que cree que no es suficiente, piensa que su opinión no tiene valor o que es probable que se equivoque, por lo que no dará su opinión. O bien, no tendrá o no luchará por sus objetivos, pues considera que le faltan habilidades para alcanzarlos.
Igualmente, pensará que no es lo suficientemente simpática, atractiva o divertida, y vivirá con el miedo a decepcionar y a no gustar a los demás.
Esto es solo la punta del iceberg. Creer que no se es suficiente da forma a una ausencia de confianza que subyace a multitud de comportamientos, pensamientos o actitudes: pensar que una crítica que nos hacen es personal, sentir envidia por lo que otros tienen o consiguen, consentir o pasar por alto faltas de respeto, machacarse interiormente y autocriticarse continuamente, etc.
El síndrome del impostor
En relación con creer que no se es suficiente, existe un fenómeno psicológico llamado el síndrome del impostor. Las personas que padecen este síndrome viven con el miedo a ser descubiertos como un fraude. Es decir, consiguen una serie de logros y piensan que pueden haberlos obtenidos por suerte, coincidencia o haciendo creer a otros que son más capaces de lo que son.
Por lo tanto, piensan que no son lo suficientemente buenos como para haber logrado algo y temen que los descubran.
Este síndrome no está reconocido como un trastorno mental a día de hoy. Sin embargo, existe mucha investigación sobre el tema.
Aunque no existen datos concluyentes, se estima que 7 de cada 10 personas lo han sufrido en algún momento de su carrera laboral, y es que este es el ámbito donde más se suele dar. Y a pesar de ello, las personas que lo sufren creen que son las únicas en su círculo que se sienten así.
¿Qué hacer en estos momentos?
Cuando una persona cree que no es suficiente, aumentan sus niveles de ansiedad y su estado de ánimo se ve comprometido: lo negativo profundiza y lo positivo se queda en la superficie.
En este entorno psicológico, la persona suele optar por dos vías: vivir como una víctima o en una obsesión por alcanzar la perfección. No obstante, siempre existe un tercer camino: trabajar para aceptarse y valorarse.
En estos casos, un psicólogo puede ser una ayuda valiosa. Por otro lado, a nivel personal, en estar circunstancias podríamos plantearnos:
- Pensar de dónde nacen esos pensamientos e identificar a qué ámbitos afectan.
- Una vez identificados, plantearnos cuáles son las diferencias entre lo que pensamos y somos. Es decir, no es lo mismo sentir que no se es suficiente que realmente serlo. Habría que pensar en todos los logros que alcanzados.
- Un ejercicio muy útil es pensar e imaginar qué consecuencias se derivan de pensar que no somos suficientes. Esta tarea puede ayudar a tener una imagen mejor de uno mismo y comenzar a hacer pequeños cambios de conducta que marquen la diferencia.
En definitiva, centrarnos en lo que podríamos ser en lugar de valorar lo que ya somos es un condicionante o una tentación con la que todos hemos tenido que negociar.
Por ello, es importante aprender a quererse, entender que, al igual que los demás, tenemos nuestras inseguridades, pero que éstas no determinan nuestra valía personal.
Así, aunque a veces cometamos errores, la satisfacción y el aprendizaje están en nosotros, y eso es la clave del propio bienestar.