El efecto MUM: ¿qué es y cómo nos afecta?
Dentro del ámbito de la psicología social existen múltiples fenómenos interesantes que nos permiten entender por qué actuamos de una determinada forma cuando nos relacionamos con los demás. El efecto MUM sería uno de ellos y se entiende como el hecho de resistirnos a dar malas noticias por el miedo a quedar asociados a ellas.
El entorno social condiciona nuestra forma de actuar y esto se explica, entre otros factores, porque la presencia de los demás influye en nuestro comportamiento y en nuestra forma de pensar o sentir. Como veremos, esto tiene mucho que ver con un efecto que se da de forma muy frecuente y que tiene que ver con evitar sentimientos de culpa y con mantener nuestra autoestima: el efecto MUM.
“La persona humilde ejerce influencia en los demás, ya sea para bien o para mal”.
-Henry Ward Beecher-
El efecto MUM: ¿qué es?
El efecto MUM se produce cuando a la hora de comunicar malas noticias nos resistimos a ello, incluso llegando a distorsionarlas o maquillarlas para que no resulten tan negativas. Es decir, implica cierto temor a dar malas noticias por el miedo a que nos asocien con ellas (tengamos o no algo que ver con ellas). A su vez, ese miedo se fundamenta en el temor a que nos vean menos atractivos.
Este efecto se produce ante todo tipo de noticias, siempre y cuando estas sean negativas (por ejemplo el fallecimiento de alguien, un accidente, una situación médica crítica o perjudicial, etc.). Además, el efecto MUM se produce ante todo tipo de circunstancias y posibles receptores de la noticia (ya sean familiares, amigos, nuestra pareja…).
Aunque se trata de un fenómeno muy frecuente, no podemos decir que sea universal, y un claro ejemplo de ello lo encontramos en los mitos, rumores o en los telediarios: ¿no tienes la sensación de que estos siempre trasmiten malas noticias?
¿Cómo nos afecta?
Como podemos intuir a raíz de lo mencionado (aunque el efecto MUM existe y es frecuente, no es algo universal). En concreto, es frecuente en aquellos casos donde las noticias condicionan o se refieren a nuestro bienestar o al bienestar del receptor o receptores. ¿Y cómo nos afecta?
Básicamente, de la siguiente forma: al tener que comunicar una mala noticia, nos resistimos a ello o modificamos el mensaje, de manera inconsciente, para que la noticia no parezca tan negativa. Esto ocurre, como hemos adelantado, por el temor a que nos asocien con ella (como si tuviéramos algo que ver con su causa, aunque sea algo totalmente irracional).
Aquí, debemos matizar que los profesionales que se enfrentan cada día a la labor de comunicar malas noticias (por ejemplo, los médicos) seguramente cuenten con una resistencia mayor al efecto y no modifiquen su mensaje. Esto sería así porque forma parte de su trabajo y porque no pueden distorsionar la realidad, lo que no significa que no sufran comunicando malas noticias.
Al final somos humanos y es normal que sintamos este miedo, malestar o incomodidad. ¿Quién quiere comunicar noticias negativas? Probablemente nadie. Así, con el efecto MUM, trataríamos de “compensar” este miedo o malestar propio y el posible dolor que podamos ocasionar a los demás al comunicar la noticia.
Causas del efecto MUM
¿Por qué se produce este fenómeno? Hemos adelantado ya que tiene que ver con el temor a que nos consideren menos atractivos. Pero, ¿cuáles son sus causas subyacentes? ¿Por qué deseamos sentirnos atractivos para los demás?
Algunas teorías que hablan de ello son las teorías del refuerzo (Lott y Lott, Byrne). Según estas teorías, se produce una atracción hacia las personas que están presentes o que hacen algo que nos activa un afecto (ya sea positivo o negativo). Más allá de las teorías del refuerzo, gustar a los demás es un interés universal.
Por otro lado, existe un sesgo cognitivo que afecta a nuestra visión de la realidad: la denominada “creencia de un mundo justo”. A través de ella, tenemos la idea irracional de que el curso de los acontecimientos debe ser justo con todos los implicados (o “que cada uno tiene lo que se merece”). Esta falsa creencia también podría explicar el hecho de que nos resistamos a dar malas noticias a aquellos que pensamos que “no se las merecen”.
¿Por qué no queremos dar malas noticias?
Volviendo al efecto MUM y a lo que comentábamos, es una realidad: a nadie le gusta dar malas noticias. Pero ¿por qué? Algunas de las causas que explican por qué nos cuesta dar malas noticias y que están avaladas por la experimentación científica son las siguientes:
- Nos preocupamos por nuestro bienestar y, por ende, queremos evitar sentirnos culpables al comunicar una mala noticia.
- No queremos hacer daño a los demás (y esto se explicaría en gran parte por la empatía).
- Utilizamos ciertas normas sociales como guía a la hora de comportarnos (tenemos una serie de ideales sobre “cómo hacer las cosas bien”).
- Nos preocupa (o nos da miedo) quedar asociados a la mala noticia que comunicamos (y por ello, resultar menos atractivos para los demás).
No hay fórmulas mágicas para dar malas noticias
No existen unas reglas válidas que establezcan como actuar siempre. Con las malas noticias ocurre igual: no existe un protocolo perfecto ni una fórmula mágica para comunicarlas que atenúe por completo su impacto negativo.
Sin embargo, existe el Protocolo Baile-Buckman, publicado en 2006 en la Revista Medicina Intensiva, que nos ofrece algunas ideas prácticas sobre cómo hacerlo.
Eso sí, el efecto MUM es probable que siempre exista, por esa tendencia humana que tenemos a querer evitar el daño a los demás. Esta tendencia, en gran parte, se explicaría por el deseo a ser aceptados y a mantener una buena autoestima. Además, la empatía también haría comprensible este fenómeno.
En definitiva: nos gusta dar buenas noticias, y no malas, ¡porque nos gusta que nos asocien con cosas buenas!
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