La ecolocalización, ¿el sexto sentido de los seres humanos?
Ben Underwood es uno de los pocos casos de ecolocalización del que se tenga noticia y quizás el más ilustrativo y documentado de todos ellos. Al conocer su historia, se descubre también lo que significa este interesante concepto que algunos llaman “el sexo sentido de los seres humanos”.
Cuando Ben Underwood nació parecía un bebé completamente normal. Lo único que su madre notó fue un brillo anormalmente intenso en uno de sus ojos, pero tampoco pensó que esto fuera motivo de preocupación. Sin embargo, el niño creció y a los 2 años le diagnosticaron cáncer de retina, uno de los más raros.
Los médicos hicieron todo lo posible por ayudarle y por eso fue sometido a sesiones de quimioterapia y radioterapia, pero sin éxito. Al final, tuvieron que extirparle ambos ojos para salvar su vida. Tenía tan solo 3 años cuando dejó de ver.
“Lo único peor a no tener vista es no tener visión”.
-Helen Adams Keller-
Ben Underwood y la ecolocalización
La vida de Ben Underwood cambió por completo, pasando a seguir un entrenamiento para que el niño lograra orientarse sin la vista. La madre le acompañó en ese proceso, obteniendo avances importantes. Lo que nadie se esperaba es que, sin ningún tipo de guía o instrucciones, Ben desarrollara un método para “ver con el oído”: la ecolocalización.
Lo que este chico hacía era chasquear con la lengua. El sonido que producía se estrellaba contra los objetos y así sabía que estaban ahí. Su oído se había desarrollado de una forma notable y, con el tiempo, ya no solo consiguió esquivar los objetos, sino también saber de qué estaban hechos.
La ecolocalización es precisamente eso, un mecanismo a través del cual se identifica el espacio y sus componentes por medio de las ondas sonoras. Dicho mecanismo forma parte del equipo biológico de los murciélagos y de los cetáceos, pero solo pocas veces se ha logrado detectar en los humanos.
Ver con los oídos
La ecolocalización funciona porque las ondas sonoras se comportan de una manera u otra en función de si se encuentran con objetos o no lo hacen. Podríamos decir, simplificando mucho y siendo inexactos, que la onda rebota al encontrarse con un obstáculo físico, pudiendo ser captada de vuelta por oídos muy sensibles.
Así la persona con ecolocalización puede llegar a saber el lugar que ocupa le objeto. En casos como el de Ben Underwood, esa capacidad alcanza niveles extraordinarios.
Ben llegó a convertirse en un experto surfista, jugador de baloncesto y artista marcial de gran habilidad. No presentaba ninguna deficiencia en esos campos en relación con quienes sí podían ver. Lamentablemente, el cáncer volvió y esta vez no pudo superarlo, falleciendo en 2009.
Aunque este caso es uno de los más conocidos, no es el único del que tenemos noticia. De hecho, los primeros reportes de personas ciegas que se orientaban con esa especie de “radar” o “sonar” datan de 1749. En aquel entonces se le consideraba una rareza, pero no se estudió científicamente a fondo.
La ecolocalización como tal comenzó a investigarse solo hasta la década de los años cuarenta. El Laboratorio Psicológico de Cornell desarrolló una serie de experimentos y se descubrió que cada sonido generaba una ligera presión en la piel. Este es el fundamento de esa asombrosa capacidad.
Una habilidad humana
La ecolocalización es una habilidad humana innata, que no todos los invidentes desarrollan porque no se les entrena para ello. Sin embargo, cualquier persona podría adquirir esta habilidad, con el trabajo necesario. Todo indica que los sonidos son capaces de estimular la corteza visual primaria del cerebro y esto es lo que permite localizar objetos sin verlos.
La ciencia no ha desentrañado del todo este fenómeno, principalmente porque se ha logrado que personas videntes también desarrollen esta habilidad. En esos casos, la corteza visual primaria no es estimulada como ocurre en los invidentes, lo que quiere decir que intervienen otras áreas del cerebro que aún no se han localizado.
Hay otros casos famosos de ecolocalización, como el de Daniel Kish que incluso ha dedicado su vida a desarrollar esa habilidad en los invidentes, a través de una fundación llamada World Access for the Blind. Él asegura que no solo se puede percibir la presencia de los objetos, sino que además se puede decir si son bellos o no.
Aunque todavía no se conocen varios pormenores de esta fabulosa capacidad, lo que sí es claro es que el cerebro humano no deja de sorprendernos. Así mismo, cada día se sabe más de este órgano, pero es claro que aún hay muchas maravillas por descubrir.
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- Arias, C. (2008). Ecolocación humana: El color del eco. In VIº Congreso Iberoamericano de Acústica. Buenos Aires, Argentina.