El caso Menéndez: explorando el vínculo entre el abuso familiar y el crimen
El caso de los hermanos Menéndez ha «fascinado» y horrorizado a la sociedad desde el brutal asesinato de sus padres en 1989. A más de 25 años de ser condenados a prisión perpetua, su historia recobró interés debido a la serie Monstruos y al documental Los hermanos Menéndez, de Netflix.
Interpretados en la serie por Nicholas Chavez y Cooper Koch, respectivamente, la historia de Lyle y Erik plantea preguntas inquietantes sobre la psicología del crimen. Durante sus juicios, mencionaron que cometieron parricidio en defensa propia, porque sufrían de abuso físico y sexual por parte de sus padres. Sin embargo, para el jurado no existió tal abuso y el motivo del asesinato fue económico.
Si bien a ambos los sentenciaron, en la actualidad, la fiscalía de Los Ángeles busca revisar la condena para darle prioridad al maltrato que sufrieron desde pequeños. Pero, ¿existe una relación entre el abuso y el crimen?
La dinámica familiar: el maltrato y el silencio
Lyle y Erik crecieron en un hogar que, a primera vista, parecía privilegiado. Su padre, José Menéndez, era un empresario exitoso de la industria del entretenimiento. Mientras que su madre, Mary Louise «Kitty», gestionaba la millonaria mansión que tenían en Beverly Hills.
De las puertas hacia adentro, la realidad parecía ser otra. Según lo cuentan en el documental y la serie de Netflix, desde temprana edad, los hermanos Menéndez vivían en un ambiente familiar tóxico. Ambos mencionaron que sufrieron abuso sexual y físico perpetrado por sus padres desde pequeños. Sobre todo, de su papá.
No obstante, no fueron conscientes del sufrimiento del otro hasta días antes del crimen. De hecho, es común que estos casos se silencien por el miedo a no ser creídos, por vergüenza o porque existan consecuencias negativas, como amenazas hasta de muerte.
Erik ha mencionado que cuando trató de discutir con un amigo que su padre lo tocaba, se sintió obligado a pedirle que guardara el secreto. De igual manera, su progenitor lo amenazó para que no le contara a nadie. Kitty, por su parte, le restaba importancia a los «castigos» (golpes y agresión sexual) de su marido. Incluso, ella también se sumó a los excesos, contribuyendo al ciclo de maltrato y silencio.
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El impacto del trauma en el comportamiento criminal
De acuerdo con su versión, este secreto compartido los llevó a confrontar a sus progenitores. Entonces, tal como atestiguan, resultó en un clima de terror y desesperación. El 20 de agosto de 1989, los hermanos les dispararon a sus padres con unas escopetas. Como coartada, compraron entradas para ver una película.
En los testimonios, Lyle y Erik dijeron que creyeron que morirían por confrontar a sus victimarios, entonces los asesinaron en defensa propia. De ser así, este parricidio podría interpretarse no solo como una respuesta al maltrato, sino también como un intento de poner fin a los años de abuso.
Aunque existen otros factores que pueden influir en un crimen de esta naturaleza, como padecer esquizofrenia o tendencias antisociales, el trauma del abuso sexual infantil es uno de los más importantes. Se relaciona con un desajuste psicológico que puede continuar hasta la adultez. En consecuencia, existe una posible relación entre esta clase de padecimientos y un hecho como el que cometieron.
Experimentar falta de afecto, brutalidad y distintas formas de violencia puede hacer que se viva bajo una sensación de peligro y miedo constante, e influir en conductas desenfrenadas.
Alguien maltratado llega a sufrir distintos trastornos, como estrés postraumático, depresión y comportamientos agresivos. Si la víctima demora la revelación, es posible que exista mayor angustia. Por lo tanto, a pesar de tener desenlaces aberrantes, el trauma genera efectos tan graves en las personas como querer quitar la vida a sus abusadores para liberarse del malestar.
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¿Se tuvo en cuenta el abuso en la condena?
Después de los asesinatos, los hermanos comenzaron a actuar como si nada hubiese acontecido, hasta que Erik lo confesó a su terapeuta, quien acudió a la policía. Si bien ninguno negó su participación en el crimen, declararon que fue en defensa personal después de recibir amenazas y tras una vida de abuso psicológico y sexual.
El primer juicio (1993) terminó en un punto muerto, a pesar de los testimonios de maltrato. En 1995, se realizó otro juicio. Sin embargo, la fiscalía excluyó los testimonios que apoyaban la versión sobre el abuso y el acoso familiar. Con la falta de pruebas, el jurado consideró que esos hechos eran falsos y que José Menéndez «no era esa clase de hombre». Por lo tanto, los sentenciaron a cadena perpetua sin la posibilidad de libertad condicional.
«Si creen que el abuso sexual ocurrió, eso no significa que los acusados no sean culpables de asesinato, porque son dos cosas separadas», indicó la fiscal Pamela Bozanich durante el primer juicio.
Otra visión de los hechos
A pesar de que los argumentos de los hermanos se basan en los abusos que habrían cometido sus padres, la serie Monstruos muestra otra cara de la historia. Esta es, en efecto, la que los jueces consideraron como cierta: el cobro de la herencia familiar. Esta posibilidad se relaciona con que, después del asesinato, los jóvenes empezaron a derrochar el dinero de sus padres.
Sin embargo, la falta de contemplación de los testimonios ante el juzgado sobre los traumas vividos, hace que la verdad sea una incógnita. Que no los hayan tenido en cuenta refleja un entendimiento limitado sobre cómo pueden influir en el comportamiento criminal.
Nuevas revelaciones y el futuro del caso de los hermanos Menéndez
Tras tantos años en prisión, se han presentado nuevas pruebas que sugieren la veracidad de los abusos que sufrieron Lyle y Erik. En una carta que este último escribió a su primo, Andy Cano, se mencionan estos traumas. A la vez, uno de los cantantes del grupo Menudo, Roy Roselló, reveló en 2023 que José Menéndez abusó sexualmente de él cuando trabajaba en la industria musical.
El interés renovado en el suceso ha llevado a la fiscalía de Los Ángeles a considerar la posibilidad de revisar la condena. Si se les concede una nueva audiencia, Lyle, de 56 años, y Erik, de 53, enfrentarían la oportunidad de quedar en libertad condicional.
Si bien sus acciones no pueden ser justificadas, es fundamental entender que, si el abuso emocional y físico ocurrió, este puede impactar de manera profunda en la psique de una persona, llevándola a tomar decisiones extremas. Proveer tratamiento y apoyo psicológico a quienes han sufrido este tipo de traumas podría abrir un camino para reintegrarse en la sociedad y sanar.
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