Un virus contagioso (El estrés)
Suele decirse que no existe un sentimiento tan contagioso como el mal humor. Vivir con una persona habituada a emitir continuos ataques, juicios de valor negativos y constantes críticas, acaba minándonos por dentro hasta un punto casi desesperante. Seguro que lo has vivido en persona en alguna ocasión. Al igual que en cualquier otro momento, has sentido lo que una simple sonrisa llena de alegría y sinceridad, puede hacer en tu interior, contagiándote al instante de una emoción claramente positiva.
Pero ¿y el estrés? ¿Sabías que esta dimensión no está exenta en absoluto de ser también un “virus” casi tan contagioso como el mal humor? Los expertos nos dicen que quienes acaban siendo víctimas de la influencia de otras personas en este aspecto, sufren lo que se conoce como“estrés de segunda mano”. Algo curioso, sin duda, pero no por curioso hemos de quitarle importancia, porque puede ser igual de grave.
EL ESTRÉS DE LAS PERSONAS DE NUESTRO ALREDEDOR
Pongamos un sencillo ejemplo. Vives con una pareja que, por razones laborales, se ve expuesta a muchas presiones, a muchas obligaciones, objetivos que cumplir y exigencias que asumir. Poco a poco ese estrés laboral se extiende también al ámbito familiar. Su humor cambia, los instantes compartidos en casa están llenos de tensión, duerme mal por las noches y su trato es también diferente. ¿Cómo nos sentiremos nosotros? Poco a poco notaremos cierto ahogo por ese círculo de estrés y ansiedad, la casa se convertirá en un pequeño agujero negro en el cual, la comunicación se verá muy afectada y donde esos momentos compartidos en común, ya no tendrán la calidad de antes.
Aparecerá la frustración y la ansiedad, y casi sin darnos cuenta, nos habremos contagiado del estrés de la otra persona. Este hecho se demuestra por ejemplo con la investigación que se llevó a cabo en la Universidad tecnológica de Dresde. Tania Singer, científica y directora del proyecto, nos explica que alguien sujeto a un estrés elevado, puede generar en nuestro cuerpo la misma respuesta. Cabe señalar que hay personas más sensibles que otras, pero por lo general, vivir o pasar mucho tiempo con una persona estresada, hará que nuestros niveles de cortisol se eleven significativamente en sangre.
Y cuidado, aún existe otro dato que no podemos pasar por alto. Los niños son los más vulnerables a este tipo de estrés, al que padres y madres podemos llegar a trasmitirles en el hogar.
GESTIONANDO EL ESTRÉS ENTRE TODOS
Podríamos decir llegados este punto, que el estrés más común en el cual nos podemos ver afectados, es aquel que experimentamos en casa. Es posible que el origen esté en el trabajo, en esas presiones laborales. Problemas que nos superan y que luego proyectamos en nuestra vida familiar. Son muchas las veces en las que caemos en el estrés casi sin darnos cuenta, poco a poco vamos más acelerados, priorizamos unas cosas por encima de otras poniéndonos aún más presión. Comemos mal, dormimos mal y proyectamos nuestra ansiedad en las personas que nos rodean, también en los niños. Dejamos de tener tiempo para lo verdaderamente importante. ¿Qué podemos hacer?
Si alguien muy cercano a ti está sufriendo un periodo de estrés elevado, deberás hacérselo ver. En ocasiones muchas personas son incapaces de darse cuenta, piensan “que es normal”, qué esa presión es necesaria para cumplir un objetivo. Pero hay que dejarlo claro, cuando uno está perdiendo la salud no existe mayor objetivo que el propio equilibrio, que la propia vida. Y más si ese estado, está afectando a otros. Debemos demostrarle lo que su situación personal está ocasionando en ellos mismos y en los demás. Vale la pena ayudarle a poner límites y a comprender, en esencia, qué es importante: la salud, la tranquilidad, el equilibrio, el cariño de la familia, de la pareja, el bienestar de los más pequeños…
Si te ves afectado/a por el estrés de algún compañero, amigo u otro familiar, vale la pena indicárselo también. Hacerle ver la necesidad de poner otro ritmo a su vida, o de lo contrario acabará perdiendo su propia salud y verá, además, cómo las personas de su alrededor pueden llegar a alejarse de ellas. Es preciso que también tú “abras tu paraguas protector”. Mantén la calma y evita que te afecten sus reacciones, su ansiedad, su ritmo… sé paciente y transmite un adecuado sosiego con el cuál, la otra persona pueda beneficiarse. Ahora bien, si ves que es imposible y que también tú estás perdiendo tu propia salud por esa persona que no se deja ayudar, o que no pone estrategias de mejora, deberás tomar una decisión. Nuestro equilibrio y nuestra felicidad también es lo primero.
Imagen cortesía: Alejandra Niedermaier.