Cuando la preocupación se apodera de nosotros
La preocupación es un estado mental en el que nos instalamos cuando anticipamos hechos o consecuencias desagradables e incluso imprevisibles. Significa un viaje al futuro que de alguna manera nos incapacita en el presente ya que secuestra parte de nuestros recursos mentales, buscando una solución a lo que muchas veces solo es una posibilidad.
Es muy común que las preocupaciones se apoderen de nosotros y que nos encontremos a nosotros mismos dándole vueltas una y otra vez a un mismo tema, sin descanso.
En ocasiones esto nos produce síntomas a nivel físico como mareos, jaquecas, caída del pelo, problemas en la piel, etc. El cuerpo nos habla y casi que nos ordena que por favor paremos, que ya basta de rumiar como las vacas y que es hora de poner las cartas sobre la mesa y afrontar el problema real, fuera de los escenarios hipotéticos y angustiosos que diseñamos en nuestra mente.
Aunque parece fácil al decirlo, liberarse de la preocupación resulta una ardua tarea pues estas suele ser terriblemente intrusivas, se apoderan de nosotros, nos roban la capacidad de pensar de forma clara y nos margan el presente.
La buena noticia es que poseemos una poderosa arma llamada fuerza de voluntad, mediante la cual podemos decidir cómo sentirnos y también cómo actuar.
Gracias a la capacidad que tenemos para dirigir nuestros pensamientos podemos desechar a la preocupación de nuestra mente. Es un arma difícil de usar porque practicamos poco con ella, pero si queremos combatir al poderoso adversario que supone la preocupación, no nos queda otra que aprender a usarla conscientemente, a”domarla” para que se ponga nuestro servicio.
La preocupación nos engaña
A veces nos puede parecer que la preocupación es beneficiosa, pero solo se trata de un engaño. Nos han vendido que preocuparse es de personas responsables y que gracias a ella podemos resolver más eficientemente los problemas.
En realidad esto no es cierto, ya que lo único que puede resolver nuestros problemas es, nuevamente, el control que tengamos sobre nuestros pensamientos, que podemos emplear para ocuparnos de ellos. Si son resolubles no ayudarán a encontrar una solución y si no lo son a integrarnos y a adaptarnos.
Preocuparse de manera anticipada sobre lo que nos puede ocurrir, no solo no previene que finalmente ocurra, si no que nos ancla en el problema que resulta tener la mente en el futuro sin disfrutar del aquí y ahora.
No es raro que la preocupación sea reforzada exteriormente de forma positiva. De hecho muchos piensan que algo que no nos preocupa tampoco nos importa, cuando esto no es cierto. Muchas veces, ya hemos encontrado la solución a eso que según otros “debería preocuparnos” o simplemente hemos conseguido aceptarlo y trazar un plan de vida en el que asumimos que tenemos que vivir con ello.
¿Cómo puedo controlar mi preocupación?
Si hay algo que podemos controlar es nuestra propia mente y la preocupación forma parte de ella. Olvídate de usar la preocupación para intentar que no ocurran hechos futuros desagradables. Si tienen que ocurrir, ocurrirán y más te vale ocuparte de ellos en ese preciso momento.
Algunas recomendaciones que puedes seguir para librarte de las preocupaciones, y a su vez de la temida ansiedad, son:
Vivir en el presente
Muchas veces nos anclamos en el pasado por algo que ocurrió y que ya no podemos modificar y nos sentimos culpables y por el contrario, otras veces nos preocupamos por la posibilidad de que algo malo para nosotros o para nuestro alrededor suceda y nos sentimos ansiosos.
De cualquier forma, estamos restando tiempo al presente y es lo único real. Esfuérzate, con tu fuerza de voluntad, a estar en el presente, a atender una conversación, a observar lo que te rodea, a concentrarte en lo que estás haciendo. No podemos pensar en dos cosas al mismo tiempo por lo que esforzarte en pensar en lo que tienes aquí y ahora te libra de preocuparte por un futuro incierto.
Asumir que lo peor puede ocurrir
A veces en la vida pueden pasar cosas muy desagradables y que dan un giro radical a nuestro mundo pero aun así, tenemos que saber que saldremos adelante y seremos capaces de soportarlo. Seguro que lo que piensas que puede ocurrir en realidad es muy difícil que ocurra pero existe la posibilidad, por lo que está bien que la asumas y sepas que aún con ella, sobrevivirás.
Si aceptamos que lo peor puede pasar, ya no nos quedará nada que perder y eso da paz a nuestra alma.
Analizar metódicamente las soluciones a cada problema
Como hemos comentado, lo único verdaderamente productivo que existe es ocuparnos del problema una vez lo tenemos frente a nosotros y para ello debemos analizar cuáles son las soluciones, si es que las hay. Escribe en un papel todas las soluciones que se te ocurran y posteriormente puntúalas como las más plausibles y las menos.
Una vez hayas hecho esto, elige una solución y ponla en marcha, sin dar un paso atrás. Si el problema se resuelve así, perfecto. Si no, solo has de probar otra solución hasta que consigas el resultado que esperas.
Mantener el tiempo ocupado
La actividad es un buen método para liberar a la mente de los fantasmas que a veces la persiguen. Si quieres preocuparte menos de todo, escoge una actividad que para ti sea absorbente o incluso varias y mantén tu mente ocupada, de manera que sea muy difícil que tu mente se distraiga pensando en el problema.
Utilizar las probabilidades correctamente
Como la posibilidad que temes es muy improbable que se dé, has de aprender a manejar las probabilidades. No confundas posible con probable porque distan mucho de ser sinónimas. Piensa en cuántos vuelos hay todos los días y cuántos accidentes de avión hay al día, realmente que se caiga tu avión es posible pero no es probable.