Diferencias entre las personas interesadas y las personas interesantes

Diferencias entre las personas interesadas y las personas interesantes
Raquel Aldana

Escrito y verificado por la psicóloga Raquel Aldana.

Última actualización: 26 noviembre, 2023

Las personas interesantes son aquellas a las que encuentras buscando en su baúl recuerdos que mostrarte. Son las que te brindan conocimientos, experiencias y buenos sentimientos. Las personas interesantes, a diferencia de las personas interesadas, no exigen, ofrecen.

Ofrecen momentos de calidad, no exigen minutos de tu reloj ni días de tu calendario. No son impuntuales en la vida porque permanecen. No buscan tu máxima atención, la captan. No miran con malos ojos tus relaciones con otras personas, sino que se alegran de que otras personas te ofrezcan felicidad.

Por eso la principal diferencia se ve a simple vista. Porque no es quien dice apreciarte, es quien te lo demuestra. Es quien en tus malos momentos simplemente conjuga el verbo ESTAR. Quien con una mirada se hace cómplice de tu bienestar y de tu malestar.

Las personas que no son interesadas son aquellas que no te hacen el vacío y no juzgan tus comportamientos, son aquellas a las que los celos no les devoran las entrañas y llevan al terreno del olvido y del perdón tus fallos.

 

Hay mucha gente interesante, pero también hay quienes tienen comportamientos interesados. Hay mucha gente que solo habla, pero también los hay que escuchan. Hay muchos que critican, pero también los hay que comprenden…

 

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Cuando alguien te hace mejor persona, sabes que tiene que estar en tu vida

El simple hecho de que el vínculo con alguien te haga ser “mejor persona” es un indicio claro de que esa persona debe estar en tu vida. Conectar intensamente y saberse querido es un potente bálsamo de vida.

Cuando tenemos alrededor personas interesantes, la carga es más llevadera y el camino más divertido.

Las personas interesadas se desmarcan cuando el viento no sopla en la dirección que ellos quieren. Desintonizan sentimientos y quebrantan la relación con malas acciones, con un rápido desinterés que deja a nuestras papilas gustativas enfocadas en un sabor amargo.

Sabores amargos que hay que reemplazar. Cueste lo que cueste se trata de sobreponer sensaciones, de ahogar las angustias, de elaborar el duelo, de apartar las expectativas de nuestra mente para asumir la realidad.

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El que espera, se decepciona

Hay personas que nos fallan y personas a las que fallamos. Esto es inevitable en el devenir de la vida. Tenemos que partir de la base de que las relaciones y lo que esperamos de ellas son, por definición cambiantes.

Por eso, para sobreponernos a una decepción, lo primero es trabajar en nuestras expectativas y permitirle a las relaciones que fluyan como corresponda. Cuando dejemos de ponernos este tipo de trabas notaremos que todo se vuelve mucho más simple, que podemos decirle adiós a las necesidades y que hemos descargado piedras de nuestra mochila.

El objetivo último es enmarcar nuestras expectativas en nosotros mismos y no en los otros, pues además de que muchas veces somos injustos nos conduce a la decepción.  Este desencanto o desilusión suele producir cierta desconfianza y, por lo tanto, estados emocionales indeseables y actitudes poco saludables.

Estamos tan enfermos de certeza que no conseguimos tolerar la incertidumbre en nuestras relaciones. Por esta razón, la única medicina que puede evitar que nos sintamos abandonados o defraudados es trabajar nuestros miedos y nuestros aspectos emocionales más íntimos de tal manera que no dependamos de los demás para ser felices.

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Es decir, es muy angustiante pensar que la persona que amas puede dejar de hacerlo, pero cuida que ese miedo no vaya unido a inseguridades e idealizaciones.

Que alguien no esté pendiente de ti a cada segundo o que no tenga el detalle que tu hubieses tenido no quiere decir que no te quiera. Simplemente significa que sois personas diferentes. 

Ahora bien, si alguien no te atiende nunca no se trata ya de una cuestión de expectativas, sino de falta de respeto y de interés. Aunque por suerte o por desgracia esto solo se aprende a través de la experiencia.
La mejor manera de protegernos y curarnos de las malas experiencias es deshacernos de nuestras expectativas y de las imágenes que nos hemos formado.
Ni todo el mundo es bueno ni todos somos perfectos, por lo que nuestra reacción dependerá de que valoremos todo aquello que consideremos que puede influir.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.