¿Cuánto valor tiene tu palabra?
“Confío en él, es una persona de palabra”. Ya casi no escuchamos a nadie realizar este tipo de afirmación que tan común fue tiempo atrás. Nos hemos sumergido en la era de las excusas, las mentiras piadosas y las verdades a medias. Con frecuencia cometemos el error de decir lo que otros esperan de nosotros sin pararnos a pensar si, a largo plazo, podremos cumplir lo prometido.
De algún modo hemos caído en el hábito de normalizar que las palabras no siempre estén respaldadas con actos. De esta forma tal vez evitamos conflictos inmediatos pero, sin duda, estamos devaluando nuestra integridad como personas. Las excusas terminan por socavar nuestra imagen, haciéndonos parecer individuos irresponsables, insensibles y poco íntegros. Algo que puede traernos problemas en todos los ámbitos de nuestra vida.
Tu palabra te define
Todos hemos sucumbido a la presión de decir “sí” a algo que realmente no tenemos intención de hacer. De aceptar retos que sabemos de antemano que no podremos cumplir, o de hablar con autoridad sobre algo que realmente no conocemos.
Es evidente que, en la mayoría de los casos, no hay una intención deliberada de mentir, engañar o dañar a los otros. Todos tratamos de ser personas buenas, generosas y confiables. Entonces, ¿por qué caemos en este tipo de actos?. Pues, generalmente, por nuestras propias carencias.
Miedo al conflicto
Muchas de las veces que hemos roto promesas, incumplido contratos y faltado a nuestra palabra ha sido por una falta de asertividad. Tenemos el deseo de agradar, complacer y ganarnos el favor de las personas que nos importan. Y, por ello, puede resultarnos complicado negarnos a sus peticiones.
A veces, cuando alguien cercano nos pide un favor, no tenemos realmente ganas de hacerlo. Esto es totalmente lícito, nuestra primera responsabilidad es ser leales con nosotros mismos. Y, si lo que nos piden nos va a incomodar o a causar desagrado, estamos en todo nuestro derecho de negarnos.
Sin embargo, cuando no somos asertivos, esto puede parecernos un acto egoísta o de mal gusto. De modo que optamos por afirmar que lo haremos, a fin de ganar tiempo para buscar una excusa.
En efecto, hemos evitado la incomodidad de rechazar la petición de la otra persona; tal vez nos hemos ahorrado la discusión que se generaría si el otro se toma a mal nuestra negativa. Sin embargo, faltar a nuestra palabra con un pretexto inventado en el último momento, no habla muy bien de nosotros.
Falta de humildad
En otras ocasiones aceptamos contratos o compromisos que no podremos cumplir con el fin de preservar nuestra imagen. Si en el trabajo nos proponen un proyecto importante evidentemente nos sentiremos tentados a aceptarlo. Pero, si sabemos que este nos llevará más tiempo del que nos ofrecen, o que no contamos con los conocimientos para llevarlo a cabo, lo más honrado sería rechazarlo.
Puede que, en un primer momento, no parezcamos tan productivos, inteligentes o experimentados como nos gustaría. Pero al menos estaremos demostrando honradez. Tal vez no llevemos a cabo ese importante proyecto pero sin duda nos encargarán otros en el futuro con la plena confianza de que somos personas honestas.
Despreocupación
Por último, a veces se trata de simple despreocupación.. Tal vez le decimos a un amigo que tomaremos un café con él el fin de semana y verdaderamente tenemos la intención de hacerlo. Pero, llegado el momento, nos han surgido otros planes que nos resultan más apetecibles o más urgentes y cancelamos la cita.
Es aceptable que esto suceda alguna vez, si nos ocurre un imprevisto. Pero si lo tomamos como costumbre, nos estaremos labrando la imagen de una persona en la que no se puede confiar.
Sé una persona de palabra
En definitiva, sería recomendable que recordásemos el valor que tiene dar nuestra palabra. Hemos de trabajar en nuestra asertividad, para ser capaces de rechazar peticiones con respeto. Y debemos mejorar nuestra autoestima, para ser conscientes de nuestras limitaciones sin sentirnos inferiores por ello.
Está bien si no deseas hacer algo. Está bien si no puedes cumplir lo que te piden. Pero sé honesto, no recurras a excusas, mentiras o promesas vacías. Cuando des tu palabra asegúrate de que quieres y puedes cumplirla. En ello reside tu integridad.
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- Castanyer, O. (1996). La asertividad. Expresión de una sana autoestima. Bilbao: Descleé de Brouwer.
- Pacheco, R. A., Cortés, J., Valencia Ortiz, A., Rojas, L., & Figueroa Perea, Á. (2013). ¿ Por qué mentimos?.