Cuidado! No desperdicies tu talento
Existe una corriente dominante que concibe al talento como una habilidad adquirida y que tiene que ver con la adquisición de conocimiento y la inteligencia. Desde este punto de vista, el talento es resultado del esfuerzo para adquirirlo y del entrenamiento para desarrollarlo.
Detrás de este concepto nace la concepción que plantea que todas las personas tenemos las mismas potencialidades. Por lo tanto, cada uno de nosotros puede hacer cualquier cosa igual de bien. No obstante, tendrá mejores resultados el que realice el mayor esfuerzo. Entonces, las personas compiten gastando energía para adquirir mayor capacidad. Este es el concepto tradicional.
Es aquí cuando aquel talento que pudimos pulir, descubrir y sobre todo desarrollar se pierde en aferrarnos a querer ser mejor que el otro o querer estar a su nivel, cuando muchas de las ocasiones simplemente no se puede, pues que no todos contamos con las mismas habilidades, dones, circunstancias o aptitudes.
¡Cuidado! No desperdicies tu talento
En este tipo de situaciones es cuando perdemos la oportunidad de desarrollar nuestro verdadero talento: imaginémonos al niño que quiere sacar la misma nota que su compañero. Se obstina tanto tratando de parecerse o superar a su compañero, que se olvida de sus verdaderas necesidades, aptitudes, vocación. Tal vez, al tratar de vivir la vida de otro, esté desperdiciando su propia potencialidad; su propio talento.
En los últimos tiempos, ha surgido un nuevo concepto de talento, definido como una capacidad inherente a la persona y, por lo tanto, que no hay que adquirirlo. Es decir, está dentro de nosotros mismos. Simplemente hay que potenciarlo para que aflore. Desde esta perspectiva se defiende que no hay que pasarse la vida queriendo competir y estresarnos por ello, ya que no podemos forzar algo que no está dentro de nuestra naturaleza, de nuestro ser.
De hecho, todos tenemos talento para algo especial…Todos tenemos el mismo potencial en origen, pero el talento específico para hacer esto o aquello difiere de una persona a otra. Las personas no somos iguales, sino semejantes. Es decir, todos podemos hacer de todo, pero unos harán cosas mejor que otros.
Por ejemplo, hay personas que, por muchas horas que entrenen al día durante años, nunca podrán ser un jugador de fútbol profesional como Cristiano Ronaldo. Está claro que este futbolista ha nacido con un talento especial para este deporte. No quiere decir que él no tenga que entrenar, sino que obtendrá muchos mejores resultados del entrenamiento que una persona promedio.
Pero hay cosas que una persona –por su propia naturaleza– está en condiciones de realizar mejor que otras. Tenemos una tendencia natural, un talento que nos hace únicos para el cumplimiento de determinadas tareas y funciones. ¿No sabes cuál es el tuyo? Tal vez aún no lo hayas descubierto pero, tenerlo lo tienes.
Existen varios tipos de talentos
No solo tiene que ver con la inteligencia, también con el movimiento (por ejemplo, de los deportistas), con la comunicación-emoción y la creatividad. El talento está vinculado tanto a la inteligencia como al movimiento. Y es posible detectar esas cualidades innatas porque la mayoría suelen emerger en diversas situaciones a lo largo de la vida.
Una persona puede demostrar, por su experiencia y sus títulos académicos que es, por ejemplo, un economista. Pero, tal vez, en esa profesión no está su talento, porque es algo que ha adquirido y no es innato. Por lo tanto, para verse uno mismo sin engañarse, sin condicionarse por opiniones de otros o de uno mismo, es necesario suspender la razón. El talento es esa capacidad que te liga a una vocación, y esa vocación te da un sentido de vida.