El caso del hombre que le disparó a su segunda cabeza
El caso del hombre que le disparó a su segunda cabeza ilustra de una manera evidente el drama de las alucinaciones. Casi todas las personas que pasan por esa experiencia sienten un malestar enorme ya que, por lo general, esas creaciones de la mente son presencias altamente negativas y amenazantes.
Hasta el momento la ciencia no tiene una explicación definitiva sobre las causas precisas de las alucinaciones. Lo que sí es claro es que estas son percepciones muy vívidas para quien las experimenta. El caso del hombre que le disparó a su segunda cabeza es un ejemplo del grado de realismo que adquieren este tipo de percepciones para quien las padece.
“El delirio es una mentira que muestra una verdad”.
-Tilda Swinton-
Lo común es que detrás de estos casos de alucinaciones, así como de otros tipos de “errores” en la percepción, haya un profundo sufrimiento que desborda la capacidad de una persona para organizarlo y tramitarlo, de una forma que pueda llamarse “razonable”. Probablemente, eso era también lo que había detrás del caso del hombre que le disparó a su segunda cabeza.
Las alucinaciones, engaños perceptivos
Los enfoques más convencionales abordan las alucinaciones como un “engaño perceptivo”. Esto quiere decir que se percibe la existencia de algo que “no es real”. Tal perspectiva es propia del positivismo, que establece una frontera radical entre “lo real” y “lo no real”. Lo real sería aquello que tiene existencia física en el mundo externo y lo no real, aquello que no tiene tal existencia.
Desde el psicoanálisis hay otra mirada a este fenómeno. Para Sigmund Freud , la alucinación es un intento de reconstrucción de la realidad cuando esta es rechazada por el sujeto. Lo que hay es una experiencia interna que resulta intolerable, por lo cual esta se rechaza y se niega. Luego, esa experiencia interna retorna desde lo externo, en forma de alucinación.
Desde ese punto de vista, la alucinación tiene un valor simbólico; es decir que se trata de una creación que tiene significado, como lo tienen, por ejemplo, los sueños . Lo aparentemente absurdo de una alucinación, o de un sueño, se debe a que se trata de un contenido que está cifrado, como un jeroglífico.
Lacan, por su parte, respecto a la alucinación dice que “lo que no ha surgido a la luz en lo simbólico aparece en lo real”. Esto significa que la experiencia psíquica que no logra organizarse y tomar forma en la mente, reaparece luego como un contenido real que viene desde fuera.
El hombre que le disparó a su segunda cabeza
El caso del hombre que le disparó a su segunda cabeza fue presentado por el psiquiatra David Ames, en 1980. Tiene que ver con un hombre de 39 años, que llegó al Royal Melbourne Hospital con un disparo en la cabeza. En principio se creyó que era un intento de suicidio similar a otros, pero al escuchar el relato de este paciente se descubrió que el asunto iba más allá.
Según se describe en el relato del caso, el hombre que le disparó a su segunda cabeza estaba alucinando desde hacía tres semanas. Veía que de su hombro salía una segunda cabeza y esta no paraba de hablarle al oído, emitiendo mensajes ofensivos.
Para completar, este hombre también escuchaba a Jesucristo hablando con el profeta Abraham, también a su oído, y señalándole que en verdad él tenía una segunda cabeza.
Lo más llamativo es que esa segunda cabeza no era igual a la primera, sino que la misma era la del ginecólogo de su esposa. Por eso, y para que ya no lo molestara más, decidió dispararle seis tiros. Uno de ellos fue el que hirió a su “primera cabeza”.
La evolución del caso
A la condición del hombre que le disparó a su segunda cabeza se le diagnosticó esquizofrenia, con alucinación de dicefalia. Lo cierto es que este hombre fue atendido, primero para sanar sus heridas y luego en consulta psiquiátrica.
En el marco de las sesiones, se encontró que su esposa había fallecido dos años antes en un accidente automovilístico en el que él estaba conduciendo. En la narración del caso no se describe cuál pudo haber sido el impacto de ese hecho en la mente de ese paciente. Lo cierto fue que se le medicó y esto inhibió las alucinaciones.
El hombre siguió en tratamiento, pero luego tuvo problemas de alcoholismo. Debido a ello, dejó de tomar su medicación y de acudir a la consulta del psiquiatra. No se sabe si volvió a alucinar con su segunda cabeza, ya que este hombre contrajo una infección cerebral y murió dos años después de que su caso fuera registrado.
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- Rocca, A. V. (2012). Foucault: Los Anormales, una genealogía de lo monstruoso. Apuntes para una historiografía de la locura. Nómadas: Critical Journal of Social and Juridical Sciences, (34), 403-420.