Economía conductual: la disciplina revolucionaria

El hombre no es la máquina calculadora que puebla los libros de economía. Es más bien esta extraña criatura sujeta a muchos prejuicios y sesgos.
Economía conductual: la disciplina revolucionaria
Cristina Roda Rivera

Escrito y verificado por la psicóloga Cristina Roda Rivera.

Última actualización: 25 enero, 2024

La economía conductual es producto del encuentro entre economía y psicología. Postula que la sugerencia indirecta puede influir en la toma de decisiones con la misma eficacia que la instrucción directa y racional.

El principio de racionalidad que guía la economía es fruto de las relaciones capitalistas de producción e intercambio. Antes de que las relaciones capitalistas surgieran, la actividad económica perseguía fines impuestos por la tradición. Por ejemplo, cultivar la tierra para alimentarse, tejer para vestirse, etc. Recurría a medios heredados de las generaciones precedentes, sin analizar racionalmente los unos ni los otros.

Richard Thaler argumenta que los fundamentos de la economía convencional, que cree solo en mercados eficientes habitados por actores racionales, son falsos. El hombre no es la máquina calculadora que puebla los libros de economía. Es más bien esta extraña criatura sujeta a muchos prejuicios y sesgos. Uno de los libros de referencia en los que se expone esta idea es Mal comportamiento: descubrimientos de la economía del comportamiento. 

Mujer pensando

Economía conductual: el concepto de empujones

En 2017, Richard H. Thaler, pionero en economía del comportamiento, recibió el Premio Nobel de Economía por su estudio de los  empujones. Los empujones son dispositivos simples para guiar nuestro comportamiento.

El simple dibujo de una mosca en el fondo de un urinario puede reducir en un 80% el riesgo de rociar el exterior y, por lo tanto, reducir los costos domésticos.

Este es uno de los ejemplos emblemáticos de Nudge: El método suave para inspirar la decisión correcta. Richard H. Thaler y Cass R. Sunstein estudian “empujones”, dispositivos simples e inteligentes que involucran algo más que nuestra razón.

Un detalle, como en el caso de la mosca, puede alentarnos a actuar de cierta manera. Estos empujones se basan en una serie de sesgos cognitivos.

Economía conductual: los sesgos cognitivos

En el libro son más de 30 los prejuicios a la hora de tomar decisiones. Os dejamos algunos de los más importantes:

  • Efecto Forer: es la observación de que los individuos dan aprobación a descripciones de su personalidad que supuestamente han sido realizadas específicamente para ellos. Estas en realidad son generales y vagas como para poder ser aplicadas a un amplio espectro de personas.
  • Sesgo de encuadre: la decisión de los individuos está fuertemente relacionada con la forma en que se presentan las diversas opciones. Por ejemplo, el tamaño del plato influye en la cantidad consumida.
  • Sesgo de anclaje: las personas rara vez toman decisiones sin una situación de referencia. Por ejemplo, una decisión pasada o una decisión tomada por otra persona.
  • Sesgo de aversión a la pérdida: los individuos odian ganar más dinero si no lo pueden gastar. Por ejemplo: un individuo preferiría recibir 1800 euros de salario neto en lugar de 2000 euros brutos, de los cuales 200 irían para impuestos.
  • Sesgo de confirmación: consiste en la tendencia a interpretar la información de manera que confirme las ideas preconcebidas. El efecto es más fuerte en publicaciones con contenido emocional y en creencias firmemente enraizadas.
  • Prejuicio de la retrospectiva: una vez que se sabe lo que ha ocurrido, se tiende a modificar el recuerdo de la opinión previa a que ocurrieran los hechos en favor del resultado final.
  • Prejuicio de punto ciego: es la tendencia a no reconocer nuestros propios prejuicios. El sujeto se ve como menos influenciado que una persona promedio.
  • Sesgo de sobreestimación de extremo máximo: las personas evalúan sus experiencias pasadas en función de sus puntos sobresalientes o su última impresión. Por ejemplo, la probabilidad de un accidente se sobreestima si la persona ha tenido uno hace poco.
  • Sesgo a corto plazo o “descuento hiperbólico”: en muchos casos, las personas valoran menos las propinas futuras que la gratificación inmediata. Por ejemplo, el placer de la nicotina en comparación con el riesgo de un evento cardiovascular. A diferencia del homo oeconomicus, no es una mera preferencia por el presente, sino más bien una preferencia “hiperbólica” (en el sentido casi matemático del término) por el presente.

Economía conductual: el concepto de “empujones”

Los llamados “empujones” tienen como objetivo explotar los prejuicios de la racionalidad individual para guiar las decisiones individuales en la dirección del interés general. Esto es lo que se explica en el éxito de ventas publicado en 2008: Nudge: la forma amable de inspirar la decisión correcta.

Al definirse a sí mismos como libertarios paternos, tienen la intención de actuar sobre la arquitectura de elección y el comportamiento correcto. Por ejemplo, al hacer que la ensalada sea más accesible directamente que la hamburguesa, uno puede esperar que las personas estén más tentadas a tomar una ensalada.

Esto haría que las personas coman más saludablemente y haya menos sujetos propensos a la obesidad y, por lo tanto, tienen menos enfermedades que requieren dinero público, etc.

Los empujones finalmente conquistaron a los lectores y profesionales. Varios estados y organizaciones internacionales han abierto “Unidades Nudge”, parecidos a centros de investigación y laboratorios.

Hombre pensando

Un ejemplo de economía conductual en una investigación sobre donación de órganos

Con la política del consentimiento implícito, todos los ciudadanos son donantes de órganos. Aunque tienen la oportunidad de manifestar su deseo de no serlo. Según la lógica económica tradicional, tener que realizar un consentimiento explícito tendría los mismos resultados que el reconocimiento implícito.

Sin embargo, muchos hallazgos de la economía conductual demuestran que no es así. Un importante experimento, llevado a cabo por Eric Johnson y Dan Goldstein (2003), nos hizo ver hasta que punto importa cuál sea la opción por defecto en esta cuestión.

En una encuesta se preguntó de diferentes maneras a los encuestados si estarían dispuestos a ser donantes. En la situación de consentimiento explícito, a los participantes se les dijo que acaban de trasladarse a un nuevo estado en el que la norma por defecto era no ser donante. Se les dio la opción de confirmar o modificar ese estatus. En el caso de consentimiento implícito, la única variación era que la norma por defecto era ser donante.

En la tercera situación, neutral, no se mencionó ninguna norma por defecto, simplemente tenían que elegir. Los resultados demostraron la importancia de la norma por defecto.

Cuando los participantes tenían que decidir activamente ser donantes, sólo lo hizo un 42 por ciento. Pero, en la situación contraria, la decisión ascendió al 82 por ciento. Y en la situación neutral, la decisión de ser donante fue del 79 por ciento.

Críticas a la economía conductual

Teniendo en cuenta que las personas se enfrentan a un entorno desorganizado, la economía del comportamiento y los empujones no tiene en cuenta la importancia de las organizaciones e instituciones sociales. El estado, las organizaciones económicas, las asociaciones, las autoridades locales juegan un papel importante en la estructuración de la sociedad y en la determinación de estas “elecciones” individuales.

Si la economía del comportamiento y los empujones parecen revolucionarios, en parte es porque ocultan la complejidad de los problemas que pretenden resolver. Si pueden mostrar una gran efectividad en algunos contextos es porque dependen de dispositivos, estándares e instituciones sociales que respaldan esta complejidad. Como suele ser el caso en la ciencia y la política, la economía conductual es un enano encaramado en los hombros de los gigantes.

A la economía conductual le importan poco las teorías de otras ciencias sociales sobre la toma de decisiones y su eficacia aún no se ha demostrado. El famoso ejemplo de la mosca finalmente ha sido exagerado y quizás la fama de la teoría encaja más en las ilusiones de las masas que en la certeza de la ciencia. Con el tiempo veremos si las investigaciones terminan por respaldarla.


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