Diferencias psicológicas entre hacer el amor y tener sexo
¿Sexo con o sin amor? Esta es una cuestión debatida y para la que cada persona tiene su opinión. Y es que hay quienes disfrutan en pleno los encuentros casuales, mientras que para otros el afecto es indispensable en la intimidad. De hecho, la preferencia de una misma persona puede variar según el contexto y momento. Pero, más allá de esto, ¿qué diferencias psicológicas existen entre hacer el amor y tener sexo?
No hay una distinción universal ni objetiva entre ambos conceptos, ya que el lenguaje es solo una construcción abstracta utilizada al nombrar una realidad. Por ende, para varias personas un mismo término puede no tener igual significado. No obstante, algunos puntos son pertinentes de considerar.
Hacer el amor y tener sexo: experiencias similares pero diferentes
Para comprender mejor en qué aspectos difieren estos conceptos, conviene iniciar desde la definición de cada uno. Así, encontramos que tener sexo significa practicar el coito u otras actividades de índole sexual con otra persona con el fin de satisfacer un deseo.
Estos encuentros pueden ser puntuales o repetidos y variar en frecuencia, tipo de contacto y grado de revelación personal, como sugieren Wentland & Reissing (2011) en un trabajo publicado en The Canadian Journal of Human Sexuality. Sin embargo, el sexo parte de un impulso fisiológico o de una atracción hacia el otro y tiene como objetivo la gratificación o el placer.
Por su lado, hacer el amor puede definirse como la actividad sexual con otra persona a manera de una expresión de amor mutuo. En este caso, los motivos incluyen el deseo de aproximarse emocionalmente al otro, de generar intimidad y de expresar el afecto o la admiración que se siente.
Así, podemos decir que la principal diferencia entre ambas experiencias es el grado en que existe una vinculación afectiva y el papel que esta toma durante el encuentro.
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Diferencias psicológicas entre hacer el amor y tener sexo
Los argumentos anteriores dan una idea de las distinciones entre estas dos experiencias. Pero, ¿qué implica cada una a nivel psicológico? ¿Cómo reconocerlas en función de los actos, pensamientos o emociones implicadas? Estas son algunas claves al respecto.
Nivel de afectividad
Los sentimientos son los que suelen marcar la diferencia entre quienes hacen el amor o tienen sexo. Y es que, sí, durante un encuentro casual la persona puede sentir atracción, deseo o incluso aprecio por la otra. Sin embargo, no experimenta amor romántico y las emociones no juegan un papel fundamental en dicho intercambio.
Propósito del encuentro
El objetivo principal perseguido al practicar sexo con otra persona también marca la pauta. De nuevo, si actuamos movidos por un impulso físico o si solo queremos culminar una atracción, estaremos teniendo sexo. En cambio, si a cierto nivel, lo que buscamos es conectar con el otro, crear intimidad emocional o seguir cultivando ese vínculo entre ambos, se habla de hacer el amor.
Expresión verbal y no verbal
Para muchas personas, el lenguaje verbal y no verbal es determinante en la diferencia entre hacer el amor y tener sexo. En el primer caso se asume más delicadeza o sutileza, con un mayor tiempo dedicado a seducir al otro y a cautivarlo con palabras suaves y caricias.
En el segundo escenario, se trata de una experiencia más centrada en el tacto y las sensaciones físicas. Es común que se dedique menos tiempo a cultivar el deseo y que tanto el lenguaje verbal como no verbal sean más directos y encaminados a alcanzar el placer y el orgasmo.
No obstante, esto depende de los gustos y preferencias de cada pareja, pues hay prácticas sexuales menos sutiles en las que no es necesaria la ausencia de sentimientos. Las formas de expresión son muy individuales.
Gratificación propia o mutua
Otro aspecto relevante es la consideración que se tiene por el compañero sexual, sus deseos, necesidades y preferencias. Por supuesto, todo encuentro íntimo debería implicar un cuidado y responsabilidad hacia el otro, pero es más común que al hacer el amor estemos centrados en proporcionarle placer y hacer que se sienta bien.
Al tener sexo, es posible caer en un componente algo más egoísta y mirar por nuestros propios gustos y apetencias. Aunque, de nuevo, esto se diferencia mucho entre unas personas y otras.
Actitud postcoital
Dado que tener sexo supone un intercambio sobre todo físico, pocas veces se cuida la interacción tras finalizar. No es común que se dedique tiempo a compartir abrazos, caricias o palabras de afecto (como sí ocurre tras hacer el amor). Si hay alguna conversación, con frecuencia gira en torno a temas no relacionados con el vínculo.
Expectativas a futuro
Al tener sexo no se espera un compromiso o continuidad más allá de ese momento. En cambio, al hacer el amor ambas personas asumen que su vínculo se va a extender en el tiempo y normalmente se comparte un proyecto de vida o, al menos, una idea a largo plazo.
¿Es mejor hacer el amor o tener sexo?
Estas dos opciones son igual de válidas y la preferencia por una y otra viene de distintos determinantes. Por ejemplo, la personalidad, los valores o la ideología de cada uno; pero también del momento vital en el que se encuentra. Lo cierto es que cada alternativa tiene sus consecuencias.
Los beneficios del sexo para la salud son innegables y están bien documentados. Se ha visto que el sexo ayuda a aliviar el dolor, reduce el estrés y aumenta la inmunidad natural. Además, mantener relaciones sexuales de forma regular contribuye a verse y sentirse más jóvenes e incluso a vivir más años. Así lo sugiere un estudio realizado por el Dr. David Weeks y publicado en Sexual and Relationship Therapy.
Por ello, tener sexo casual es una manera de obtener estos beneficios, aunque no estés en un momento en el que desees involucrarte de modo romántico o comprometerte a largo plazo. No obstante, el sexo casual puede generar ansiedad y falta de confianza, lo que repercutiría de forma negativa en la salud psicológica, apunta un estudio publicado en Journal of sex research.
Además, componentes como los intercambios afectivos posteriores al sexo son importantes para una mayor satisfacción sexual (Muise et al., 2014). Y estos no suelen estar presentes en los encuentros sin amor.
Por otro lado, aunque parezca sorprendente, hacer el amor es mejor valorado que tener sexo, incluso por la población más joven. Una tesis doctoral de la Universidad de Granada encontró que, entre los universitarios, el sexo con amor es señalado como el factor con mayor agrado.
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Conocerse para decidir
Cada persona es un mundo y la disyuntiva entre hacer el amor y tener sexo debe abordarse desde una perspectiva particular. Es fundamental conocerse y estar en todo momento en contacto con lo que uno desea, quiere y necesita para elegir con libertad.
Y es que hay quienes recurren al sexo casual como evasión de emociones o situaciones desagradables de sus vidas; otros entran en estos encuentros sin pensarlo mucho, para después salir lastimados y sintiéndose usados o rechazados.
En cambio, están aquellos que tras conocerse y escucharse deciden que en este momento vital tener sexo sin amor es una buena alternativa y disfrutan de la experiencia sin sufrir ninguna dificultad (Mark et al., 2015). Por ello, evalúa tu situación y, sobre todo, asegúrate de que el encuentro sea consensuado y seguro. Así encontrarás el placer del modo que mejor se adapte a tus preferencias.
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