Cuando la envidia se convierte en algo serio y patológico

Cuando la envidia se convierte en algo serio y patológico
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Última actualización: 28 abril, 2024

La envidia carcome a cualquier persona y destruye todo terreno fértil. Mata lo que está vivo y corre rápida como un tsunami. Arrasa con todo. La envidia es destructiva tanto para uno mismo como para los demás. Un sentimiento que amarga la existencia, sobre todo en su mayor intensidad.

Quizás en algún momento de nuestra vida puede que hayamos sentido envidia hacia una persona. Ya sea por sus cualidades físicas, por sus logros o por su suerte. A nadie le es totalmente desconocido este sentimiento.

Ahora bien, existe un tipo de envidia etiquetada como sana que no produce ese sabor amargo. Su presencia es algo así como un pequeño golpecito en la espalda que al sentirla nos señala aquello que añoramos o que nos gustaría cambiar y que nos deja un regusto de tristeza y nostalgia. La envidia sana no es tan amarga ni destructiva como la patológica.

“La envidia es una declaración de inferioridad”.

-Napoleón-

Escuchar a la envidia para que nos ayude

La envidia, ya sea sana como patológica, nos habla de algo que falta en nosotros o que al menos, consideramos que no tenemos. Quizás nos indique la presencia de un sentimiento de inferioridad que nos impide tener relaciones sanas con los demás o tal vez, nos recuerde ese sueño que quedó atrapado en la recámara de nuestra vida. Sea lo que sea, siempre tiene algo que decirnos, por eso es tan importante escucharla.

No conseguiremos nada ocultándola o negándola. La envidia está ahí y nos quiere avisar de algo. Si no, no la sentiríamos como esa espinita clavada en nuestro pecho al saber de la ventura y dicha de otras personas. Nos daría igual.

Así, cuando sentimos envidia parece que de alguna manera algo se remueve en nuestro interior. Por ello es importante escucharla, traducir lo que nos quiere decir, aceptarlo y pasar a la acción. Sí. La ficha está en nuestra mano, no en manos ajenas. La última persona que puede decidir qué hacer con ese sueño no cumplido, somos nosotros. No lo olvidemos.

La envidia patológica nos destruye

Cierto es que no siempre tenemos los recursos para cumplir nuestros sueños, pero quizás podamos adaptarlos a nuestras posibilidades y trabajar de manera constante para hacerlos realidad. Por ello es normal en ciertas ocasiones sentir ese pequeño pinchazo cuando vemos que alguien ha conseguido lo que nosotros aún no hemos podido. O lo que nos da vértigo querer conseguir.

El problema es cuando esa envidia se convierte en el eje central de nuestras interacciones con los demás. Cuando esta domina nuestra relaciones y comenzamos a compararnos de manera constante con el otro. De este modo, lo único que conseguimos es descentrarnos de nuestra propia existencia, poniendo nuestra mirada crítica hacia el exterior. Una mirada enfocada en buscar el fallo, la flaqueza o la debilidad del otro. Una actitud castigadora que no perdona la felicidad ajena.

Así, la otra persona se acaba convirtiendo en alguien a quien odiar. Dependiendo de su desdicha nuestra felicidad y de su dicha nuestra desdicha. Un laberinto de malestar que gira en torno al sentimiento de envidia y tiene el poder de cegarnos a la hora de encontrar una solución a lo sucedido.

Transformar la energía negativa en positiva

Ante la trampa de la envidia y el efecto de negatividad que genera, se hace vital transformar esa energía (dirigida a criticar y buscar los “fallos” ajenos) en positiva para así buscar lo que de verdad nos hace felices. Así, todo el esfuerzo focalizado en rastrear el exterior hay que dirigirlo hacia nuestro interior.

Solo nosotros podemos ser nuestra única medida. Es importante asumir que la comparación es realmente inútil. Cada ser humano es único y tiene sus propias potencialidades y puntos débiles. ¿Para qué compararnos con los demás? Ni somos la misma persona, ni hemos vivido lo mismo, ni vemos el mundo de la misma forma…

Mujer con la mano en la frente agotada

Cada persona está construida de una forma diferente. Habrá personas que sean “mejores o peores” que nosotros en una disciplina en concreto y a la inversa. Eso es algo que hemos de asumir si no queremos entrar en el mortal juego de las comparaciones.

Uno puede ser un desastre en matemáticas y para otro pueden ser tremendamente sencillas. Pero puede que este último no sea tan creativo como el primero, el cual es una explosión de arte y creatividad. Cada persona brilla con su propia luz.

Como vemos, solo viviendo en la realidad propia podremos centrarnos en lo que queremos ser y en cómo queremos hacerlo. Así el mejor aliado para avanzar no es el sentimiento de envidia sino la aceptación. Ese sostén capaz de impulsarnos hacia donde deseemos y que en ocasiones, tanto nos facilita el camino.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.