Hay días en que necesito un abrazo pero no quiero ver a nadie

Hay días en que necesito un abrazo pero no quiero ver a nadie
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Valeria Sabater

Última actualización: 29 octubre, 2018

Hay días así: desafinados, extraños y contradictorios. Son momentos en que necesitamos el calor de un abrazo y esa piel cálida que nos confiere afecto y cercanía. Sin embargo, y casi al mismo tiempo, sentimos ganas de escapar a un rincón privado donde nadie nos vea, donde pensar en silencio con la soledad como única compañera.

¿Qué nos ocurre? ¿Algo va mal en nosotros si experimentamos en más de una ocasión este tipo de situación o estado emocional? La respuesta es no. No hay que ver estados patológicos en instantes puntuales que en realidad son completamente normales. Ahora bien, el problema llegaría cuando este estado se vuelve crónico.

“Eres maestro de lo que has vivido artesano de lo que estás viviendo y aprendiz de lo que vivirás”

-Richard Bach-

Por otro lado, cabe señalar que este tipo de contradicciones emocionales surgen en múltiples ocasiones por las más variadas razones. A veces se deben a pequeñas fluctuaciones hormonales, o incluso al cambio de estación, ahí donde el potencial de adhesión de la serotonina desciende y experimentamos, en consecuencia, pequeñas alteraciones en el estado del ánimo.

Sin embargo, uno de los orígenes más comunes está en nuestro propio entorno y en la forma en la que gestionamos y afrontamos muchas de las situaciones cotidianas. Porque el mundo y las relaciones humanas también son muy contradictorias, caóticas e incluso caprichosas.

Hay mañanas en que todo brilla con el color de la esperanza, pero al llegar la tarde surge una desilusión y las certezas se derrumban una tras otra. ¿De qué manera podemos encarar mejor estas disonancias y estos altibajos tanto exteriores como interiores? A continuación, te hablamos de ello.

Hombre sobre un sofá abrazándose

 

Aprender a vivir con la contradicción

A todos nos gustaría vivir en un mundo de certezas. De sentimientos firmes, de lógicas precisas y donde la ambigüedad no tuviera cabida. Sin embargo, hemos de tenerlo claro: el mundo, la sociedad e incluso nosotros mismos, con nuestro complejo mundo emocional, somos disonantes y cambiantes.

Casi sin quererlo, hemos de hacer grandes esfuerzos por hallar la armonía en medio del caos, porque es así como crecemos, es así como aprendemos para, poco a poco y día a día, autorregularnos, hallar nuestro propio equilibrio.

Aprendamos a aceptar este tipo de contradicciones, tanto las ajenas como las propias. Habrá días en los que, efectivamente, todo acontezca de forma perfecta y habrá épocas en que parezca que todo renglón esté torcido y donde la esperanza no aparezca ni debajo de las piedras.

Nos sentiremos solos, heridos e incluso llenos de ira ante tal frustración, pero al mismo tiempo necesitados de un abrazo, de consuelo y cercanía. Hagamos un esfuerzo por convivir tanto con la complejidad como con la incertidumbre.

Debemos aceptar con normalidad que nada es completamente seguro, que la vida son ciclos, que las relaciones cambian e incluso que nosotros mismos también cambiamos en nuestras necesidades y prioridades. Será un modo de romper el hechizo del malestar.

Porque quien se obsesiona y se aferra a la necesidad de la eterna permanencia sufre. Porque quien no acepta el cambio, la pérdida o incluso el desafío que llama a su puerta se arriesga a dejar de crecer como persona.

 

Esos días en que necesito un abrazo tanto como estar solo

Hemos de admitirlo, no hay peor sensación que la de estar enfadado con el mundo, pero al mismo tiempo necesitar del amor más elemental, más puro y más cercano. Experimentar esta sensación, por curioso que nos parezca, es algo completamente normal, una realidad que viviremos en múltiples ocasiones.

“No se puede desatar un nudo sin saber antes cómo está hecho”

-Aristóteles-

Igor Grossmann, profesor del departamento de psicología de la Universidad de Waterloo, Canadá, nos explica que estos instantes de contradicción emocional pueden ser en realidad muy productivos. Lo serán por un aspecto esencial: nos pueden ayudar a ver una situación determinada desde múltiples perspectivas.

No obstante, en caso de no gestionar de forma adecuada esta noria de emociones contrapuestas y permitir que se convierta en algo constante en nuestra vida, corremos el riesgo de desarrollar una depresión. Aprendamos a desmenuzar y analizar estas emociones para sacar de ellas el mejor partido. Te explicamos cómo.

Aprender a gestionar la contradicción emocional

Mujer dándose un abrazo

El primer paso para resolver el ovillo de nuestro pequeño caos emocional es proceder a la aceptación. Ahora bien, aceptar no es ni mucho menos rendirnos ante el sufrimiento. Es reconocer lo que nos está sucediendo de una forma realista, sincera, valiente a la vez que sensible.

Pon bajo el microscopio de tu conciencia cada realidad que conforma el rompecabezas de tu malestar. “Siento rabia porque me han decepcionado”, “Siento miedo porque no sé que dirección tomar”, “Desearía que tal persona entendiera lo que me ocurre”…

El segundo paso tiene que ver con la necesidad de dar respuestas productivas y eficaces. Para ello, debemos invertir en este proceso algo de coraje, mucho ingenio y una alta voluntad. “Si deseo que tal persona entienda lo que me ocurre, debo decírselo”. “Si me han decepcionado, si me han herido, debo pasar página y conocer gente nueva, cambiar de escenarios”.

El último paso en esta estrategia de autogestión emocional es quizá la más importante. Hablamos, sin duda, de que es necesario controlar las creencias limitantes, los pensamientos intrusivos, las obsesiones negativas y esa artillería psicológica con la que nosotros mismos nos autosaboteamos.

Conocer, controlar y gestionar nuestro universo de emociones es un arma de poder y de bienestar. Es hallar la armonía interna en un mundo a instantes contradictorio, conseguir el equilibrio en esas épocas en que todo se nos viene encima y nuestras partituras emocionales se deshilachan.

Todos merecemos un abrazo de vez en cuando, un abrazo que nos cobije. Pero, por encima de todo, tenemos la obligación de cuidarnos a nosotros mismos como seres preciados, como tesoros de nuestros propios universos.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.