El espacio psicológico, el corazón de la resiliencia
El espacio psicológico es una sala de espera, un palacio mental donde acudir para reflexionar, sanarnos y tomar nuevas perspectivas. Es ese punto de inflexión por el que todos debemos transitar tras vivir un fracaso, una decepción, un error. Así, permitirnos un tiempo de adecuada introspección es más que adecuado para asentar las bases de la resiliencia y avanzar después con mayor seguridad.
Decía Carl Jung en su día que aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de sus vidas, fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprendan. Si bien es cierto que de momento no podemos demostrar que exista o no esa “fuerza cósmica” lo que sí sabemos es que somos esa curiosa especie que tropieza con la misma piedra una y otra vez.
Si lo hacemos se debe precisamente a que no nos damos un espacio psicológico. No sabemos o no nos permitimos ese tiempo tan necesario para procesar e integrar determinadas experiencias personales. La vida suele fragmentarse de vez en cuando y nosotros, lejos de reparar esas grietas o de volver a encajar esas piezas sueltas, las dejamos pasar. Poco a poco nos vamos desconectando cada vez más de esas necesidades internas hasta que de pronto la frustración y la infelicidad pesan demasiado.
Abraham Maslow, uno de los psicólogos más relevantes en el campo del crecimiento personal, solía decir que en nuestro día a día tenemos básicamente dos opciones. La primera es vivir bajo el cobijo del miedo y los mecanismos de defensa. La segunda es optar por el crecimiento. El elegir un camino u otro es algo que debemos decidir desde nuestro espacio psicológico.
Qué es y qué hay en el espacio psicológico
El espacio psicológico no es un lugar físico, es un rincón mental. Es ese tiempo que nos damos para procesar los fracasos, los errores o las decepciones y entender qué podemos aprender o sacar en claro de dichas experiencias. Implica asimismo ser capaces de dar forma a una serie de dimensiones con las cuales habilitar nuestra sala de sanación psicológica para que sea altamente efectiva.
Estos son los habitantes que integran todo buen espacio psicológico:
Autocompasión
La autocompasión es la capacidad de recibirnos y aceptarnos a nosotros mismos sin castigarnos o despreciarnos por determinados hechos sucedidos. Así, estudios como el llevado a cabo en la Universidad de Tennessee, por ejemplo, nos revelan que desarrollar esta capacidad es clave para ganar en bienestar emocional. No obstante, cuanto más estrés experimentamos, más olvidamos esta actitud positiva hacia nosotros mismos.
Todo espacio psicológico, por tanto, requiere este nutriente especial, ahí donde abrazarnos sin juicios ni sanciones.
El diálogo negativo está prohibido
En todo espacio psicológico orientado al crecimiento, hay un elemento que no puede tener cabida: el diálogo negativo. Ese rumor donde nuestros pensamientos oscilan solo en el reproche, la fatalidad, el impedimento, la carencia y el miedo, actúa poco a poco con la fuerza de un ciclón. Todo lo arrasa y todo se lo lleva.
Si deseamos de verdad obtener un aprendizaje válido de un fracaso, de nada nos va a valer el diálogo negativo. Debemos aplicar un enfoque objetivo y orientado hacia el futuro. Así, hay determinadas preguntas que sí podrían ayudarnos, como: ¿qué conclusiones puedo sacar de lo ocurrido? ¿Qué debería hacer para que el día de mañana afronte esto con mejores recursos y con acierto?
Un enfoque centrado en el presente
Las leyes de la física nos dicen (de momento) que no podemos estar en dos sitios a la vez. De nada vale estar enfocados en el pasado y en un futuro del que aún no sabemos nada. Si deseamos de verdad superar esas circunstancias complejas del día solo vale un único enfoque: el centrado en el presente.
Reflexiona, analiza, desgrana, acepta, decide, planea, diseña una respuesta… Todas estas respuestas serán más válidas que la de situar la mirada en nuestro retrovisor.
Actitud resiliente
En nuestro espacio psicológico debe existir un material básico, un tipo de aleación con la que recubrir cada fragmento, cada rincón, cada detalle. Hablamos cómo no, de la resiliencia.
Esa capacidad para aprender de lo vivido y encarar el mañana con mayor integridad, sabiduría y fortaleza es un aspecto clave en todo proceso de sanación interior. Es también esa pieza maestra que embiste el crecimiento personal y que ajusta nuestras gafas para que la mirada vea con claridad qué camino es mejor tomar a partir de ahora.
Para concluir, hay un aspecto que vale la pena tener en cuenta. Una figura como Stephen Sideroff, escritor, investigador y profesor de psiquiatría de la Universidad de Los Ángeles, nos señala en uno de sus artículos que en la actualidad estamos viviendo lo que muchos definen como un desajuste biológico, algo en lo que debemos aprender a trabajar.
Este término hace referencia a un hecho muy concreto: cuando experimentamos estrés, angustia, miedo o preocupación, nuestro organismo está programado para generar dos tipos de respuestas: luchar o huir de peligro.
Como bien sabemos, en nuestro mundo actual no siempre tienen cabida estos dos comportamientos. Estamos obligados por tanto a generar respuestas más aptas y también más creativas. No vale por tanto, escapar, volver el rostro al problema o pelear ante enemigos, que como bien sabemos, en muchos casos ni siquiera son físicos. La mayoría de nuestras amenazas son mentales.
Hay que dar forma a estrategias más válidas, las cuales pasan todas por un lugar muy concreto: nuestro espacio psicológico. Ese rincón de libre acceso que a menudo descuidamos. Ahí donde hallar cobijo siempre que lo necesitamos para integrar experiencias, sanar, reparar y tomar valiosas decisiones.